Por Pedro Corzo
Mayo 3 de 2022
@pedrocorzo43
La emigración de innumerables personas en diferentes países del orbe es un proceso casi normal y responde a numerosos factores, pero que los gobiernos, como el de Cuba, utilicen a sus ciudadanos como armas para lograr su único objetivo, conservar el poder, es una aberración que debe ser condenada.
Regímenes como los de Irán, Corea del Norte y Cuba, se caracterizan por su agresividad. Mientras, Pyongyang amenaza al mundo con su capacidad nuclear y Teherán, con su liderazgo en el terrorismo internacional, La Habana, independiente a su práctica política de desestabilizar a adversarios y rivales, perturba a muchos países exportando grandes cantidades de personas de forma sistemática y permanente, generando crisis sociales allende sus fronteras.
La emigración cubana, al igual que el exilio voluntario o forzado, se remonta a 63 años atrás. Establezco este contraste porque no todos los que abandonan la Isla lo hacen por motivos políticos, aunque sin duda alguna, en la casi totalidad de los casos son factores políticos los que inciden en una toma de decisión que por feliz que resulte no deja de ser traumática.
Escribo esto porque hasta quienes salen de Cuba para tener mejores condiciones de vida, o para prosperar en un negocio, lo deciden porque el régimen, aun siendo de su agrado, impone limitaciones que impiden al individuo el desarrollo personal al cual aspira y al que tiene derecho en toda sociedad libre.
En los primeros dos años la mayoría de los que abandonaron la Isla fueron personas afectadas política o económicamente por el castrismo, con estas personas se estrenaron los mítines de repudio, una experiencia horrenda en la que se aprecia la total indefensión de quienes viven bajo el totalitarismo.
Es válido destacar que una cantidad notable salió de Cuba para prepararse militarmente y regresar a la Isla en la Brigada 2506, o participando en los numerosos equipos de infiltración que se forjaron, con el objetivo de derrocar la dictadura. Muchos de estos hombres enriquecieron el martirologio cubano en la lucha contra el totalitarismo y las ergástulas castristas.
Posteriormente el régimen con esa vocación al absolutismo que ha practicado desde su primer día de mandato, decidió instrumentar la migración con el fin de sacarle más de un beneficio, amén de los que ya obtenía, con la confiscación de los bienes de los viajeros, puesto que no podían vender su vivienda, vehículos, artefactos domésticos y cuentas bancarias, toda propiedad pasaba a manos del estado.
El primer uso de ciudadanos como torpedos fue la emigración de Camarioca, 1965, al que le siguieron, como consecuencia de su incesante presión sobre Washington, los llamados Vuelos de la Libertad, por los que salieron 260,000 cubanos.
Posteriormente Castro inventó el Éxodo del Mariel, por el que abandonaron el país 125,000 personas, siendo también el principal promotor de la crisis de los balseros de 1994, otros 32,000 individuos. La dictadura caribeña recurre a las salidas masivas y al envió al exterior de contingentes profesionales, particularmente médicos, porque tanto una como otra gestión, le rinde beneficios económicos, aparte de salir de individuos que potencialmente puedan ser una destructiva piedra al interior de la bota.
Los amigos del castrismo dentro y fuera de la Isla acusan al exilio de impulsar una explosión social al interior de Cuba, lo que no ocurriría si los ciudadanos estuvieran satisfechos con una tiranía de más de seis décadas, sin embargo, es el propio régimen con sus maniobras migratorias, quien tiende a manipular a la población y a los países que se preocupan por la situación cubana, tal y como hace con Estados Unidos, a quien amenaza frecuentemente y de forma encubierta con que la situación interna es tan grave que en el cualquier momento se produce una explosión social.
No es casualidad que la cifra de cubanos arribando a Estados Unidos en los últimos meses, como los muchos que han salido del país recientemente, sea superior a la de los últimos años y es que el totalitarismo está preparándose nuevamente para enviar sus torpedos humanos a este gran país, razón por la cual las conversaciones migratorias con el totalitarismo deberían orientarse a que el régimen elimine lo que motiva los éxodos no a resolver los problemas que su represión genera.
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