“¡A MÍ ME RESPETAN!” SE CRECE OSCAR IVÁN ZULUAGA ANTE LA BANCADA DEL CD
Oscar Iván Zuluaga se lució. Su explicación vehemente de que no recibió sobornos ni pagos de Odebrecht, y que está dispuesto a demostrarlo sin un ápice de duda, y sin ninguna ayuda de sus compañeros de Partido, vuelve a poner las cosas en su sitio
“¡A mí me respetan!” Se crece Oscar Iván Zuluaga ante la bancada del CD
Oscar Iván Zuluaga se lució. Su explicación vehemente de que no recibió sobornos ni pagos de Odebrecht, y que está dispuesto a demostrarlo sin un ápice de duda, y sin ninguna ayuda de sus compañeros de Partido, vuelve a poner las cosas en su sitio
Por Ricardo Puentes Melo
Febrero 9 de 2017
La reunión de anteayer de la bancada del Centro Democrático empezó con un discurso del ex ministro Fernando Londoño llamando a la urgencia y al entendimiento del momento dramático que se vive. Londoño manifestó que no sólo estaba en peligro el destino del Partido, sino, lo que era más trágico, Colombia estaba al borde del abismo, tanto por la entrega de las instituciones a los terroristas, como porque el hambre, el desempleo y la violencia iban a llegar a cada puerta de cada hogar de los colombianos del común. Londoño hizo un análisis sesudo y vaticinó el horrible panorama que le espera a Colombia.
Dijo Londoño, también, que el Partido atravesaba por su peor momento, pero que todos los presentes tenían que saber que el Centro Democrático era el único partido de oposición en Colombia, y que tenía la obligación histórica de comprometerse con la salvación del país.
El ambiente estaba tenso. A pesar del aplauso de la bancada al discurso de Londoño, José Obdulio Gaviria y Alfredo Rangel estaban sonrientes y triunfantes; seguros de la paliza que se le daría a Oscar Iván Zuluaga, se sentaron juntos y le hacían guiños a Everth Bustamante quien, con astucia de miliciano, se mimetizaba entre el resto de congresistas para ver qué podía pescar de oídas. Ernesto Macías golpeteaba la mesa con sus dedos poniendo cara de circunspecto, tratando de parecer imparcial y afectado con lo que le sucedía a Zuluaga.
Oscar Iván Zuluaga esperaba afuera, muy nervioso y apabullado. El ex presidente Álvaro Uribe llegó y fue directo a hacer su intervención. Oscar Iván se sentó en medio de los escritorios acomodados en U, como si estuviera en el banquillo de los acusados. Parecía que le habían pasado una aplanadora por encima, y siete veces.
Zuluaga se levantó pausado, como lo conocemos. Hablando bajito, como lo conocemos, pidió autorización para empezar a explicar el tema de Odebrecht, su visita a Brasil y el manejo de los dineros en su campaña, todo de lo cual -dijo bajito- tiene su soporte.
El presidente Uribe, muy molesto por todo lo que se ha desatado sobre el partido, le habló fuerte a Oscar Iván y le dijo que las cosas secundarias debían quedar para lo último, y que necesitaban saber todo lo del tema de Duda y Odebrecht. Zuluaga le contestó -bajito- que con mucho gusto empezaría por ahí.
Y empezó. Pero el presidente Uribe, cada vez más ansioso, pidió celeridad al tema. Rangel y José Obdulio intercambiaron unas miradas de placentera complicidad, como esperando que Zuluaga rompiera en llanto. Y ahí fue Troya.
Un Oscar Iván Zuluaga que siempre habíamos esperado, valiente, seguro, sin pelos en la lengua, sin temerle a la Alta Política moirista, y sin acomodarse a lo políticamente correcto, elevó su voz más allá de los decibeles permitidos y pidió respeto para él y para su familia. Dijo que sabía muy bien que el tema de su reunión había herido gravemente al Partido, pero que él también estaba profundamente desgarrado en lo más íntimo de sus querencias, que era su honra y la de su familia.
Dijo Oscar Iván Zuluaga que su honorabilidad y la de su hijo estaba en entredicho y que él no iba a permitir siquiera una pizca de sombra sobre la transparencia de sus actos, ni como persona, ni como miembro del Centro Democrático.
“No necesito la solidaridad de ninguno de ustedes -les dijo a los congresistas del CD- ni carticas de apoyo, ni palmaditas en la espalda, ni mensajes en redes sociales. Tampoco necesito apoyo económico para investigar lo que sucedió realmente en Brasil. Yo mismo me encargaré de eso, por mi cuenta y con mi propio peculio, de develar la trampa -si la hubo- en la que quisieron involucrarme a mí y a mi familia”
Este renovado Oscar Iván Zuluaga, el que siempre ansiamos en la campaña pasada, tenía capturada la atención del público. La bancada estaba hipnotizada con el ardor con el que Zuluaga defendía su honra y la de su familia, golpeada por este episodio.
Con cada frase contundente, pidiendo a la bancada respeto por él y su familia, los simpatizantes de Zuluaga, esos que le expresaron su solidaridad, aplaudían rabiosamente. El lugar hervía, como en los mejores tiempos del Congreso de la época de Alzate Avendaño, Fidel Perilla y Laureano Gómez.
María Fernanda Cabal, una de las congresistas que ha defendido la rectitud de Zuluaga, estaba feliz. María del Rosario Guerra golpeaba la mesa con sus manos, como aprobando con pasión cada contundente frase de Zuluaga, hasta que Uribe le pidió mesura. Pero ella siguió haciéndolo.
La línea moirista, la “izquierda democrática” del Partido guardó silencio sepulcral. La sonrisa de José Obdulio se transformó en una mueca que le desdibujó el rostro y, mientras chateaba (seguramente informando a Luis Carlos Restrepo) aparentaba displicencia ante las palabras de Zuluaga. Alfredo Rangel achicaba los ojos de la rabia y, como en sus mejores épocas en la JUCO, seguramente soñaba con capuchas, petardos y molotov, y Everth Bustamante se cubría la boca con su mano, retorciéndose en su silla, como si ésta quemara, mientras Macías palidecía y el resto de sanedrín de Gaviria observaban lívidos cómo Oscar Iván Zuluaga se levantaba de su tumba para darles una paliza a los mercaderes del templo.
Contó también Zuluaga que la gente de BLU radio, que comanda Néstor Morales, cuñado de Iván Duque, lo tienen asolado, vigilado noche y día; que montan guardia en la puerta de su casa para hostigarlo. “Hasta hoy soy un rehén de la prensa -dijo Zuluaga- ¡No más! No tengo por qué temerles a los medios ni estoy dispuesto a seguir siendo masacrado por ellos, en especial por BLU Radio”
De Iván Duque, Zuluaga dijo que le extrañaba su actitud, pero que él -Zuluaga- nunca se había referido en términos desobligantes hacia el joven senador. Lamentó que Duque no hubiera revelado toda la verdad de cómo se produjo la invitación a Brasil, pero dijo que confiaba en que recapacitara y dijera lo que sabe: que no hubo nada oscuro allí.
Uribe, aunque no lo dijo, seguramente tuvo que reconocer que los sacamicas de siempre lo informaron mal y lo llevaron a cometer ese error de haberse precipitado con un comunicado respaldando a Luis Carlos Restrepo y pidiendo investigar a Zuluaga; seguramente cayó en la cuenta del traspié al hacerle caso a los conspiradores que sueñan con atracar el caudal electoral uribista -como lo hicieron ya- y apoderarse definitivamente del Centro Democrático.
Sí, Oscar Iván Zuluaga se lució. Se quitó un piano de encima. Su explicación vehemente de que no recibió sobornos ni pagos de Odebrecht, y que está dispuesto a demostrarlo sin un ápice de duda, y sin ninguna ayuda de sus compañeros de Partido, vuelve a poner las cosas en su sitio.
Ojalá ésta sea una lección para él y otros demócratas que entregan su poder y confianza a la izquierda. Lo advertí cuando supe que se había contratado como asesor de campaña del CD a un miembro del Foro de Sao Paulo, dije que toda la gente de izquierda era malvada por naturaleza, proclive a la trampa, al engaño, a la conjura, a la intriga y la traición, “virtudes” que exalta el Maquiavelo que tanto admira Iván Duque.
¿Y qué dijo Iván Duque? Nada. No fue. Escurrió el jopo. Dijo que se excusaba porque tenía que acompañar a una hija al médico.
!Sí, cómo no! En tierra de mis ancestros a eso le llaman culillo.
@ricardopuentesm
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