EL 8N EN ARGENTINA
Al igual que la noche de 19 de diciembre de 2001, en la que la clase media ganó las calles por primera vez, y la perdió los días sucesivos en manos de la izquierda que agazapada se disfraza de cualquier demanda, así el 13 de septiembre se perdió en el cacerolazo del 8N, en el que la izquierda más radical estuvo presente, eso sí, sin banderas rojas
El 8N en Argentina
Por Viviana Padelin – Frater América
Noviembre 25 de 2012
El 19 de diciembre de 2001, conocido como el “argentinazo”, la despolitizada clase media autoconvocada salió a las calles en un cacerolazo histórico que precipitó la caída del entonces gobierno del Presidente De la Rúa unos días después.
Allí comenzaron a cobrar auge los incipientes movimientos piqueteros, asambleas barriales y vecinales donde estos grupos de izquierda (hasta entonces minoritarios) iniciaron su trabajo de ideologización de la crisis.
Por un lado, la clase media en medio del caceroleo pedía a gritos “Que se vayan todos, que no quede ni un solo” (refiriéndose a toda la clase política), los grupos de izquierda proclamaban “Piquete, cacerola, la lucha es una sola” en el intento de cooptar o atomizar el descontento popular. La izquierda envalentonada con victoria ajena ganó las calles y no las abandonó. Habían llegado para quedarse.
Aquello fue el germen de lo que vendría después, o sea ahora.
Encolumnada desde el 2003 a los lineamientos del Foro de Sao Paulo, Argentina avanza a paso firme hacia el modelo de “Patria Grande” de la mano del socialismo del siglo XXI; en sus primeros años con el fallecido Néstor Kirchner y más tarde, con su viuda Cristina Fernández, actualmente transitando su segundo mandato.
Recién nueve años después del inicio de este proceso, la clase media argentina logró manifestar sus reclamos contra “el modelo”, en demandas que no son nuevas: altos índices de inflación, aumento de la criminalidad, impuesto al salario, corrupción, no a la reforma constitucional , entre otros.
Así se llegó al 13 de septiembre (13S) fecha en que la que esta clase media autoconvocándose a través de las redes sociales, caceroleó con una consigna clara y espontanea: “Que nos escuchen” y más tímidamente: “Que se vayan todos”.
Se le puede pedir a un gobierno que escuche a quienes sólo considera contribuyentes? Puede pedirse a un gobierno un cambio de rumbo cuando, está a las claras su propósito? Puede pedirse diálogo a quien no está dispuesto a ceder? El gobierno tuvo una respuesta contundente: aguantarse, formar un partido político y presentarse a elecciones en 2015…Quien tenga otra idea será: “destituyente, golpista, gorila, fascista”… además de contribuyente, claro.
Si hay algo que reconocerles a estos gobiernos, es la sinceridad en la exposición de su objetivo. A excepción del gobierno de Juan Manuel Santos, nadie puede sentirse engañado o traicionado.
Así y ante la falta de respuestas, se organizó el multitudinario cacerolazo argentino del 8 de noviembre pasado (8N); esta vez bajo la consigna del “BASTA!”
Al igual que la noche de 19 de diciembre de 2001, en la que la clase media ganó las calles por primera vez, y la perdió los días sucesivos en manos de la izquierda que agazapada se disfraza de cualquier demanda, así el 13 de septiembre se perdió en el cacerolazo del 8N, en el que la izquierda más radical estuvo presente, eso sí, sin banderas rojas.
La protesta legítima, genuina y espontánea no puede ser guiada, censurada, infiltrada ni cooptada para atomizarla. Esto es responsabilidad de cada uno de los asistentes u organizadores, dejando atrás las convenientes ingenuidades o conveniencias cuantitativas.
El 8N en Argentina reflejó distintos reclamos que deben no sólo generar una síntesis de la protesta sino además parir una nueva propuesta, una nueva visión más allá de los nuevos liderazgos que también tendrán que asumirse con sentido del deber si la voluntad es hacer posible el soñado “que se vayan todos” y generar una nueva clase política. De lo contrario, el error será el mismo que el del 2001: una victoria robada y una oportunidad perdida.
Comentarios