EL TITIRITERO
Todo ha marchado tal y como se advirtió hace más de 2 años, muy a tiempo para evitar lo que Castro dijo en su momento que era “irreversible”: la rendición de Colombia al comunismo
Por Ricardo Puentes Melo
Febrero 15 de 2019
@ricardopuentesm
ricardopuentes@periodismosinfronteras.com
Este gobierno de transición, etapa planeada por la Fundación Buen Gobierno en 1997 bajo el nombre de “La Unión hace la fuerza”, tiene el encargo final de consolidar los acuerdos de “paz” con los narcoterroristas marxistas, sin que estos bandidos abandonen su fuente principal de financiación, el narcotráfico, para poder establecer definitivamente su control totalitario sobre Colombia, la joya de la corona que había resistido todos los embates para ser sometida.
El engaño fue muy bien urdido desde ese año 1997. Y de éste, ahora tenemos la plena seguridad, fue parte Álvaro Uribe Vélez, a quien en un principio yo veía como un hombre con muy buenas intenciones pero muy mal asesorado, alerta para todo menos para los manejos políticos; cuando la verdad es que es el hombre más astuto y sagaz que yo he conocido en mi vida. Supera con creces a Juan Manuel Santos.
Uribe es socialdemócrata, es decir, de izquierda. Él siempre lo ha dicho, y en cada ocasión que tiene, lo ratifica. Desde el comienzo de su carrera presidencial lo aseguró: “No soy de derecha”, y así lo repitieron sus dos ungidos, Juan Manuel Santos e Iván Duque
Uribe es socialdemócrata, es decir, de izquierda. Él siempre lo ha dicho, y en cada ocasión que tiene, lo ratifica. Desde el comienzo de su carrera presidencial lo aseguró: “No soy de derecha”, y así lo repitieron sus dos ungidos, Juan Manuel Santos e Iván Duque, estos dos últimos unidos como siameses desde la Fundación Buen Gobierno, creada por los Castro para, precisamente, lograr lo que el marxismo ha logrado en Colombia.
Yo venía comentando en círculos cercanos, desde hace poco más de 3 años, que todas las actuaciones de Uribe -excepto haber permitido que el Ejército combatiera a las FARC- eran de izquierda. Su Ley 100 y la esclavización de los trabajadores, su indulto al M19, sus esfuerzos por indultar a las FARC y al ELN, su famoso “Estado Comunitario”, su poderoso aparato propagandístico para que los colombianos lo fueran considerando como un Mesías, una especie de semidios que de ninguna manera es, sus asesores cercanos -todos de izquierda, bandidos indultados, miembros de JUCO, MOIR, Partido Comunista, etc.
Dos amigos, cuyos nombres no estoy autorizado a revelar, continuamente me decían que Uribe era el titiritero, pero yo seguía aferrado a la esperanza de que esto no fuera cierto. Nunca he sido terco frente a la evidencia, así que la examiné cuidadosamente y repasé sus declaraciones, sus movimientos, sus alianzas. Hasta que llegué al documento secreto de la Fundación Buen Gobierno, “Destino Colombia“, en el cual se plasmaba todo el diseño de lo que debía ser Colombia en 17 años, a partir de 1997.
“Destino Colombia” fue el cenit de mi tarea de comprobación. Tuve que dejar a un lado los apasionamientos, las querencias y los afectos, y hube de sentarme a contemplar la evidencia que tenía sobre la mesa. No había ninguna duda. Uribe era el titiritero.
Como una película rebobinada a gran velocidad, hice un flashback elíptico hasta llegar al punto donde entré en contacto con Uribe y su combo de asesores. Siempre hubo algo que me causaba piquiña y no lograba atrapar entre las manos para analizar la situación y ponerle nombre. Por ejemplo, yo veía como a la gente de derecha, uribista, la segregaban luego de utilizarla. El primero de ellos fue el general Rito Alejo del Río, a quien Uribe le debe toda su carrera. Fue Del Río quien pacificó el Urabá antioqueño arrinconando a los terroristas, gracias a lo cual Uribe adquirió, desde la gobernación de Antioquia, su fama de “duro” con la izquierda.
Pero no había tal. Uribe jamás fue duro con la izquierda. Solo con las FARC. De resto, fue más bien benefactor y cómplice de ellos. Les entregó el manejo de los recursos del Ejército para los desmovilizados a Sergio Jaramillo y su amiguito alias “Ploter”, un matón de las FARC que planeó la matanza de Bojayá. Le entregó el tema de Derechos Humanos a un bandido del EPL, Carlos Franco, quien, junto a Juan Manuel Santos, el Gral Carlos Suárez Bustamante, Rafael Guarín, Rodrigo Rivera y otros desataron la feroz persecución contra los militares que se destacaban combatiendo el terrorismo. Uribe no solo lo permitió sino que lo patrocinó y, según lo habían planeado desde 1997, eso era imperativo; la destrucción moral y física de los militares era un requisito fundamental para esta etapa actual de consolidación de este gobierno de transición.
Todo el entorno de Uribe hedía a izquierda. Sus asesores Everth Bustamante, Carlos Valverde, Otty Patiño, Eduardo Chávez, Rosemberg Pabón, Carlos Lucio (concubino de Viviane Morales), Augusto Osorno, Darío Mejía, todos bandidos del M19, asesinos y secuestradores indultados. Su consejero espiritual era y sigue siendo el cura jesuita, provincial de ese grupo, Francisco de Roux. En tanto, los pocos de derecha que le eran cercanos fueron todos traicionados, abandonados por el mismo Uribe, entregados si dar la batalla excusándose en “yo respeto la justicia”. Así, empezando por los militares, a quienes Uribe les quitó el fuero militar y los entregó en manos de una Fiscalía corrupta y marxista (cuyo Fiscal, Iguarán, fue puesto por el mismo Uribe), les inventó el tema de los “Falsos Positivos” y los fue encarcelando, pasaron por su abandono Fernando Londoño, el coronel Alfonso Plazas Vega, Andrés Felipe Arias, el General Rito Alejo del Río, el Coronel Mejía Gutiérrez, José Miguel Narváez, Jorge Noguera y varios más que llenarían páginas de martirio.
José Miguel Narváez había hecho una gran labor desenmascarando los cuadros políticos del terrorismo marxista. Su labor no fue bien vista por la izquierda, obviamente, ni por Uribe, quien decidió acabar con el DAS y su preciosa labor como organismo de inteligencia. Tenía miles y miles de folios sobre los verdaderos cabecillas del terrorismo marxista, que el entonces director del DAS Andrés Peñate (cercano al G2 y admirador del Che Guevara), desapareció luego de enseñárselos a Uribe.
A mí no me cuadraba que Uribe abandonara a estas personas anticomunistas, y protegiera a sus amigos marxistas. Pero no tenía claridad sobre lo que sucedía. Me molestaba pero no podía aterrizar intelectualmente la razón de mi molestia. El hecho, por ejemplo, de que me negaran el aval en la U, bajo la excusa de que “eso lo maneja Santos” (a quien yo ya combatía), y me enviaran por un aval que habían conseguido con AICO (movimiento indigenista) mientras que Uribe mismo entregaba los avales de la U a connotados mamertos, me incomodaba pero aun no podía discernir lo que sucedía. Me hacían trampas, me embolataban… como dice Uribe “me vieron la bobera”.
Finalmente, mi cabeza fue entregada en bandeja de plata a la izquierda. Fui negociado a cambio de componendas politiqueras y de contratos con el gobierno de Santos y sus funcionarios abiertamente farianos
Cada vez era mayor la evidencia de que Uribe quería rodearse de marxistas y de personas fácilmente doblegables, tibios… cortesanos que aceptaran ciegamente sus caprichos o las ínfulas de José Obdulio. Finalmente, mi cabeza fue entregada en bandeja de plata a la izquierda. Fui negociado a cambio de componendas politiqueras y de contratos con el gobierno de Santos y sus funcionarios abiertamente farianos.
Luego todo fue tomando sentido. Encontré los documentos de la Fundación Buen Gobierno, las revelaciones de María Mercedes Araujo, una comunista de la alta sociedad quien contó como el comunista Gerardo Molina le presentó a Uribe: “Te presento a Álvaro Uribe, el futuro de la izquierda democrática en Colombia”; indagué por su militancia en el ala izquierda del Partido Liberal, bajo las órdenes de Ernesto Samper, sus andanzas con la guerrilla del M19, el apoyo de estos bandidos a sus campañas políticas.. En fin… Todo estuvo claro para mí.
No fue una sensación agradable descubrir que esos avisos que punzaban, cual aguijones de avispas, mi razonamiento fueron tomando forma y colocándose, como fichas faltantes de un rompecabezas, en su justo lugar. Todas las fichas que estaban aparentemente sueltas quedaron encajadas perfectamente y pude ver con meridiana claridad el panorama de nuestra realidad:
A Álvaro Uribe Vélez nadie le ha visto “la bobera” jamás. Él, desde muy joven, y bajo la batuta y las directrices de Gerardo Molina y Ernesto Samper, fue construyendo el tinglado para convertirse en el presidente que la Fundación Buen Gobierno había planeado desde 1997. Por eso Arias necesitaba ser sacado del camino mediante un plan tan astuto como deleznable.
Esa pregunta se le hice a Arias cuando estaba aún detenido en la Escuela de Caballería. Le dije: “Ministro, ¿usted no ha pensado que todo esto fue una encerrona de Juan Manuel Santos para sacarlo del camino?”. Él no me contestó, como tampoco me ha contestado nunca mis interrogantes sobre por qué Uribe lo dejó a la deriva (hubo que casi arrodillársele para que enviara una insulsa carta al fiscal del caso Arias), y por qué permitió que Santos y Viviane Morales lo llevaran a la cárcel.
Hubiera bastado un “Hombre, Andrés Felipe, ya decidimos que Santos es el próximo presidente, retírese”. Pero no, el estilo de Uribe es ese. Aplastar sin contemplaciones a amigos o enemigos que les estorben. José Obdulio Gaviria, el primo hermano y asesor del capo Pablo Escobar, detesta a Arias. Alguna vez, en medio de una de las charlas sobre Bolívar, me expresó lo que es su visión (la visión suya y de Uribe) de lo que debe hacerse en política: En política no existe amistad ni lealtad personal; quien no ‘funcione’ conforme al plan, debe ser eliminado, sin remordimientos, sin sentimientos, sin que medie nada más que el objetivo final del plan de los líderes. Para Obdulio y Uribe, las personas son meras fichas desechables, peones en el ajedrez de sus ambiciones personales. Iván Duque es solo una ficha para ellos. Nada más.
Toda esta reflexión somera es para invitar a los lectores a que vean la situación colombiana como el proceso soviético, con todas las luchas intestinas entre facciones de la misma izquierda que buscan -cada una- consolidar su poderío para apropiarse del control de nuestra nación. Si tan solo se ilustraran sobre los conflictos entre mencheviques y bolcheviques, verían enormes similitudes con los procesos políticos en Colombia, en Venezuela. No están inventando nada; solo siguen el libreto revolucionario de Trotsky, de Lenin. No están inventando nada. Tienen sus grandes medios de comunicación, sus títeres, sus matones, sus circos para engañar, su manual para lograr que el pueblo embrutecido los coloque en altares y los endiose como si fueran representantes del Creador en la tierra.
El asunto es, apreciados lectores, que aprovecho este regreso de Periodismo Sin Fronteras (después de meses de un duro golpe que nos propinaron, y por el cual pagaron cientos de miles de dólares), para hacer un resumen superficial de la situación de Colombia y lo que viene en próximos meses y años.
Iván Duque fue el escogido por la agenda marxista para la entrega definitiva de Colombia al poder cubano. Álvaro Uribe, hombre de izquierdas -como él mismo lo ha reconocido hasta el cansancio- decidió en algún momento combatir a la línea dura de las FARC, a los responsables del asesinato de su padre, dejando intactos a los de la línea conciliadora para no cerrar los canales del diálogo de paz, re-diseñado desde 1997.
La traición de Santos no fue ideológica, como algunos pensamos. Fue un banal asunto de egos y de clientelas. Santos quiso llevarse todos los aplausos por esa paz que los Castro planearon usando a la Fundación Buen Gobierno, y a Uribe no le gustó que lo dejaran por fuera del juego. Santos se llevó los honores y los premios, y Uribe tuvo que conformarse con criticar lo que él mismo impulsó como presidente: Los diálogos con impunidad para los terroristas.
Duque….. Duque es otra marioneta desechable en este jueguito marxista. Es un bufón que se cree el rol que le pusieron a representar, un payaso inepto y tontarrón que trata de disfrutar su cuartico de hora de fama.
Yo estoy convencido -y así se lo dije a Obdulio en muchas ocasiones- que es más astuto Santos que Uribe. Y creo firmemente que Cuba no le perdonará nunca el haber permitido al Ejército la baja de Reyes, Cano, Jojoy, Marulanda (que murió de físico miedo). Creo que Duque es un tonto de quien se burlan Santos, Castro y los mismos Uribe y Obdulio; y creo que, de ser necesario, si no empieza pronto los diálogos con el ELN, Raúl Castro ordenará hacerle juicio revolucionario.
Porque ahora ya sabemos que la persona que estuvo en Cuba negociando la tranquilidad de la familia de Uribe a cambio de la entrega de la victoria del NO en el plebiscito, fue Iván Duque, la marioneta.
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