LA MUERTE DE CANO, GOLPE PSICOLÓGICO SIN CONSECUENCIAS

Así, las lágrimas que Juan Manuel Santos dice que rodaron por sus masónicas mejillas cuando se enteró de la muerte de Cano, no eran por amor a Colombia, ni mucho menos por dolor de la pérdida de un amigo de la familia

La muerte de Cano, golpe psicológico sin consecuencias

Mientras Piedad Córdoba y el resto de voceros de las FARC amenazan a Colombia con venganza, asesinatos de rehenes y recrudecimiento de sus acciones bélicas. Iván Cepeda, Carlos Lozano, Anncol y otros aseguran con toda la razón que las FARC superarán esta baja, tal y como han superado las otras, y que esta acción fue una “bofetada”, una traición a esos prometidos diálogos de paz que solamente tendrá acciones negativas para los colombianos

Ricardo Puentes Melo

Por Ricardo Puentes Melo

Noviembre 06 de 2011

¿Qué resultados favorables para el ejército tendrá la baja de “Alfonso Cano”? Ninguno, además de un mes de vacaciones para quienes participaron en la Operación Odiseo. No habrá restablecimiento del Fuero Militar, no habrá orden de revisión por los casos de injusticia contra militares que cumplieron con su deber y hoy están presos, no habrá cárcel para fiscales y jueces corruptos que falsifican pruebas y testigos, y tampoco habrá acción alguna del gobierno de Santos para investigar los montajes del Colectivo de abogados Alvear Restrepo contra el ejército de Colombia.

Aunque ciertamente la muerte de Cano es un logro muy importante de las fuerzas militares y de la política de Seguridad Democrática del presidente Álvaro Uribe, el gobierno Santos pretende engañar de nuevo al mundo diciendo que ha sido el “mayor golpe a las FARC en toda su historia”. Esto no es cierto. La verdad es que es un golpe político contundente, pero sin consecuencias realmente destacables para exterminar el cáncer terrorista de nuestro país.

La muerte de alias Cano no logrará desenmascarar a todos los miembros del Partido Comunista que fueron infiltrados en el ejército, en los órganos de justicia e investigación, en universidades, en cargos de elección popular, y en las entrañas del mismo ejército.

Por el contrario, a quien realmente le sirve la muerte de Alfonso Cano, es a su otrora amigo –y amigo de su familia- Juan Manuel Santos quien, al autorizarla, le deja a uno la apabullante sensación de que su capacidad de traición no conoce límite alguno.

Porque todos sabíamos de las intenciones de Santos para dialogar sobre paz con Cano; todos escuchamos a Cano hablar de esas mismas intenciones. El Partido Comunista sabía de los avances de las conversaciones entre delegados de la guerrilla y enviados del gobierno Santos para concretar lo mejor posible estos diálogos. Todos nos enteramos de la ayuda que prestó el gobierno de Santos para sacar a Cano del Cañón de las Hermosas, donde por poco lo dan de baja nuestros soldados, y llevarlo a Mariquita, donde muchos supusimos que había viajado a Brasil o Venezuela. Pero nos equivocamos en eso, porque Cano –tal y como me lo advirtió oportunamente el analista Fernando Vargas Quemba-  el jefe de las FARC era, en ese sentido, igual a Jojoy: jamás abandonaría su ratonera porque allí era pleno conocedor del medio, y estaba fuertemente apoyado por la población civil que permitía su invisibilidad frente al ejército. Aunque eso no significa necesariamente que jamás abandonó temporalmente su guarida para recibir oxigeno y favores en países vecinos.

Enrique Santos, hermano del presidente y ex director de El Tiempo, fue amigo íntimo de la cúpula de las FARC, y también del M-19

Al contrario de lo que nos muestran la mayoría de los analistas, Cano no estaba aislado ni sufría bloqueo de comunicaciones y tan es así, que el comandante de las FARC se daba el gusto de hacer videos, aprovisionarse con extravagantes platos, enviar razones, entrevistarse con sus camaradas de otras zonas del país, y en otras latitudes. ¿Por qué decide Cano quitarse la barba y cambiar su apariencia personal, si gozaba de la simpatía de los pobladores de la región donde él tenía su pequeño feudo..? Para qué este cambio si en gran parte del departamento de Cauca se sabía que Cano estaba allí desde hace meses, y las “repúblicas independientes” de allí se complacían de tenerlo como huésped? ¿Para qué si no era para movilizarse por territorios que no estaban bajo su influencia?

No obstante, esas preguntas no son tan importantes como las respuestas de lo que vendrá ahora.

El Partido Comunista y todos sus tentáculos, como Colombianos y Colombianas por la paz, centros de estudios, sindicatos, ONG de toda índole, cuadros en el mismo gobierno, facciones de partidos políticos, analistas a sueldo, etc., están dolidos con la traición de Juan Manuel Santos al compromiso de diálogo con “Alfonso Cano”, y no entienden que al presidente le importa un comino su palabra, y solamente es movido por su propia ambición personal.

Mientras Piedad Córdoba y el resto de voceros de las FARC amenazan a Colombia con venganza, asesinatos de rehenes y recrudecimiento de sus acciones bélicas. Iván Cepeda, Carlos Lozano, Anncol y otros aseguran con toda la razón que las FARC superarán esta baja, tal y como han superado las otras, y que esta acción fue una “bofetada”, una traición a esos prometidos diálogos de paz que solamente tendrá acciones negativas para los colombianos. Yo agregaría que la baja de Cano traerá nefastas consecuencias contra los militares, víctimas de la guerra jurídica que está ganando la subversión.

Y no es que deba indignarnos mucho la traición a las FARC. Pero cuando esa perfidia viene de Santos, quien traicionó a aquel que le dio los votos para ser presidente –Uribe-, y a quienes votamos por la continuidad de la Seguridad Democrática –los colombianos-, no se puede evitar pensar que nos gobierna un verdadero Don que no se detiene ante nada para mantenerse alto en las encuestas.  Yo pensé que solamente Samper era capaz de actos semejantes, pero aquí tenemos un discípulo que ha superado a su maestro.

Se me viene a la cabeza el relato escalofriante de un pariente del presidente Eduardo Santos que nos contó cómo miembros de su misma familia, de su misma sangre, no dudaron en asesinarlo para quedarse con las acciones de El Tiempo; acciones que el ya amargado presidente pensaba dejar en manos de los empleados del diario.

Así, las lágrimas que Juan Manuel Santos dice que rodaron por sus masónicas mejillas cuando se enteró de la muerte de Cano, no eran por amor a Colombia, ni mucho menos por dolor de la pérdida de un amigo de la familia.

Las lágrimas de Santos son iguales a las que cuentan que derramó Nerón cuando incendió Roma y se puso a contemplarla consumida por el fuego.

Esas lágrimas de Santos son, sin ninguna duda, la consecuencia de un amor demencial por la popularidad y los titulares de prensa favorables.

(¿Quieren dar un golpe definitivo a las FARC? Dejen que el ejército los siga atacando y, por otro flanco, desenmascaren a los políticos que los apoyan, a los jueces y fiscales que trabajan para la banda terrorista. Metan a las cárceles, sin indultos, a todos los guerrilleros de corbata que actúan agazapados usando la democracia para destruirla desde dentro)

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