¿POR QUÉ NO QUIEREN ENTENDERLO?

Al igual que Álvaro Uribe, Iván Duque está cegado por su propia vanidad que le impide ver que él no es un mesiánico elegido para guiar los destinos de Colombia hacia su amado socialismo. Duque no ve que él es un simple títere -uno más- de los Castro que lo usan como ficha desechable que será reemplazado y olvidado en los anaqueles del desprecio

Ricardo Puentes Melo

Por Ricardo Puentes Melo
Noviembre 24 de 2019
@ricardopuentesm
ricardopuentes@periodismosinfronteras.com

No es nuevo lo que sucede en Colombia. Es un viejo libreto ensayado y puesto en escena en otros países de Latinoamérica, con bastante éxito. En Colombia lo han aplicado varias veces aunque su progreso no ha sido tan satisfactorio como lo esperaba el Foro de Sao Paulo.

Es un hecho que este gobierno, al igual que los anteriores -incluidos los de Uribe y Pastrana- han seguido al pie de la letra el guion planeado desde La Habana y lanzado desde la Fundación Buen Gobierno, entidad creada para ello.

Sabiendo esto, podemos entender que estamos en esta Cuarta Fase que los conspiradores reunidos en el hotel Quirama denominaron “LA UNIÓN HACE LA FUERZA”, la etapa final de la maquinación para postrar a Colombia a lo que ellos literalmente llaman “nuevo Orden Internacional”, un eufemismo para definir los propósitos globalistas del comunismo.

Uribe y su bancada del CD reunidos con Petro, Cepeda y las FARC. Terminan de negociar el botín

Iván Duque mismo ha formado parte de la Fundación Buen Gobierno, y allí, desde muy joven cumplió con las tareas designadas. Su presidencia, concertada entre Cuba, FARC, Santos y Uribe, no es otra cosa que otro peldaño que avanza ese maquiavélico plan.

Junto a la persecución judicial de opositores, la censura y persecución de periodistas no afines a la izquierda, y todas las implementaciones como leyes de asuntos gravitacionales del marxismo cultural (legalización del aborto y las drogas, ideología de género), la estrategia  incluye:

-Aparente lucha contra la corrupción y el narcotráfico, como bandera. Pero sin que esto sea cierto.

-Destrucción moral y de ideología de las Fuerzas Armadas y de Policía. En tanto que se combate y judicializa a los miembros que, de esas fuerzas, hayan combatido más al narcoterrorismo, se va haciendo un relevo ideológico en la cúpula colocando en ella a uniformados marxistas y corruptos a quienes sea fácil de controlar y sobornar.

-Creación de grupos de choque que se mimeticen en la comunidad, que finjan defender los valores y la democracia, pero cuyo objetivo sea combatirla apoyando el propósito de caos y violencia necesarios para llevar a la sociedad al estado de miedo, desamparo y zozobra necesarios para la aparición del “remedio”: Una convocatoria de unión nacional que debe ser plasmada en una Asamblea Nacional Constituyente hecha a medida de los bandidos. Igual a como sucedió en 1991, pero más “perfeccionada”.

-Impunidad judicial gracias a la complicidad de jueces y fiscales que, conscientes o no de su papel, colaboran con la sensación de injusticia en el país. Indultos, amnistías a terroristas.

De lo que se trata acá es de desprestigiar las instituciones, como si fuera ilegal combatir a los violentos, y de establecer una policía “del pueblo”, a lo chavista, “solidaria con las causas sociales”

Los gobiernos últimos, bajo el disfraz de “derecha”, no son otra cosa que mecanismos de desprestigio de la verdadera derecha; instrumentos para conseguir el hastío del pueblo respecto a la clase política logrando así que los bandidos, bajo la máscara de la anticorrupción y la lucha por la justicia, accedan al poder con el apoyo del voto popular, elegidos por el miedo o el agotamiento.

En Colombia, este proceso incluyó el desprestigio de las Fuerzas Militares y la eliminación del Fuero Militar; el alentar la corrupción de la Policía Nacional y la sensación de ser opresores de los ciudadanos (generales de la República narcos, agresión a ciudadanos indefensos, encomendarles tareas de represión, etc.). Como en nuestro país el Ejército ha sido una institución respetada, se inventaron el tema de los Falsos Positivos con la intención de crear una imagen distorsionada y odiada del Ejército. Ni así lo han logrado.

Fidel Castro y Álvaro Uribe

Hemos visto en estos últimos días, marchas violentas, desmedida publicidad de la tal “brutalidad policiaca”, desprestigio del papel del ESMAD reprimiendo a los violentos, llamados de ciertos sectores afines al gobierno para que los ciudadanos conformen frentes de “autodefensa ciudadana” que salgan a “defender policías, monumentos”, y, además “combatir a quienes quieran sembrar violencia en nuestras calles”.  Y la violencia se disparó en las calles.

Eso, ni más ni menos, es lo que este gobierno y la “oposición” quieren para tener la excusa de convocar a una “Unidad Nacional” que tendrá su escenario en una Constituyente.

De resaltar, sin embargo, es que muchos, muchísimos ciudadanos salieron a marchar pacíficamente rechazando -también de manera pacífica- las agresiones contra la policía, que han sido violentas e infames. Pero eso no basta. Un pequeño grupo de milicianos, entrenados para ocasionar caos y violencia, pueden causar estragos en cualquier marcha pacífica. Y eso quedó demostrado. Lamentablemente, también rodaron vídeos donde personas con uniformes de la policía ayudaban en los destrozos o alentaban a otros a cometerlos. Disfrazados o no, eso deberá determinarlo la Fiscalía.

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También vimos que el gobierno obligó a la policía a salir a disculparse con la ciudadanía por la supuesta “represión”. De lo que se trata acá es de desprestigiar las instituciones, como si fuera ilegal combatir a los violentos, y de establecer una policía “del pueblo”, a lo chavista, “solidaria con las causas sociales”, como si “causas sociales” fuera lo mismo que el vandalismo y el delito. Típico.

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Un joven que estaba atacando a la policía fue herido de gravedad, sin intencionalidad, pero, como ya es tradicional en la izquierda, el joven fue elevado a la categoría de mártir. Igual sucedió con el joven estudiante Gonzalo Bravo Pérez, un ingenuo muchacho que, convencido de que la “masacre de las bananeras” era un hecho verdadero (que no lo fue), salió a las calles a protestar y fue herido de muerte por la policía, hecho que fue capitalizado por el Partido Comunista para seguir sembrando el odio y la violencia en los años por venir.

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Iván Duque, su gobierno y su partido, pudieron haber declarado ilegales las marchas, debido a la violencia desatada. Eso lo contempla la Constitución. Pero no. En cambio, dejaron que los acontecimientos transcurrieran violentamente. Solo las determinaciones de algunos alcaldes, que decidieron implementar el toque de queda, impidieron cosas peores.

Al igual que Álvaro Uribe, Iván Duque está cegado por su propia vanidad que le impide ver que él no es un mesiánico elegido para guiar los destinos de Colombia hacia su amado socialismo. Duque no ve que él es un simple títere -uno más- de los Castro que lo usan como ficha desechable que será reemplazado y olvidado en los anaqueles del desprecio. Porque Duque está pasando a la historia como un pelele más, el peor, que se ha sentado en el solio de Bolívar. Sus sueños de grandeza quedaron reducidos a burlas y caricaturas. Nada más.

¿Y Uribe…? Uribe cree que su izquierdismo y todo lo que hizo apoyando esa ideología y destruyendo las Fuerzas Militares, serán suficientes para perdonarle las bajas de los cabecillas que, en su gobierno, se autorizaron. Esas bajas no significaron que Uribe no quisiera negociar con las FARC y ELN; al revés, todo su gobierno estuvo dirigido a realizar esos indultos y conversaciones. Y su problema con Juan Manuel Santos fue que éste último se robó el show de esas conversaciones que iniciaron en el gobierno de Uribe.

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Timochenko mismo ha manifestado varias veces que “estoy cansado de tenderle la mano a Uribe”, revelando que el expresidente le enviaba mensajes secretos para que se reunieran en privado. Con estas palabras, Timochenko le está diciendo a Uribe que no está dispuesto a ocultar más sus relaciones y que tampoco perdonará las muertes de sus compinches.

Colombia avanza a pasos agigantados hacia su “venezolanización”, en una serie de jugarretas de las cuales hemos advertido hace años.

¿Por qué no quieren entenderlo?

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