RECORDANDO AL GENERAL HAROLD BEDOYA (Q.E.P.D)
En ese entonces, la descertificación y las acusaciones infundadas contra las Fuerzas Armadas por parte de ONG de izquierda -de violaciones de los derechos humanos – repetidas sin investigación alguna por el Departamento de Estado, afectaban negativa y desproporcionadamente al Ejército
Recordando al General Harold Bedoya (q.e.p.d.)
El día que el General Bedoya y las Fuerzas Armadas de Colombia fueron reconocidos en Estados Unidos por su heroísmo
En ese entonces, la descertificación y las acusaciones infundadas contra las Fuerzas Armadas por parte de ONG de izquierda -de violaciones de los derechos humanos – repetidas sin investigación alguna por el Departamento de Estado, afectaban negativa y desproporcionadamente al Ejército
Por: Lia Fowler*
Mayo 9 de 2017
@lia_fowler
Para Harold Andrés y María Alejandra, hijos de un gran patriota.
Era el 14 de febrero de 1997 y el General Harold Bedoya se encontraba en la ciudad de Washington D.C., ante el Subcomité de Seguridad Nacional, Relaciones Exteriores y Justicia Penal del Congreso de los Estados Unidos. El presidente Bill Clinton había descertificado a Colombia y todo apuntaba a que la descertificación se extendería por otro año más.
Para los congresistas del Subcomité era claro que el gobierno de Ernesto Samper no estaba haciendo lo suficiente en la lucha contra las drogas. Pero era igualmente claro que la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas de Colombia no sólo estaban librando la batalla, sino que también estaban sufriendo las mayores pérdidas.
“¿Cuántos hombres ha perdido?” le preguntó el congresista Republicano Dennis Hastert al General Bedoya.
Bedoya explicó que, en 1996, las fuerzas armadas habían perdido 330 soldados en combate, y que 60 soldados seguían secuestrados en el sur del país, y otros 10 militares más en la región del Urabá.
En ese entonces, la descertificación y las acusaciones infundadas contra las Fuerzas Armadas por parte de ONG de izquierda -de violaciones de los derechos humanos – repetidas sin investigación alguna por el Departamento de Estado, afectaban desproporcionadamente al Ejército, pues Estados Unidos había suspendido la venta del armamento y la financiación necesaria para combatir el narcotráfico. Además, los Estados Unidos no permitían el uso de su armamento para confrontar a las FARC.
Pero, gracias al testimonio del General Bedoya, los congresistas entendieron la realidad: que las FARC se habían convertido en un grupo narco-terrorista, y que no se
podía combatir el narcotráfico sin la alianza de Estados Unidos y las Fuerzas Armadas de Colombia en contra de ellas. A través de su intervención y sus respuestas a los congresistas, el General demostró al Congreso de Estados Unidos que la mayor víctima del narcotráfico global era el mismo pueblo colombiano; que quienes pagaban con sus vidas en la lucha contra las drogas eran los soldados y policías colombianos, y que quienes realmente violaban los derechos humanos eran los narco-terroristas de las FARC.
Al finalizar la audiencia, el Representante Hastert calificó los esfuerzos del General Bedoya y de las Fuerzas Armadas como “heroicos, “ y añadió:
“Sus esfuerzos ciertamente son nuestra mayor esperanza contra la plaga que nos acecha, que acecha a nuestros niños, a nuestro país, y a nuestros ciudadanos que quieren vivir una vida decente… No sé cómo se propone un premio Nobel de Paz, pero creo que usted se lo merecería por su valeroso esfuerzo. Espero poder decir que los apoyamos, y que este país los respalda.”
Hastert fue fiel a su palabra, pues fue él quien eventualmente, ante la oposición tremenda de los congresistas del partido Demócrata en Estados Unidos, diseñó y consiguió el apoyo de la Casa Blanca para el Plan Colombia.
Y todo comenzó ese 14 de febrero, con esta declaración del General Harold Bedoya, que en paz descanse:
Palabras del General Harold Bedoya ante el Subcomité de Seguridad Nacional, Relaciones Exteriores y Justicia Penal del Congreso de Estados Unidos el día 14 de febrero de 1997.
Señor Presidente del subcomité, miembros del subcomité, gracias por haberme invitado a esta audiencia. Como el soldado más antiguo de Colombia, y como Comandante de las Fuerzas Armadas, me gustaría expresar la amistad que las Fuerzas Armadas de Colombia sienten por los Estados Unidos. No es una amistad nueva, nació cuando hace muchos años luchamos juntos para defender la libertad y la democracia en Korea.
Quiero informarles que las Fuerza Armadas de Colombia entraron de lleno a la guerra contra el narcotráfico el año pasado. El gobierno decidió en ese momento que el narcotráfico constituía una agresión y un ataque contra el pueblo colombiano y contra el país. También se decidió que la policía no tenía la capacidad ni los recursos para combatir grupos como los que se están enfrentando. Adicionalmente, se descubrió que en las selvas de Colombia, que cubren una tercera parte del territorio, los laboratorios de cocaína y otras drogas estaban siendo protegidas por grupos que ahora son narco-terroristas.
El 30 de agosto del año pasado, en la región del Caquetá, perdimos 26 soldados en combates contra estos narcotraficantes. Actualmente tenemos más de 60 soldados secuestrados en poder de estos narcotraficantes. Esto sin mencionar [soldados asesinados en] otros esfuerzos y actividades que hemos llevado a cabo en otras regiones, como en el Guaviare y Putumayo. Pero estos sacrificios no han sido en vano. Hemos tenido grandes logros en cuanto a la destrucción de laboratorios y la captura de aliados de los narcotraficantes. Hemos trabajado con la policía nacional para combatir diferentes elementos del tráfico de drogas.
Como colombianos entendemos que debemos destruir los laboratorios y los cultivos de droga donde sea que se encuentren en Colombia. Pero también entendemos que el narcotráfico es un problema de toda la región. Muchos otros países, como Perú y Bolivia también combaten esta plaga. Los Estados Unidos combate el problema del consumo de drogas. Y otros países producen los precursores químicos necesarios para producir drogas ilegales. Se ha creado toda una infraestructura para fomentar este tráfico ilícito.
Nosotros los colombianos hemos sufrido a manos de los narcotraficantes. Sin embargo, nuestra tradición es de libertad, de trabajar para acabar con esto. Por eso es tan importante que, en esta lucha, en esta guerra contra el narcotráfico, encontremos aliados, que encontremos compañeros de lucha, y que lleguemos a el entendimiento necesario para eliminar el problema.
Las Fuerzas Armadas de Colombia han sufrido las consecuencias de la descertificación. Nuestros oficiales jóvenes no han podido volver a cursos de entrenamiento en los Estados Unidos. Diferentes tipos de ventas de armamento se han suspendido, entre ellos los casos de Ventas a Ejércitos Extranjeros (FMS). Es difícil de entender cómo es que, en esta lucha, en la cual todos debemos trabajar para lograr una solución, los que realmente sufrimos los efectos de la descertificación somos los que estamos dando la batalla en las selvas y las montañas. En algunas regiones no tenemos ni la munición necesaria para dar la batalla, mucho menos helicópteros.
Por otro lado, nuestro enemigo común, los narcotraficantes, tienen a su disposición una flota de aviones y otros equipos, y no tienen ninguna restricción ni para adquirir equipos ni para encontrar los fondos.
En una batalla frontal, hay que identificar bien al enemigo. Nosotros no somos el enemigo. El enemigo es el narcotráfico internacional que prevalece en todo el mundo. El pueblo colombiano se puede caracterizar como noble, trabajador, y también ha sufrido.
Nosotros consideramos a los Estados Unidos un aliado en esta lucha y esperamos que podamos seguir luchando juntos para ganar la batalla.
El año pasado, las Fuerzas Armadas de Colombia gastaron $24 millones de dólares del presupuesto en actividades en el sur del país. Ahí destruimos laboratorios y otros elementos que hubieran producido 45 mil millones de dosis de cocaína, con un valor comercial de $285 mil millones de dólares.
Señor presidente del subcomité, gracias por la oportunidad de estar ante ustedes hoy.
*Lia Fowler is an american journalist and former FBI Special Agent.
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