SANTOS Y GARZÓN: UN VERDADERO FALSO POSITIVO
Los seguidores de Andrés Felipe Arias no encuentran contradicción en votar por Angelino Garzón, férreo defensor del despeje de Pradera y Florida
SANTOS Y GARZÓN: UN VERDADERO FALSO POSITIVO
Por Alberto Acosta Ortega*
“Soy Conservador pero votare por Santos”, me confesaba un viejo amigo porque, según él, la candidata de su partido “no encarna el pensamiento y doctrina conservadora”. Le hice entonces las siguientes preguntas: ¿Puedes estar contra el aborto y aun así votar por Santos-Garzón? ¿Puedes estar en contra del matrimonio y adopción por homosexuales y aun así votar por Santos-Garzón? ¿Puede estar en contra de la eutanasia y aun así votar por Santos-Garzón? ¿Puedes considerar el neoliberalismo como la gran catástrofe económica de Latinoamérica y aun así votar por Santos-Garzón? ¿Puedes odiar profundamente el comunismo y un así votar por Santos-Garzón? ¿Puedes apoyar a las FF.MM., defender el fuero militar y aun así votar por Santos-Garzón? ¿Puedes creer que el camino del dialogo con la guerrilla ya esta agotado y aun así votar por Santos-Garzón? ¿Apoyaste el no al despeje de Florida y Pradera y aun así quieres votar por Santos-Garzón?. Aceptó la contradicción de las dos posiciones, pero aún así sostenía su voto por Santos-Garzón, porque según él: “seguirá la política de seguridad democrática de Uribe y para lograr aquello era necesario primero la derrota de los terroristas”. Nada más falso que este supuesto sobre el candidato del Partido de la U.
La seguridad democrática tuvo su concepción en el fortalecimiento y entrenamiento de las Fuerzas Armadas, resultado del Plan Colombia suscrito por Andrés Pastrana con los EE.UU. Fue cuando se crearon las brigadas móviles, los comandos conjuntos, aumentaron las operaciones y mejoraron las instalaciones, se enviaron a cientos de soldados a entrenamiento especial, el gobierno gringo donó millones de dólares en tecnología para el Ejercito de Colombia y compartió mucho de sus secretos militares para enfrentar juntos el narcotráfico. La llegada de Uribe le dio comienzo a la más exitosa ejecución, de toda nuestra historia, de una política de paz basada en la seguridad nacional y en la confianza de nuestras Fuerzas Militares. Nunca antes la opinión pública le daba un abrumador voto de confianza a un presidente que en lugar de recurrir a discursos de dialogo y negociación para conseguir la paz, lo hacia por medio de la defensa de la Constitución y las leyes colombianas, confiado plenamente en la labor de nuestros soldados y policías.
Dos ministros ejecutaron esa gran labor con acierto y progreso, pero no podemos decir lo mismo de los dos que los sucedieron. No sabemos si con pleno conocimiento o por ingenuidad le pusieron freno tan exitosa tarea. Ellos abrieron las puertas a la vigilia constante de las ONG nacionales y europeas, que con lupa examinaban cualquier combate con la guerrilla buscando ocasión para incriminar a los miembros de las FF.MM., entregando a los soldados de Colombia a la insaciable Fiscalía, voraz por ganar indulgencias con el sacrificio de otros. Prestantes hombres de honor que otrora comandaron las mas feroces y exitosas batallas contra el narcotráfico y el terrorismo, fueron llevados uno a uno a estrados judiciales por un Fiscal de dudosa procedencia y mérito pero con sobrados diplomas para inventarse artimañas y mentiras en contra de los héroes que comandaron exitosas operaciones en el pasado. Fueron cuatro años continuos de ataques y persecuciones a nuestras FF.MM., ya no desde el lado militar sino judicial. Lo que ganaban nuestros soldados en el campo de batalla lo perdían con creces en los estrados.
La política de seguridad democrática empezó entonces a perder terreno, al desmoronarse el pilar fundamental de ella: El poder combativo de nuestra Fuerza Pública. Llegó entonces un ministro que le dio una puñalada: acusarla de asesina y violadora de DD.HH., para entregársela a la justicia ordinaria. Los falsos positivos se convirtieron en un viacrucis de soldados que después de combatir por la Patria, eran denigrados y abandonados por el Estado que con honor y valor defendían. Los que en otrora eran unos férreos combatientes se encontraban frente a una disyuntiva: atacar con tenacidad a su enemigo o correr el riesgo de ser acusado, judicializado y condenado a varios años de cárcel. Un cálculo político del entonces ministro Santos ‘enjuicio’ sin pruebas un grupo de generales y suboficiales para salvarse él mismo acusando de asesinos a jóvenes indefensos y decapitando en la palestra publica a miembros de las Fuerza Pública con insigne trayectoria.
Santos como ministro presentó un proyecto de ley para acabar definitivamente con la Justicia Penal Militar, que afortunadamente no tuvo éxito. Usó también sus influencias para enlodar a un digno Almirante de nuestros mares vinculándolo con el sucio negocio del narcotráfico. Mientras los triunfos de nuestro Ejército, como la Operación Jaque o la Operación Fénix se las adjudicó él, los falsos positivos se los incriminaron a algunos oficiales y suboficiales de intachable proceder. Mientras valientes colombianos combatían contra las Farc y entregaban sus vidas, el entonces ministro se movía cómodo entre cocteles y el club de golf, jactándose de las proezas de aquellos y filtrando información privilegiada a los medios para ganarse el crédito político de esos triunfos. Esas son las artimañas de este siniestro personaje.
Ahora Santos pretende presentarse como el heredero legitimo de Uribe y de los éxitos de la Seguridad Democrática, pero para quienes con rigor han seguido su gestión pública durante los últimos 20 años, no representa más que un personaje siniestro, calculador, camaleónico y capaz de traicionar a sus propios mentores y compañeros con el fin de lograr su cometido, puede saltar del gavirismo al samperismo, o del pastranismo al uribismo sin vergüenza alguna. Santos, el mismo que fue capaz de reunirse con grupos armados ilegales para formar un ‘frente común’ con el fin de deponer al entonces presidente Samper, es un verdadero falso positivo. No solo los hombres de la Fuerza Pública son victimas de esta mente siniestra, sino el mismo presidente Uribe, que no recibió el respaldo decidido de Santos a la reelección, y quienes se convertirían en sus posibles competidores y obstáculos para llegar a la presidencia: Pardo, Vargas, Arias, y ahora Noemí.
La candidatura Santos-Garzón me recuerda al basilisco que describía Laureano Gómez, un engendro mortal y degenerado que se preparaba para destruir a Colombia, en sus palabras: “era un monstruo que tenía la cabeza de un animal, el rostro de otro, los brazos de otro más y los pies de una criatura deforme, formando el conjunto un ser tan espantoso y horrible que sólo mirarlo causaba la muerte. Nuestro basilisco se mueve con pies de confusión y estupidez, sobre piernas de brutalidad y violencia que arrastran su inmensa barriga oligárquica; con pecho de ira, brazos masónicos y una pequeña, diminuta cabeza comunista”.
A Santos lo siguen los uribistas ciegos y obedientes al ídolo de barro que ellos mismos crearon, sometidos a un encantamiento , que como diría el ex presidente del partido de la U Luis Carlos Restrepo, una “magia que funciona, porque ni siquiera los seguidores de Andrés Felipe Arias encuentran contradicción en votar por Angelino Garzón, férreo defensor del despeje de Pradera y Florida que nunca acompañó al presidente Uribe cuando fue candidato, ungiéndolo ahora como la persona que asumirá la Presidencia en caso de ausencia del doctor Santos. No se dan cuenta que están encumbrando a quien puede convertirse en un Zelaya colombiano”. Están embrujados como mi viejo amigo, capaces de ir en contra de sus propias creencias y principios por miedo, temor o terror a darse cuenta que su supuesto ídolo es una estatua con pies de barro.
*Ingeniero de Sistemas de la Universidad de Los Andres. Desde Colombia
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