¿UNA CONSTITUYENTE CON LAS FARC EN ARMAS?
¿Paz verbal mientras el santismo insulta y reprime la crítica legítima y necesaria contra la aventura de La Habana y presenta a los lanzadores de alerta como “enemigos de la paz”?
¿Una constituyente con las Farc en armas?
¿Paz verbal mientras el santismo insulta y reprime la crítica legítima y necesaria contra la aventura de La Habana y presenta a los lanzadores de alerta como “enemigos de la paz”?
Por Eduardo Mackenzie
17 de febrero de 2016
Leí la entrevista que concedió Ernesto Yamhure a El Espectador. Hostil al uribismo, ese matutino creyó haber encontrado una fuente que confirmaría que hay una brecha política en el Centro Democrático. Yamhure, quien es un periodista exiliado en Estados Unidos y una víctima de intrigas del mamertismo, no confirmó esa hipótesis. Sin embargo, él se muestra partidario de una asamblea constituyente como único mecanismo para aprobar o rechazar las componendas entre Santos y las Farc que éstos llaman “proceso de paz”.
Esa visión merece unas glosas. Habría que distinguir dos cosas: una es la idea de la Constituyente que se hacen las Farc. Otra la que manejan algunos líderes del CD. Para las Farc, la constituyente es sólo un medio, un instrumento para imponer mediante presiones de todo tipo su programa totalitario. Quieren legitimar allí su ventajismo excluyente. Para el CD, en cambio, la constituyente es la culminación de un debate sobre lo que debe ser un país moderno y libre. Necesitamos una nueva carta política que saque a Colombia del desorden institucional generado por la calamitosa constituyente de 1991 y que evite el contagio chavista que las Farc impulsan.
Estamos pues ante dos visiones antagónicas de la asamblea constituyente. La línea de finiquitar el proceso de paz en una constituyente existe hace tiempo dentro del CD y es legítima, aunque no todos la compartan. Yo, personalmente, no creo que la salida sea exclusivamente mediante una AC. El proceso de validación o no de los acuerdos Santos-Farc será más complejo: podría incluir tanto un plebiscito, o una variante de eso, y, además, una constituyente elegida por los colombianos, no designada a dedo por las camarillas políticas. El CD está en mora de lanzar al ruedo un proyecto de nueva Constitución, para que el debate sobre lo que debe contener la nueva carta tome forma. Es la mejor vía para derrotar las ambiciones de las Farc y sus recetas castristas ya plasmadas en los acuerdos con Santos.
El error de Yamhure consiste en no ver que el juego actual es entre dos versiones divergentes de la constituyente. Él estima que habrá, fatalmente, una constituyente y que en ésta las Farc participarán lealmente como un actor no armado. Es lo que dice, en substancia, Yamhure en El Espectador. Sin embargo, hasta hoy las Farc no han prometido ser un actor no armado. Ellos reiteran que guardarán sus armas y que la operación de “dejación de armas” se hará de espaldas a todo el mundo: sin testigos del gobierno y sin testigos de la ONU ni de otros organismos internacionales. Luego no habrá desarme del terrorismo y la creencia de Yamhure en una constituyente no trucada, ni bajo la presión de un partido armado, con honrados actores civiles, es angelista y capituladora. Una constituyente en esas condiciones sería muy peligrosa para Colombia. ¿Una constituyente con las Farc en armas deliberará sin presiones violentas?
Yamhure agrega que “todos tenemos que empezar a desarmar nuestros corazones si queremos reconciliación”; que debemos hacer “una paz verbal” y “cambiar el tono”.
Yamhure parece no darse cuenta de que el llamado proceso de paz con las Farc y el proceso de paz con el Eln no son dos
procesos. Es uno solo. Es un bloque aunque éste tenga dos dinámicas aparentes: el uno estaría en marcha y el otro estaría en ciernes. En realidad, estamos ante un mismo plan de conquista del poder por fuerzas narcoterroristas. Lo acaban de decir ellos mismos, los jefes de las Farc: la negociación de paz con el Eln es esencial para el cese de hostilidades. La revelación que esa gente acaba de hacer no puede ser ignorada. Es una decisión de gran alcance. Ello confirma que la tregua de las Farc no es sino una operación en donde las bandas se dividen el trabajo. Los de Timochenko hacen la charlatanería de la paz, para enmascarar el verdadero proceso que lleva hacia un gobierno provisional revolucionario. La gente de Gabino se ocupa de seguir atacando al Estado y a la población civil. Las amenazas, los paros armados y las atrocidades hacen parte del falso proceso de paz. Esos dos sectores son un bloque, se apoyan y se mueven con una línea política común: la acordada en la reciente entrevista en Cuba entre los jefes de las dos organizaciones.
La nueva ola violencia del Eln es una arista de la política de las Farc y viceversa. El horrible acto protagonizado en estos días por Iván Cepeda y Ángela Robledo, en el Carmen de Chucurí, donde fueron a aterrorizar a la población utilizando el pretexto de levantar una estatua al fallecido sacerdote Camilo Torres quien abandonó su sotana y sus ideales ético-religiosos para irse a matar colombianos, es el anuncio de lo que esos grupos, las Farc y el Eln, hacen y harán en el resto del país con el respaldo de Santos.
¿Debe haber “paz verbal” y constituyente tranquila con un bloque armado que juega doble y triple y sigue engañando, amenazando, matando y secuestrando? ¿Paz verbal mientras el santismo insulta y reprime la crítica legítima y necesaria contra la aventura de La Habana y presenta a los lanzadores de alerta como “enemigos de la paz”? Santos sabe que sin el expresidente Álvaro Uribe y sin el CD, y sin los millones de colombianos que desconfían de los pactos de La Habana, no podrá sacar adelante su engendro socialista.
Por eso intenta arrastrar al senador Uribe y al CD al pantano de las conversaciones y a la ficción de una constituyente sin sobresaltos. Yamhure tiene la decencia de seguir su reflexión sobre Colombia a pesar de su exilio. Una actitud más alerta ante esas presiones contra su país no le vendría mal.
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