URIBE DARÁ LA BATALLA POR SUS IDEAS
Parece que Santos está gobernando con los comunistas, el Polo Democrático, el MOIR e incluso acepta con algunas ideas de las FARC
El debate sobre la seguridad en Colombia
Entrevista a José Obdulio Gaviria, analista político y ex asesor del presidente Álvaro Uribe
Por Ricardo Angoso
Abril 05 de 2012
Sabido es que José Obdulio Gaviria es el principal ideólogo de lo que se conoce en Colombia como el uribismo. Hombre de ideas firmes y serenas, Obdulio Gaviria fue el principal asesor del ex presidente colombiano Álvaro Uribe, y también se le considera como el “diseñador” de la denominada doctrina de “seguridad democrática”, que consiste en intensificar la lucha contra el terrorismo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) desdeñando cualquier forma de acuerdo y el diálogo con esta organización. La prestigiosa revista colombiana Semana le llegó a considerar en su momento como el “Rasputín de Uribe”. En la actualidad, sin abandonar la actividad política y periodística, preside el prestigioso Centro de Pensamiento Primero Colombia y ha puesto en marcha la Fundación Internacionalismo Democrático, que pretende luchar contra el neopopulismo y el chavismo en América Latina.
Ricardo Angoso: ¿Qué percepción tiene de cómo está ahora la seguridad pública en Colombia?
José Obdulio Gaviria: Quien creyera que una país como Colombia pueda depender, en materia de la seguridad, de una concepción teórica, es decir, que la iniciativa la tiene la teoría sobre la práctica, habría que decirle que tiene razón y eso es, en cierta medida, lo que está ocurriendo. Pero yo creo que el ejercicio firme de la seguridad es el ejercicio de la autoridad, y me explico en lo que digo: hasta Pastrana se definió a las FARC y al Ejército de Liberación Nacional (ELN) como fuerzas beligerantes en estado de guerra o en conflicto interno armado y el tratamiento fue de ejércitos o partidas políticas en armas. Por ejemplo, los Estados Unidos no permitían utilizar los helicópteros implicados en el Plan Colombia para luchar contra el narcotráfico en el llamado conflicto interno armado e incluso se impedía desde las Naciones Unidas la reconstrucción de los cuarteles donde las FARC y el ELN habían llevado a cabo sus acciones destructivas; se decía que eso era impedir la distensión y seguir unas políticas que no aplacaban el conflicto.
Pero entonces llega Uribe y reconstruye los cuarteles, crea las organizaciones de cooperantes en la lucha contra el terrorismo, formadas por cinco millones de ciudadanos, y logró convencer a todos los países del mundo de que a las bandas terroristas había que hacerlas frente con todos los instrumentos que un país tenía a su alcance, incluyendo a los helicópteros del Plan Colombia. Y los resultados a la vista están. Incluso la ciudadanía se involucró en este trabajo y contribuyó a un refinanciamiento de la fuerza pública con un impuesto denominado de patrimonio. Fuimos capaces de luchar contra el terrorismo y arrinconar a las FARC.
A través de un centro de pensamiento, que se llama FIP, Fundación Ideas para la Paz, que siempre fue dirigida por el principal asesor del presidente Santos, Sergio Jaramillo, se ha dictado una doctrina interna nueva: que sí estamos en conflicto interno armado y que hay que tratar a las FARC como partido armado en armas, que hay que tener generosidad con la banda. Y, además, se han desmontado todos los mecanismos que había desde la justicia para desarmar a las FARC y al ELN, pero en general al terrorismo. Los resultados de esta política, entonces, están a la vista: los soldados se sienten abandonados en la batalla contra el terrorismo, mientras que a renglón seguido un colectivo de abogados comienza una batalla judicial en cuanto se inicia un operativo. Así se llega a considerar toda la actividad del Estado en la lucha contra el terrorismo como criminal y que sus acciones están coordinadas con el paramilitarismo, algo que nunca se ha llegado a comprobar y que no es cierto. Pero si hubiera sido política de Estado no olvidemos que el presidente Santos fue ministro de Pastrana y de los presidentes Gaviria y Uribe, entonces él estaría implicado en un régimen de carácter ilegal y tiránico que perseguía a la oposición como terroristas. En consecuencia, las fuerzas de seguridad, tanto la policía como el ejército, no saben qué hacer; las bandas criminales, las bacrim, no son perseguidas por las Fuerzas Armadas, en muchos departamentos donde tienen mucha fuerza, incluso más que los terroristas. Y no se las persigue porque como no hacen parte del conflicto armado son lo que se llama criminalidad común, entonces sigue creciendo el problema. Hemos tenido paros armados, secuestros masivos, suspensión del flujo de carbón y petróleo, apagones por la voladura de torres de energía; estamos en una situación parecida a la de hace años, al estado anterior de que se posesionara el presidente Uribe, que fue enérgico frente a estos hechos y puso orden en el país. Hemos retrocedido claramente en materia de seguridad.
R.A.:¿Habrá un cierto malestar en las Fuerzas Armadas ante estos hechos?
J.O.G.: Las Fuerzas Armadas en Colombia no tienen justicia penal ni militar. ¿Cómo quieren que unas Fuerzas Armadas que se hallan, como dicen, en conflicto armado o bajo la amenaza del terrorismo estén sujetas a la justicia común? Una justicia, además, que considera en algunas ocasiones que juzga a las FARC como una fuerza que actúa con cierta razón. Se busca una supuesta reconciliación con la banda terrorista más que una verdadera y efectiva persecución a sus efectivos y columnas.
R.A.:Hay una percepción a nivel de calle que no se traduce a nivel mediático de que la inseguridad pública ha ido a peor, ¿cree que es cierta esa idea?
J.O.G.: El gobierno del presidente Uribe no se metió nunca en el asunto de los medios, ni para bien ni para mal, no se
hacían guiños ni se perseguía a nadie. Mientras que hoy desde el propio Palacio de Nariño –la residencia del Presidente de la República de Colombia- hay un comisario político que se llama Juan Mesa, que visita a los medios y que de una forma dulce, sedosa, avisa a los que son críticos que de continuar con esa línea de oposición, de ataque, se les persiga de alguna manera o que sutilmente sufra represalias. Esa es la realidad de lo que está pasando con los medios y explica las posiciones de algunos de ellos, tan sumisos ante el poder.
R.A.: Parece que hay un diálogo en ciernes entre las FARC y el ejecutivo de Santos, ¿hacia dónde crees que va?
J.O.G.: Bueno ya hay algo en marcha, como unos “Lineamientos para un proceso de paz”, del ya citado FID, donde ya se dice abiertamente, y se critica que Uribe diera el mismo tratamiento a las FARC y a los paramilitares, que nunca debieron ser tratados más que unos meros delincuentes mientras que a los terroristas de la banda marxista se les debería haber tratado como un grupo político alzado en armas. Con las FARC se debe dialogar sobre temas políticos y constitucionales, proceso que debería dar como resultado de una negociación política con el grupo tendente a su plena inclusión en el juego político colombiano como actores de pleno derecho, incluso proponen de una forma directa un cambio constitucional que imposibilitaba beneficios para los terroristas. Creo que es un punto de partida inaceptable. También tratan de que el Estado colombiano intervenga ante la comunidad internacional, en una acción política y diplomática, para convencerla de que en aras de la paz se debe de aceptar de que los terroristas no vayan a la cárcel, ignorando a la víctimas y sus acciones criminales; para lograr que el proceso arranque y llegue a los resultados propuestos. Estamos hablando de que ya hay una teoría, expuesta por un foro cercano al oficialismo, y una puesta práctica, que fue la que vimos el otro día en la reunión del presidente Santos, en La Habana, con los presidentes de Venezuela y Cuba, Hugo Chávez y Raúl Castro, respectivamente. Todo parece que camina en esa dirección, en la de un proceso de paz sobre bases erróneas que no pasan por la derrota de los terroristas.
R.A.:¿Eres optimista con respecto a ese proceso, hacia dónde cree que va?
J.O.G.: Es que cuanto más optimista es uno más grave es el problema porque el problema real es que se reúnan con los terroristas. Y cuando se reúnan volveremos a conocer la dimensión del problema porque todos conocemos como son las FARC; ya que está organización es en todas sus concepciones, discurso y práctica igual a ETA, como he podido demostrar en numerosos de mis escritos y estudios. ¿Qué optimismo puede haber de que se reúna el gobierno español con ETA para tratar algo distinto a la desmilitarización, la desmovilización y la entrega de las armas de los terroristas? Luego, a la cárcel, aceptando unas penas por sus crímenes. Pero aquí el optimismo se entiende por hablar con los terroristas en otros términos bien distintos, y se exhibe un discurso donde se trata de presentar al ex presidente Uribe como guerrerista y fascista por haber hecho frente al terrorismo de una forma enérgica y efectiva, presentándolo como un espécimen de extrema derecha.
Uribe, sin embargo, trajo a Colombia los mejores momentos de paz con sus políticas. Trajo la confianza inversionista, la cohesión social y la tranquilidad a las calles de Colombia, precisamente porque tenía una correcta definición de lo que era el verdadero problema de la seguridad en Colombia. Se trataba de nuestra política de seguridad democrática.
R.A.:¿A qué responden estos procesos contra los antiguos dirigentes situados en la primera línea del uribismo?
J.O.G.: Cada vez es más claro que hay una intencionalidad política. La justicia colombiana tiene varias variables que explican estos movimientos. Sufre una politización enorme en contra del presidente Uribe y me atrevería a decir que es militante a este respecto. Pero tiene una explicación clara: el presidente Uribe no se plegó a los intereses de determinados sectores, claramente señalados y que hoy participan de esta persecución, incluso la lideran. Por ejemplo, la persecución al ex ministro de agricultura Arias es absolutamente política, habiendo sido reemplazada su política agraria por una nueva que sigue los lineamientos de la que defiende abiertamente las FARC. Nosotros, en la agricultura, diseñamos una política absolutamente opuesta a la que pretendían las FARC y sus organizaciones satélites, mientras que hoy desde el gobierno se impulsan políticas bien distintas. Pero esta nueva política ya está mostrando su fracaso y al día de hoy, haciendo balance, se ha sembrado un 20% menos en hectáreas que durante el ejercicio de gobierno del presidente Uribe.
R.A.:Ya que la ruptura entre Uribe y Santos ya es clara y notoria, ¿por qué Uribe no da la batalla política y conforma un partido claramente en la línea de oposición al presidente?
J.O.G.: El presidente Uribe ya está pensando abiertamente en intervenir en la vida política a través del partido de la U. Entrando de lleno en sus eventos y ganando espacios para hacer avanzar sus políticas de seguridad. Va a dar la batalla, como ha hecho siempre. Ya ha estado en la agenda internacional explicando sus posiciones y convicciones, pero ahora va a dar el paso de entrar de lleno en la vida política del país. Va a haber próximamente un pronunciamiento claro del presidente Uribe acerca de las leyes de víctimas y tierras y también sobre la seguridad, y esta entrada en la política colombiana, le aseguro, va a ser este año, no se va a demorar. Y lo va a hacer a la manera de Uribe: con datos, argumentos y la demostración de que las cosas hay que mostrárselas a la ciudadanía de una forma práctica y gráfica.
R.A.:¿Es que parece que la única oposición a Santos es Uribe, no es así?
J.O.G.: Es que incluso los progresistas son santistas. Yo recientemente tuve un debate con alguien cercano al alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, y me sorprendió la declaración de amor de este progresista hacia Santos, denostando abiertamente a Uribe. Parece que Santos está gobernando con los comunistas, el Polo Democrático, el MOIR e incluso acepta con algunas ideas de las FARC, como en el asunto agrario al que me referí antes. No olvidemos que Santos provocó el caos electoral en las elecciones de Bogotá, apoyando a las candidaturas de Galán, Luna y Parody, para dejar libre el camino a que el líder de la izquierda, Petro, fuera elegido en detrimento del candidato que apoyó Uribe. Luego, claro está, los que le hicieron este trabajo fueron premiados con diversos cargos políticos en su administración, como era fácil de prever. Era algo cantado que iban ocupar puestos responsabilidad, y Petro fue elegido con un resultado mediocre, el 30% de los votos, a merced de esa treta.
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