YO CONOZCO A ABELARDO DE LA ESPRIELLA
Ricardo Puentes Melo 12/25/2025 1
El Dr. Abelardo de la Espriella
Por Ricardo Puentes Melo
Diciembre 24 de 2025
@ricardopuentesm
Hace varios años que dejé de escribir por este portal porque el golpe que el uribismo nos propinó, con dinero de los contribuyentes, fue casi mortal.
El gobierno de Iván Duque, una de las cabezas de la hidra, que comparte el cuerpo monstruoso con Santos, Uribe y Petro, pagó una cifra fantástica para que desde Rusia se cocinara y ejecutara el golpe brutal que dejó a Periodismo Sin Fronteras con estertores de muerte de los que no había retorno.
Pero lo hubo… A medias. Se recuperó algo de la información pero el sabotaje continuó, esta vez de manos a quienes considerábamos amigas. Nada salía bien, todo se caía, todo estaba hackeado. Una pesadilla.
Finalmente, a mediados de este año apareció un maravilloso personaje que invirtió muchos recursos en este proyecto, y recuperamos algo de lo publicado; lo suficiente para, como dice Rocky, “un asalto más”.
Pero eso es otra historia. Vamos a lo que vinimos.
Conozco a Abelardo de la Espriella, me simpatiza, le tengo aprecio, y desde hace años le venía insistiendo para que se lanzara como candidato presidencial. No es que él lo haya hecho gracias a mí, ni más faltaba (de hecho, creo que siempre estuvo cocinando la estrategia para lanzarse al ruedo político, con el éxito que todos vemos).
Cuando le propuse esa idea a Abelardo nació de mi corazón, como cuando uno está despechado y ve cruzar a cualquier zunga hermosa por ahí y, sin conocerla, piensa en cómo sería formar una familia con ella, convertirla en la madre de sus hijos. En medio del “despecho” por mi patria, de ver cómo la estaban asaltando sexualmente los políticos de siempre, quise ver en Abelardo el “outsider” que necesitaba Colombia.
Pero cuando se lanzó, sucedió precisamente lo del candoroso enamorado que va descubriendo facetas desconocidas sobre la enamorada a quien desposará.
Conozco a Abelardo de la Espriella. Me parece, todavía, un tipo simpático, muy inteligente, de buen gusto para la comida, el vino y el vestido. Con Abelardo jamás se podrá “ganar” una conversación sobre vinos, sobre las mejores entradas, platos fuertes ni restaurantes en Winwood o Design District. Si uno tiene una reunión con Abelardo en un restaurante, y se quiere pasarla bien, hay que dejar que él sugiera todo, desde las entradas hasta el tipo del café final.
Abelardo no es un “corroncho”; es alguien que sabe de música, de libros, de leyes, de arte. Es un tipo culto. Es un abogado brillante.
Conozco a Abelardo de la Espriella desde que coincidimos en un debate sobre las negociaciones con las FARC. Él estaba a favor y yo estaba en contra. Bueno, ¡el único que estaba en contra era yo! Allí estaba, si mal no recuerdo, María Ximena Dusán, un gurú del periodismo, “padre del periodismo en Colombia”, recientemente fallecido, cuyo nombre no recuerdo (Restrepo?), un tipo de apellido Riveros, Abelardo, el dueño del programa (Hassan Nassar) y yo.
Al final de la controversia donde todos me atacaban, iba yo saliendo y Abelardo me cortó el paso y me dijo con su acento costeño: “tenemos mucho en común, comandante”.
No recuerdo si le contesté. Yo salí del set de grabación todavía usando un bastón, producto de un apuñalamiento que me regaló la mamertería en una calle del centro de Bogotá y que me mantuvo casi tres meses subiéndome a Transmilenio encorvado y apoyado en ese bastón que alguien me prestó y que luego me quitó para que no me acostumbrara al increíble encanto de despertar pesar en los demás mortales.
No creo que Abelardo llegue a esas alturas intelectuales del Derecho, no creo que pueda sostener una conversación sobre temas Constitucionales con Manuel Gaona Jr
Varios años más tarde me lo encontré en Miami. Hablamos de todo pero me pidió muy respetuosamente: “Eche, hermano… Te suplico que en mi presencia no hables mal del comandante Uribe, él es mi amigo, lo aprecio, creo en sus buenas intenciones y aunque tú tengas todas las pruebas del mundo para demostrar que Uribe es un hijueputa, es mi amigo y no puedo aceptar que se hable mal de mis amigos en mi presencia”.
Acepté ese principio.
Así que cuando se lanzó a la carrera presidencial, no fue sorpresa para mí. Me alegró mucho. Y así se lo hice saber a varios de mis amigos.
Pero ellos me respondieron con varios argumentos válidos:
- Ha sido defensor de bandidos de la peor calaña
- Es ficha de Uribe
- Es lavador de dinero de narcos venezolanos
El primer punto, de ser defensor de criminales de la peor laya, no me preocupaba mucho. Soy de familia de juristas; desde que mis antepasados llegaron a la hoy Colombia, en 1611, y ejercieron el Derecho, fundaron facultades de Derecho en las mejores Universidades del país (que ellos o sus hermanos también fundaron). Ser abogado fue uno de mis mayores sueños, si no el que más, que solo saboteé yo para no darle gusto a mi padre de tener un hijo abogado (ni uno médico, que también auto-saboteé!). Amo esa carrera, amo la historia del Derecho y me deleito en las mentes brillantes constitucionalistas como las de los Gaona, padre e hijo.
No creo que Abelardo llegue a esas alturas intelectuales del Derecho, no creo que pueda sostener una conversación sobre temas Constitucionales con Manuel Gaona Jr., ni que aguante un debate sobre el gran teórico del derecho penal, el maestro Francesco Carrara, a quien descubrí hace varios años y de quién quedé prendado en cuanto a la lógica del derecho penal romano, que nos rige ancestralmente.
Pero no nos vayamos por las ramas.
Como apasionado de Carrara, entiendo que un abogado no solo puede sino que debe defender criminales, ese es un deber ético esencial para la concepción de justicia en el Derecho romano.
Carrara dice en sus obras, especialmente en los “Opuscoli di diritto criminale” y el “Programma del corso di diritto criminale”, que la defensa penal es una misión noble y garantista, y que el abogado debe defender con la misma dedicación a ricos y pobres, inocentes o culpables, por lo siguiente (discúlpenme si me equivoco en algo, abogados):
– La defensa es un pilar del proceso justo, que protege no solo al acusado, sino al sistema entero contra errores judiciales y abusos de poder.
– El proceso penal debe servir para descubrir la verdad, preservar a los inocentes de condenas injustas y asegurar que incluso a los culpables se les aplique solo la pena proporcional y legítima.
– Defender no implica aprobar el delito, sino garantizar los derechos humanos y el debido proceso, alineado con su visión clásica del derecho penal como «tutela jurídica».
Para Carrara, rechazar defender a un «criminal» (culpable) sería traicionar los principios morales y jurídicos, ya que el abogado es un garante de la libertad y la justicia, no un juez moral. Para Carrara, todo acusado merece una defensa técnica y valiente, independientemente de la opinión pública o la presunta culpabilidad.
Los argumentos de mis amigos, acerca de que Abelardo era no solo abogado sino amigo de los criminales que defendía, comenzaron a hacer mella en mí.
Por un lado, estaba este punto de vista y, por el otro, el de Carrara, quien dice que un abogado penalista que defiende a acusados (incluso culpables) no solo “posee plena altura moral”, sino que ejerce una función de la más alta elevación ética y moral, esencial para la justicia y la civilización jurídica.
En sus “Opuscoli di diritto criminale y Programma del corso di diritto criminale”, insistía en que el abogado defensor debe actuar con coraje, empatía, fidelidad a los principios morales y dedicación igual para ricos y pobres, inocentes o culpables. “Defender no significa aprobar el delito, sino garantizar el debido proceso, proteger contra abusos de poder y asegurar que la verdad se descubra en un juicio equilibrado”.
Hasta ahí, bien.
Pero, aunque según Carrara, un abogado defensor de criminales no solo tendría la altura moral para aspirar a cualquier cargo público (como la presidencia), sino que su experiencia en la defensa de las garantías lo calificaría excelentemente para roles de máxima responsabilidad ética y jurídica (¡ese uno de los fundamentos históricos de la deontología penal moderna!), empecé a ver que Abelardo comenzó a moverse, no como Carrara lo esperara, sino como sus clientes mafiosos querrían.
Fuera de los tribunales de Justicia, Abelardo ha hecho una férrea defensa de Gustavo Petro, de los paramilitares de Mancuso, de los terroristas de las FARC, de los ladrones del presupuesto público, de ñeñes y demás mafiosos a quienes ha sentado a la mesa familiar, ha alabado a los enemigos del glorioso Ejercito Nacional, se ha declarado ateo (lo que le da una patente de corso para cometer fechorías inmorales, incluso a costa de lo que defiende Carrara) y luego se declara iluminado como Pablo en su camino a Damasco. Mmm.. no sé. Sospechoso.
Enrique Gómez Martínez, un godito más progresista que su tío Álvaro, fue quien dio un paso al frente para decir que apoyaba la candidatura de Abelardo
Pero fuera de toda sospecha, es lo que ha hecho, incluso después de que Jesús se le revelara en una epifanía poco santa, en cuanto a sus aliados en la campaña. Empecemos por el primero.
Enrique Gómez Martínez, un godito más progresista que su tío Álvaro, fue quien dio un paso al frente para decir que apoyaba la candidatura de Abelardo. Enrique, quien ha dicho públicamente que defiende el aborto, el matrimonio gay y la legalización de las drogas de acuerdo a lo que decida la también progresistas Corte Constitucional, es el jefe de debate de Abelardo. Válgame Dios! (Acá el enlace)
Luego siguieron una serie de personajes siniestros, un rosario de bandidos e irredentos terroristas que suben a los púlpitos pretendidamente cristianos a dar cátedra moral pero ocultando aberraciones dignas de Sodoma y Gomorra a los tontos de su rebaño. Ese es Carlos Alonso Lucio, un narcoterrorista del M19 que se atrevió a exigirle al Coronel Plazas Vega que pidiera perdón por la masacre que la misma banda de Lucio cometió en el asalto al Palacio de Justicia. Un atrevimiento que siguió a la feroz persecución que su concubina, Viviane Aleyda Morales, siendo Fiscal General de la Nación, acometió contra los militares que recuperaron el control del Palacio de Justicia que los camaradas de su amante tomaron en ese cruel genocidio. Ahhh… y esa adúltera sinvergüenza también fue recibida con los brazos abiertos por Abelardo.
Conozcan quién es Carlos Alonso Lucio (y su concubina) acá: Lucio y su amante
Pero en la campaña de Abelardo no solo hay guarichas, tramposos, narcotraficantes que se tapan con el manto de “ohhh ahora soy pastor cristiano”, brujos que andan en lo mismo, tramitadores de guacas de las FARC, estafadores de la fe y de los recursos públicos, jefes paramilitares, perpetradores de masacres agazapados con miles de víctimas campesinas, bandidos que dicen ser de la zaga apostólica de los 12, ladrones de tierras, sicarios por mano propia. También hay quienes bendicen esa cochinada porque, a cambio, tendrán ministerios, secretarías, contratos…. La guaca del Estado para los filibusteros de la campaña!
“Firmes por la Patria”, Abelardo? ¿Cuál “patria”? ¿Esa que buscan “refundar” los miembros narcos de tu campaña?
“Manda cájcara, compadre”, como tú dices.
No, Abelardo…! No, Comandante! Así no era.
Es muy factible que llegues a la Presidencia. Lo sigo creyendo. Pero el Proyecto “Destino Colombia” seguirá adelante porque no puedes salirte de ese guión, Abelardo. O te “suicidan”. Ese hijodelastresmilputas a quien le sigues besando las bolas, no permitirá que te salgas del redil. Te quebrará una pata, como dicen las mitologías que los pastores hacían con las ovejas rebeldes. O, en un caso más real, Uribe te pondrá un peso en una de tus patas para ralentizarte o usará uno de sus perros ovejeros para que no te alejes del redil, de la agenda mafiosa a la que él también obedece.
Todos tus movimientos, mi estimado Abelardo, apuntan a que vas a entregar al país a las mafias que has defendido y que, al parecer, sigues complaciendo y, espero que no, para las cuales sigues trabajando.
Sigo creyendo que eres un buen tipo. Sigo creyendo que eres un gran gourmet, un catador de vinos impresionante, un tipo de gusto exquisito.
Pero eso no es suficiente para sumarme a la histeria colectiva de los pendejos que siguen las modas que nos han conducido, hasta este momento, al nivel de degradación moral e incapacidad intelectual que alcanzan su cenit entre la aparente dicotomía de escoger entre el candidato de las FARC, Iván Cepeda, o tú, el candidato de los otros bandidos, igual de peores.
Hubiera querido manifestarte estas inquietudes personalmente, pero nunca quisiste que así fuera.
No te deseo suerte en tu campaña, hermano, porque es la campaña de Uribe, del M19, de persecutores de las gloriosas Fuerzas Militares, de narcos, de guarichas marxistas, de ladrones de tierras, de perversos que usan sus abolengos para robar a los contribuyentes y apropiarse de ayudas para los pobres y enriquecerse obscenamente como han hecho con sus estirpes, por generaciones.
Tuviste una oportunidad de oro para usar tu carisma en beneficio de la Patria, pero preferiste armar un equipo con filibusteros y crédulos que confían en la melodía de tu flauta, como ratas que te siguen hacia la hecatombe.
Te lo repito, mi querido Abelardo: No me preocupa que hayas defendido criminales.
Abelardo, me asusta la posibilidad de que aun sigas trabajando para ellos.
Dios salve a Colombia.
P.D: Perdonen lo extenso. Pero hace varios años que no tenía la posibilidad de escribir a las personas que esperan una opinión desde esta trinchera.

Hola, Ricardo. Leí tu artículo. Soy Alberto Mansuetti (y yo sí soy abogado!)
Un detalle: todo criminal, aún el peor, tiene DERECHO A UNA DEFENSA EFICAZ.
Pero todo abogado no tiene el deber de defenderlo; un abogado, cualquiera, tiene pleno derecho a decir «OK pero yo no, que sea otro».
Por esa muy atendible razón, y porque no todos pueden pagar un abogado privado, existe la «defensa provista de oficio».
Un defensor de oficio, también llamado «defensor público», provee asesoría y representación legal gratuita, garantizando el mismo derecho constitucional a una defensa adecuada, especialmente en materia penal, pero también en civil, familiar, laboral y administrativo, asignado por el Estado. Su función es la misma que la de un abogado particular: asesorar, defender y representar eficazmente al cliente en juicios y audiencias, asegurando la legalidad y el respeto a los derechos humanos.
Abrazos!