NUEVOS HORIZONTES PARA COLOMBIA

Dice bien Santos en su delirante discurso de ayer, que parece soplado por Roy Barreras, que dentro de tres semanas la elección será entre el pasado y el futuro

Nuevos horizontes para Colombia

Dice bien Santos en su delirante discurso de ayer, que parece soplado por Roy Barreras, que dentro de tres semanas la elección será entre el pasado y el futuro

Jesús Vallejo Mejía
Jesús Vallejo Mejía

Por Jesús Vallejo Mejía

Mayo 28 de 2014

Hace algún tiempo escribí sobre la conveniencia de una coalición entre el Partido de la U y el Conservador para el próximo periodo presidencial.

Esa iniciativo se frustró por las maquinaciones de Santos, que capturó al Partido de la U y a los congresistas conservadores, integrándolos a su Mesa de Unidad Nacional.

Uribe tuvo que prescindir del partido que se fundó para la continuidad de sus políticas y crear el Centro Democrático, que compite con la U por el primer lugar en el Senado, asunto que todavía no se ha definido porque la autoridad electoral no ha puesto fin a los escrutinios de las elecciones de marzo. Marta Lucía Ramírez, por su parte, en una operación heroica, rescató al Partido Conservador de las fauces del santismo y obtuvo un muy decoroso tercer lugar en la primera vuelta de las elecciones presidenciales.

Los resultados electorales de Óscar Iván Zuluaga y Marta Lucía Ramírez en las elecciones de ayer los consagran como  dos nuevos astros de la política colombiana y lo más lógico sería que unieran sus fuerzas para enfrentar en la segunda vuelta a Juan Manuel Santos con muy buenas posibilidades de éxito.

Son dos valores en alza cuya coalición tendría evidentes efectos sinérgicos, mientras que Santos es un globo que se desinfla porque el país ni lo quiere ni le cree. Y así haga esfuerzos desesperados para atraer apoyos que lo favorezcan en el próximo certamen electoral, su discurso desfasado y la falta de respetabilidad de que adolece no facilitarán su proyecto. Lo veo desesperado como un Ricardo III ofreciendo su reino por un caballo.

Hay conservadores santistas que parecen insinuar que la junta de congresistas de su partido bien podría adherir a Santos, lo que sin duda alguna significaría un dañado y punible ayuntamiento funesto para la dirigencia conservadora, pues de ese modo se daría la espalda a dos millones de votantes que manifestaron de modo explícito su rechazo a la empresa reeleccionista. A ojo de buen cubero, esas serían patadas de ahogado de quienes temen perder las prebendas que los atan a un régimen que exhibe los estertores de la agonía.

Dice bien Santos en su delirante discurso de ayer, que parece soplado por Roy Barreras, que dentro de tres semanas la elección será entre el pasado y el futuro. Él representa un inmediato pasado que no satisface a los colombianos. Óscar Iván Zuluaga y Marta Lucía Ramírez configuran en cambio una rutilante constelación política que permite abrigar la esperanza de una Colombia diferente a la que deja su contradictor.

Álvaro Uribe, Oscar Iván Zuluaga y Francisco Santos
Álvaro Uribe, Oscar Iván Zuluaga y Francisco Santos

Ellos, contra viento y marea, superando toda clase de obstáculos y sin contar con los instrumentos de la política tradicional, hicieron una proeza que no registra antecedentes en nuestra historia, excepción hecha de la que protagonizaron en 1957 Alberto Lleras y Guillermo León Valencia contra la dictadura de Rojas Pinilla.

Recuerdo que hace algo así como un año y medio en una tertulia política los expertos coincidían en que todo esfuerzo para contrarrestar el apetito reeleccionista de Santos estaba condenado al fracaso habida consideración de la enorme acumulación de poder de que gozaba como presidente en ejercicio. Pensé para mis adentros que esa apreciación reflejaba una grave falta de confianza en nuestra democracia, que es bastante imperfecta, pero no lo suficiente como para darle seguridad a un gobernante mediocre de perpetuarse en el poder.

Óscar Iván y Marta Lucía demostraron que con perseverancia, buen sentido, unos discursos inteligentes, honorabilidad y, sobre todo, una intensa sintonía con la Colombia profunda, era posible triunfar contra la maquinaria oficial, la Gran Prensa, los grupos económicos, la trapisonda de las autoridades electorales en el caso de ella, o el contubernio del fiscal con el gobierno, la Mesa de Unidad Nacional y los medios “enmermelados”, en el caso de él, acercándose a las comunidades con propuestas que les resultasen más atractivas que las del Presidente-candidato.

Es de suponer que desde las cavas oscuras de la Casa de Nariño se están urdiendo nuevos intentos de sabotaje de una alianza que, como digo, corresponde al orden natural de las cosas y, de concretarse, traería grandes beneficios para Colombia.

No se trata, desde luego, de prometer cambios ilusorios, sino de recuperar un rumbo que se desvió por obra de Santos, cuyo espíritu de aventura nos lleva hacia escenarios evidentemente azarosos.

El tema fundamental del debate político colombiano se centra hoy en los diálogos con las Farc en la Habana.

Hay fundados temores acerca de que Santos, por dolo o por culpa, terminaría abriéndoles a los capos narcoterroristas las puertas

Francisco Santos y Carlos Holmes Trujillo
Francisco Santos y Carlos Holmes Trujillo

del poder. La alianza CD-Partido Conservador, en cambio, se esmeraría en oponerles diques de contención con miras a convencerlos de la necesidad de insertarse dentro de nuestro ordenamiento demo-liberal, so pena de mantenerse marginados de la vida pública y perseguidos por las armas estatales.

La impresión que los capos de las Farc han suscitado en la opinión pública es que a ellos no les interesa participar en la competencia política, sino obtener ventajas que les garanticen en el corto plazo la conquista del poder. Es lo que esperan de Santos, pero no es lo que el pueblo colombiano quiere otorgarles. El mensaje de las urnas es nítido y a las Farc les toca decidir si atienden el clamor popular o van a continuar ensangrentando los campos de Colombia.

Hay muchos puntos de contacto entre las respectivas visiones de Óscar Iván y Marta Lucía, que podrían ensamblarse sin mayor dificultad. Los dos son veneros de ideas, de iniciativas, de propuestas viables y atractivas sobre los principales problemas del país. Educación, salud, empleo, vivienda, políticas agropecuarias e industriales, comercio exterior, infraestructura, transparencia, justicia, lucha contra la corrupción, desarrollo regional, etc. son preocupaciones comunes a todos, de suerte que nada hay que ofrezca verdaderos motivos de discrepancia entre ambos.

Unidos, abren horizontes de esperanza para Colombia. Divididos, constituirán una muy dolorosa frustración para los ciudadanos que votaron ayer para encauzarla por mejores caminos que los que le ofrece un Presidente-candidato desgastado y crispado.

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