LA TRAGEDIA DE BOJAYÁ: ¿UN SIMPLE ACCIDENTE?
Las Farc siempre han mentido sobre la tragedia de Bojayá. Tras la matanza, dijeron que habían disparado contra la iglesia “pues allí estaban los paramilitares”. El padre Manuel García los desmintió: “Fue un acto de barbarie y no un accidente. No había un solo paramilitar en la iglesia”
La tragedia de Bojayá: ¿un simple accidente?
Las Farc siempre han mentido sobre la tragedia de Bojayá. Tras la matanza, dijeron que habían disparado contra la iglesia “pues allí estaban los paramilitares”. El padre Manuel García los desmintió: “Fue un acto de barbarie y no un accidente. No había un solo paramilitar en la iglesia”.
Por Eduardo Mackenzie
19 de noviembre de 2014
Lo que ocurrió en Bojayá el 2 de mayo de 2002 no fue una matanza más. Ni una de las tantas que han cometido las Farc en su larga historia de violencias contra Colombia. Fue la mayor masacre que la narcoguerrilla comunista haya realizado en toda su historia. Ese día, la metralla y los explosivos de las Farc dejaron sin vida a 119 civiles inocentes que se habían refugiado en una pequeña iglesia. Entre los muertos hubo 45 niños. Hubo más de un centenar de heridos. Cerca de 889 familias, con 4.284 personas, tuvieron que huir en atroces condiciones. La de Bojayá fue la mayor masacre de civiles que haya conocido nuestro país. Fue el mayor acto de barbarie cometido deliberadamente por las Farc contra personas indefensas.
Sin embargo, la dimensión real de esa tragedia fue borrada por la prensa que cubrió ayer el tercer “encuentro de victimas” con los jefes de las Farc instalados en Cuba. Esa prensa ni siquiera fue capaz de dar el número exacto de muertos de Bojayá. Los despachos redactados a la carrera desde La Habana por los enviados especiales hablaron de “79 personas”, sin hablar de heridos, cuando la cifra verdadera es la que citamos arriba: 119 civiles muertos y más de un centenar de heridos, guarismos que el país conoce desde 2002 (1).
Tampoco ningún diario se atrevió a evocar lo que ocurrió en Bojayá. Nadie recordó que, además de la iglesia, cuatro casas fueron destruidas por las Farc. La prensa quería destacar, por el contrario, lo que le importaba: pintar a los jefes de las Farc como gente ajena a lo ocurrido, que había pedido “perdón” por ese hecho y que está dispuesta a indemnizar a las víctimas. Esa prensa dejó de lado otro detalle: que alias Catatumbo trató de reducir esa pavorosa carnicería a un simple “resultado nunca buscado ni querido”.
Sin que nadie lo contradijera, ni en Cuba, ni en Bogotá, ni por una víctima, ni por un periodista, el jefe terrorista afirmó que lo de Bojayá había sido una especie de accidente. El párrafo que describe el atentado contiene esa enorme mentira. Catatumbo, alias de Jorge Torres Victoria, dijo que “el desvío de un proyectil de fabricación artesanal dirigido contra la mayor posición paramilitar en la localidad provocó la desgracia y el infortunio al caer en el templo católico donde se había refugiado la población que no alcanzó a huir de Bojayá antes de la toma paramilitar y los duros combates posteriores”.
Eso es falso. No hubo ningún “desvío de un proyectil”. ¿Quién “desvió” ese proyectil? ¿Las propias Farc? ¿Los paramilitares por arte de magia? No. Nadie “desvió” ese proyectil. Las Farc dispararon su mortero con precisión contra la iglesia pues habían visto que allí se habían refugiado los civiles, a los cuales querían castigar por haber permitido que un destacamento paramilitar se atrincherara durante unos días en esa localidad, a sólo 162 kilómetros de Medellín. Sin Policía, pues ésta había abandonado la población dos años antes, Bojayá se vio bajo un infierno de balas y fuego casi durante una semana, cuando unos 1 200 guerrilleros de las Farc trataron de ocupar ese estratégico caserío, en un costado del rio Atrato, del cual habían sido expulsado por paramilitares de las AUC.
Premeditada, la escenografía del encuentro en La Habana es explosiva. Catatumbo hizo que los voceros de las víctimas fueran amontonados detrás de él para crear la impresión de que éstos lo respaldan. La foto muestra a Leyner Palacios Asprilla, oriundo de Bojayá, entre el jefe terrorista y el cubano Rodolfo Benítez. Leyner Palacios no pudo evitar el abrazo de Catatumbo. Gesto indigno. Una víctima puede perdonar o no a su agresor. Otra cosa es cruzar la frontera moral y psicológica que hay entre ellos. Sobre todo ante un matón que no ha pagado sus crímenes. Los muertos de Bojayá merecían más respeto.
Un diario llegó a la impudicia de escribir: “Bojayá, el perdón que ofrecen las Farc”. Otro tituló: “Perdón de Farc a víctimas de Bojayá, primer acto serio de contrición”. Horror. No son las Farc las que perdonan a sus víctimas. El perdón se pide, no se ofrece. Pedir es lo contrario de ofrecer. ¿Por qué esos matutinos santistas olvidan la lógica e invierten los factores? El victimario no ofrece perdón a su víctima. Ésta puede o no ofrecerle el perdón al victimario. Decir que el victimario “ofrece perdón” es decir que éste le concede a su víctima una gracia: perdonar a su verdugo. En esa fórmula, la víctima aparece como culpable y el agresor como inocente. (2).
Otra desfachatez fue obligar a las víctimas a hacer propaganda niveladora: había que disolver la culpa específica de quienes ultimaron a 119
civiles en Bojayá en una acusación general: a los paramilitares que combatían en ese lugar y las fuerzas del Estado que no estaban en ese lugar. La Fuerza Pública, en el discurso de Leyner Palacios, aparece como otro malhechor por no haber “atendido los llamados” de la población. Palacios calló el hecho de que en esa época, al final del gobierno del presidente Pastrana, el Estado no estaba en capacidad de proteger todo el territorio nacional.
Las Farc siempre han mentido sobre la tragedia de Bojayá. Tras la matanza, dijeron que habían disparado contra la iglesia “pues allí estaban los paramilitares”. El padre Manuel García los desmintió: “Fue un acto de barbarie y no un accidente. No había un solo paramilitar en la iglesia”. En esos mismos días, Anders Kompass, representante de la ONU en Bogotá, se negó a acusar a las Farc por lo que habían hecho en Bojayá y prefirió enfilar las baterías contra el gobierno. ¿Por qué esos graves hechos históricos son silenciados hoy? ¿Por qué lo de Bojayá es minimizado? ¿Dónde están los famosos miembros de la “comisión histórica” que deberían poner en su sitio a los falsificadores? ¿Dónde están los miembros del Grupo de Memoria Histórica”, de la Universidad Nacional, que presentó un informe (truncado) en julio de 2013? Hoy, Catatumbo sigue mintiendo. Lo hace con gran comodidad pues ve que los historiadores, y la prensa bogotana, perdieron la dignidad y la memoria.
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(1).- Ver Eduardo Mackenzie, Las Farc, fracaso de un terrorismo, Random House-Mondadori, Bogotá, 2007, página 525.
(2).- http://www.elespectador.com/noticias/paz/bojaya-el-perdon-ofrecen-farc-articulo-533985
y
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