EL VENENO DE LA HABITUACIÓN
Darse cuenta de estas noticias sobre atropellos a los derechos humanos y a la dignidad humana es a menudo lo único que se puede hacer
EL VENENO DE LA HABITUACIÓN
Por Carl Wilhelm Macke*,
Día tras día, en todas las partes del mundo son atropellados los derechos humanos, se les dan patadas. Sin embargo hasta el asalto más fuerte y doloroso a los derechos humanos casi pasa desapercibido. Se produce en silencio, siempre escondido en la rutina diaria, siempre muy cerca (en la proximidad directa) de nosotros. Y no pocas veces somos nosotros mismos los autores de este desdén hacia el respeto a los derechos humanos al habituarnos a las noticias de que éstos que no se cumplen, de que son violados constantemente.
El artículo 19 de los derechos humanos, que particularmente parece valioso a periodistas y publicistas, hace alusión a que «todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión».
Grandes palabras para los que firmamos línea tras línea. En casos muy espectaculares, por ejemplo, cuando se asesina a un periodista durante el ejercicio de su profesión, tal vez nos detenemos un momento, meditamos. Pero cuando nos llegan demasiadas noticias terribles de todos los rincones del mundo, empieza el embrutecimiento de cualquier atención particular.
El veneno de la habituación a las violaciones de los derechos humanos se extiende. Finales de agosto de 2004: en Irak secuestran al periodista italiano Enzo Baldoni y lo ejecutan. Fuera de su patria, Italia, apenas y se escucha sobre este suceso. Inmediatamente después de esta ejecución de Baldoni, igualmente en Irak, secuestran a los dos periodistas franceses Christian Chesnot y Georges Malbrunot y los amenazan con una ejecución brutal en caso de que el Estado francés no acepte los chantajes políticos. Estos agravantes dramáticos se pudieron evitar, pero por desgracia hay que contar con otros secuestros similares. Sólo durante los primeros ocho meses del año 2004, 75 colaboradores de medios de comunicación murieron en Irak, según indicaciones de la Federación Internacional de Periodistas. A estas alturas estamos ya demasiado acostumbrados a estas noticias de Irak. Se empieza a reprimirlas. Simultáneamente le llegan a la asociación Periodistas ayudan a Periodistas (JhJ) peticiones de apoyo para a colegas de Bangladesh, Haití y Nepal.
Los tres países pertenecen a las regiones más pobres del mundo, en las cuales los periodistas sólo pueden soñar los propósitos del artículo 19 de los derechos humanos. En Nepal cada vez hay más periodistas que caen entre los frentes de una guerrilla agresiva maoista y los servicios de seguridad nepalíes, que no son menos brutales. De la República Dominicana viene el grito de socorro de un periodista, quien huyó de la persecución política en Haití. Un reportero de Bangladesh, uno de los países más pobres del mundo, ruega apoyo para la adquisición de un ordenador portátil, para no tener que redactar sus artículos con una desvencijada máquina de escribir.
Excede a las posibilidades de la pequeña asociación Periodistas ayudan a Periodistas responder a todas las peticiones de apoyos financieros. A menudo sólo podemos prestar ayuda simbólica. Por ejemplo, para un periodista de Zimbabwe que huyó de las persecuciones del régimen de Mugabe a Alemania. La JhJ le prometía un apoyo para su sustento en el caro exilio alemán.
En el ayuntamiento de Munich, la ciudad hermanada de Harare (Zimbabwe), al mismo tiempo se piensa cómo se puede ayudar al colega de una manera más práctica en su lucha por la libertad de prensa en su país. Estas peticiones de apoyo en casos particulares llegan acompañadas por noticias de Irán, de Filipinas, de las Maldivas, de Pakistán, de Cuba, de Ucrania y de Rusia sobre asesinatos, persecuciones y detenciones de periodistas.
Darse cuenta de estas noticias sobre atropellos a los derechos humanos y a la dignidad humana es a menudo lo único que se puede hacer. Pero acostumbrarse a estas noticias no significa otra cosa que aceptar, sin resistencia y de una manera inadvertida el veneno de la habituación a la persecución de periodistas.
*Carl es gerente de la Asociación Alemana: “Periodistas Ayudan A Periodistas“
Julio de 2010
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