LA CASTIDAD DE CASTO
Como si los contactos entre un periodista y las Farc cayeran en la esfera de la “vida privada”. Esos contactos son objetivo legítimo de las fuerzas constitucionales que luchan contra el terrorismo
La castidad de Casto
¡Qué cinismo! Como si los contactos entre un periodista y las Farc cayeran en la esfera de la “vida privada”. Esos contactos son objetivo legítimo de las fuerzas constitucionales que luchan contra el terrorismo
Por Eduardo Mackenzie
16 de febrero de 2014
Hace seis días, el 10 de febrero pasado, le envié este mensaje a Gerardo Reyes, periodista colombiano que trabaja hace años en El Nuevo Herald, de Miami: “Estoy redactando un artículo sobre el affaire de las intercepciones telefónicas recientes en Colombia, en las que el Ejército de ese país ha sido acusado de realizarlas. Veo un artículo hoy de la agencia Efe en la que afirma: ‘La investigación, realizada por el periodista colombiano Gerardo Reyes y el venezolano Casto Ocando, indica que ‘hackers’ de la inteligencia militar colombiana accedieron a las comunicaciones entre periodistas y portavoces de las Farc en Cuba.’ Me gustaría saber si usted ha escrito al respecto, sobre todo un texto más completo, pues aquí, en la información citada y en la que ha ventilado la prensa colombiana, hay un tremendo vacío: no se dice cómo usted y Casto Ocando constataron tales intercepciones. Si estoy bien informado, los únicos que están en posición de saber eso son los investigadores de la Fiscalía, quienes decomisaron los computadores donde estaría esa información, pero no la prensa internacional, ni nacional. No le pido que revele sus fuentes. Solo le pido una explicación sobre el porqué de esa convicción. ¿Podría usted ayudarme a resolver esa duda?”.
Obviamente, ese mismo mensaje se lo envié a Casto Ocando, otro conocido periodista de El Nuevo Herald.
Ninguno de los dos colegas me ha respondido. Ninguno de ellos ha explicado cómo hicieron para saber lo que dicen que saben. Ese silencio no me sorprende aunque es muy revelador. Ellos no responden pues no están en capacidad de probar que ellos constataron las supuestas intercepciones telefónicas a algunos periodistas. Al no haber constatado nada por sus propios medios y personalmente ellos estaban incapacitados para decir lo que dijeron. Al obrar así, ellos no hicieron sino repetir como cotorras lo que había afirmado la revista Semana, quien tampoco ha aportado hasta hoy la prueba de que las conversaciones de esos periodistas y los “negociadores” del gobierno en La Habana hayan sido interceptadas.
Lo de Semana, hasta hoy, no son “revelaciones” sino alegaciones. Semana supone que hubo esas intercepciones, pero no ha podido verificar la cosa. Y muchos medias, creyendo que una cosa es una suposición y otra una verdad comprobada, repiten sin medir el alcance de sus actos. Los investigadores de la Fiscalía colombiana, que tienen los computadores donde estarían las pruebas de esas intercepciones, no han presentado la prueba que permita hablar seriamente de eso.
Hasta que prueben lo contrario, yo digo lo siguiente: los señores Ocando y Reyes, a quienes tenía hasta hoy en buen concepto como periodistas –el odio de Gerardo Reyes por el ex presidente Uribe es bien conocido pero el trabajo de Casto Ocando sobre la actualidad venezolana y boliviana ha sido muy valioso– en este episodio se comportan como periodistas sin ética alguna, como unos inventores de realidad.
La otra posibilidad es que estos dos periodistas estén diciendo la verdad. En ese caso ellos habrían disfrutado de un contacto
exclusivo con la Fiscalía. Es decir, que el Fiscal Montenegro les habría mostrado los contenidos de algunos de los computadores decomisados. En ese caso, Montealegre estaría violando la reserva del sumario pues los periodistas no son parte civil en esa investigación. Y estaría utilizando a esos periodistas como voceros para abrumar a la inteligencia del Ejército de Colombia. Entre ellos y la Fiscalía se habría pactado, además, guardar silencio total sobre el origen de las informaciones.
Como sea, las afirmaciones de Reyes y Ocando han sido tomadas por otros como plata blanca. Univisión repitió lo de las intercepciones. El problema es que lo dicho por Univisión descansa únicamente sobre lo dicho por Gerardo Reyes. Y así el perro se muerde la cola. Sin embargo, un rumor repetido no se convierte en verdad. Una periodista española, llegó a indignarse porque le dijeron que le habían interceptado un presunto e-mail donde les pedía audiencia a los narco-terroristas en La Habana.
Y salió a gritar que los militares colombianos le “violaron su privacidad”.
¡Qué cinismo! Como si los contactos entre un periodista y las Farc cayeran en la esfera de la “vida privada”. Esos contactos son objetivo legítimo de las fuerzas constitucionales que luchan contra el terrorismo. Esas intercepciones pueden salvar muchas vidas. Otro periodista reaccionó bien: dijo que era normal que tales incepciones pues se trata de una organización armada que lucha contra el Estado y la sociedad colombiana.
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