LOS QUE CARGAN LAS OLLAS ¿GOLAZO O AUTOGOL?

En el Ejército de Colombia existen unas absurdas discriminaciones contra los verdaderos héroes de la patria

Los que cargan las ollas ¿Golazo o autogol?

 

Soldados asesinados en Arauca durante el gobierno de Juan Manuel Santos
Soldados asesinados en Arauca durante el gobierno de Juan Manuel Santos

Señor Director:

Primera mitad de la segunda guerra mundial, teatro de operaciones: Norte de África. Ejércitos enfrentados: aliados (británicos, surafricanos, indios, australianos, etc.) contra las fuerzas del eje: el Deutsches AfrikaKorps – DAK – genialmente dirigido por el más grande estratega militar de todos los tiempos, el Mariscal de Campo Erwin Johannes Eugen Rommel y unidades italianas pobremente lideradas por jefes militares que también lo eran – nominalmente – de Rommel, entre ellos, el Mariscal Rodolfo Grazziani.

En desarrollo de las primeras ofensivas panzer, el general alemán pudo evidenciar que los descendientes del otrora invencible imperio romano peleaban sin decisión – quedando opacados por la capacidad bélica alemana – y que su desempeño vergonzoso ensombrecía para siempre los deslumbrantes triunfos que las indetenibles legiones romanas habían dejado plasmados en la historia. Averiguando Rommel la causa de la falta de espíritu combativo, la encontró. El ejército italiano se encontraba encuadrado en divisiones pobremente equipadas – pero ello no era lo que disminuía su capacidad guerrera – y pero aún, mal liderado, sin embargo el detalle que generaba su falta de combatividad eran hechos odiosos, como el que las raciones se planificaban y distribuían de acuerdo con el sistema de clases imperante en ese ejército para esa época: raciones abundantes y generosamente regadas con los mejores productos de los viñedos italianos para la oficialidad, raciones de segunda categoría y acompañadas con vinos de calidades menores para los suboficiales, y raciones de pésima calidad para las tropas rasas, los verdaderos combatientes.

En las fuerzas germanas la situación era completamente diferente: las raciones para todos sus integrantes eran distribuidas de manera equitativa y sin discriminación, es tanto así que Rommel sólo aprovechaba su alto rango para que le obsequiaran con una cantimplora diaria llena de té helado con limón, siendo el resto de su alimentación la misma que consumían todos los hombres bajo su mando.

Se preguntarán ahora qué tiene que ver la perorata anterior con el Ejército de Colombia… La respuesta es: en el nuestro – al igual que en el ejército italiano de la segunda guerra mundial – existen unas absurdas discriminaciones contra los verdaderos héroes de la patria: sus soldados. Resulta que existe una serie de prerrogativas – incluso establecidas así en la ley – que afectan seriamente el derecho a la igualdad (la igualdad material, no la formal) de nuestros héroes, también de los oficiales de bajas graduaciones y de nuestros suboficiales, quedándose los peces grandes (los coroneles y generales) con la parte del león: con todo.

Pero como las afirmaciones hay que probarlas, voy con los hechos: ¿Saben ustedes a cuánto asciende el valor de la “pensión” de un soldado profesional luego de veinte años de sufrido y abnegado esfuerzo al servicio de la patria? La respuesta es que no alcanza a ochocientos mil pesos mensuales. Esto es una verdadera miseria, ya que un suboficial (un sargento primero) con el mismo tiempo de servicio – y no tan abnegado por cierto – alcanza la no despreciable suma de dos millones doscientos mil pesos, y si se trata de un oficial de grado teniente coronel – menos abnegado aún – pasa de cinco millones de pesos. La verdad es que con ochocientos billetes de a mil pesos difícilmente se sostiene a una familia durante un mes en condiciones dignas.

¿Cuánto recibe como subsidio familiar un soldado profesional, un suboficial y un oficial para comprar vivienda? ¿Cuánto recibe como reconocimiento por junta médica por retiro un soldado profesional y cuánto un cuadro? ¿Cuánto recibió por esta causa el general Freddy Padilla de León (uno de los peces grandes), o el general Mario Montoya Uribe? Posiblemente una suma exagerada, pero me es imposible saberlo debido al hermetismo excesivo que se maneja en esos temas.

Y surge ahora una inquietud, ¿dónde queda entonces el contenido del inciso último del artículo 13 de nuestra carta política? Es mera letra y nada del espíritu de la ley, pero ni a los legisladores ni a los coroneles y generales les importa ese “pequeño” detalle: Ellos no son los que cargan las ollas, al león le sirven en fina vajilla de porcelana en el casino ¡Que se jodan los de abajo!… Sólo una vez pude ser testigo de algo que me habían contado, y es que mi General Ospina Ovalle despreciaba los manjares que le preparaban cuando visitaba algún batallón, y exigía por el contrario que le sirvieran de lo mismo que comían los soldados. Buen gesto mi General, y gracias.

También se preguntarán ahora por la pertinencia de lo arriba escrito con la situación política actual. Yo mismo recientemente me enteré de algo que en mis veintidós años de servicio ininterrumpido ignoraba, pero que sospechaba: a muchos de nuestros soldados profesionales y suboficiales les gustaría que triunfara el socialismo en Colombia  y no precisamente por miedo a la guerra, aclaro que a mí no, ya que para mí la izquierda ni para subirme al bus. El por qué aparece nítidamente al tomar en consideración lo que vengo contando: el decir de los soldados profesionales y suboficiales que oigo hablar es que puede suceder que si triunfa el socialismo a ellos les va a tocar una porción más grande y a los leones una porción menor, una conclusión para ellos tan lógica que fue transbordada de manera inadvertida por el enemigo y se ha convertido para muchos de los que cargan las ollas en un axioma, pero pobrecitos ellos que no sospechan siquiera lo perversos que son los socialistas: no es sino ver como volvieron mierda a Venezuela, un país con tanta riqueza.

Cualquier parecido de la falta de combatividad y baja moral (de la base, no de los generales) del Ejército de Colombia y el italiano de Graziani no es mera coincidencia. Ha sido hecho a propósito aplicando la maquiavélica sentencia de “divide y reinarás”, ya que a los leones no les importan sino sus propias crías, pudiendo llegar a matar a las que no son propias: como el dios Cronos son capaces de devorar a sus propios hijos con tal de permanecer en la cúspide del poder. No se confundan tampoco con el hecho de que alabe al ejército alemán de Rommel, ya que mi gusto por esos bravos combatientes nada tiene que ver con simpatía por el fascismo o la locura nazi, es respeto de soldado a otro soldado valiente. Sucede que, por principio, nada hay más disímil de la pureza racial aria en que el pintor de brocha gorda basó su Mein Kampf y el hecho de que soy descendiente orgulloso de bravos indios guanes.

Continuando, a modo de anécdota de las cosas que no deben suceder: alguna vez vi desocupar el casino de suboficiales de una brigada para acomodar a los familiares, y sus amigotes, del coronel que fungía como su comandante, durante unas fiestas de alto turmequé. Y varias veces durante el año (al menos ocho veces) armaron grandes y gratuitas parrandas en el casino de oficiales, con la apenas “lógica” participación de los mejores cantantes de la región – por los indicios, a estas alturas ya sabrán en qué ciudad fue –, mientras a los suboficiales les hicieron una fiesta durante el año en su casino (pagando de a setenta billetes de a mil en el 2009), ¿Y a los soldados, cuántas? Ni una. La explicación que daría un matemático es que con la progresión, oficiales gratis y suboficiales a 70.000, a los soldados les tocaría ahorrar todos sus sueldos, su plata de vivienda y de junta médica para pagar una sola fiesta. A propósito existen denominaciones en el Ejército nuestro para los oficiales, suboficiales y soldados: Clase 1, clase 2 y clase 3, respectivamente, cualquier similitud con las divisiones de Graziani no es mera coincidencia.

Seguro muchos de quienes leen dirán que soy un resentido. Nada más lejos de la realidad, pero esos feos detalles desenamoran hasta al más enamorado del Ejército, y me convence cada vez más de una realidad que he observado a lo largo del tiempo: los mejores – con contadísimas excepciones – no son los que llegan a la cúspide, sino aquellos que son capaces de usar a sus subalternos como meras herramientas o instrumentos para cumplir sus propósitos egoístas. A los buenos militares los echan, los encarcelan o los matan, triste pero cierto. El Ejército de Colombia es una institución sagrada, los malos son – casi siempre – los cafres que llegan a los más altos grados y son sus comandantes.

Para finalizar, decirle a los oficiales de alta graduación que lleguen a leer estas palabras, que han actuado como idiotas útiles del enemigo – les concedo el beneficio de la duda, asumo que lo hicieron por ignorancia – cuando usaron la majestad de sus grados y cargos para favorecer sus propios intereses en desmedro de los intereses superiores de la patria – sí, soy Uribista, y mi familia lo es, y muchos de los de la base del Ejército lo son ¿Y qué? –, que han demostrado falta de valor patrio cuando han permitido que el presidente barra con ustedes – haciendo quedar al Ejército por el piso, y que negocie impunemente la sagrada justicia en La Habana, que han faltado al juramento que hicieron a la bandera cuando han permitido que los legisladores establecieran (algunas han sido impulsadas por ustedes) leyes que lesionan tan groseramente a nuestros soldados profesionales y que con ello los han abandonado a su suerte, que no le hicieron un golazo a los que cargan las ollas: se hicieron ustedes mismos el autogol, cafres.

Cordialmente, David Uribe

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