HISTORIA DEL SOCIALISMO X
“Los santos se regocijarán con los tormentos de los impíos..” Tomás de Aquino
HISTORIA DEL SOCIALISMO
El caso Dreyfus y la mentira como parte de la teología católica
Parte X
Por Ricardo Puentes Melo
Es bien conocido por todos el odio visceral que la Iglesia católica demuestra desde siempre hacia los judíos. No obstante, lo curioso es que los altos jerarcas católicos –en casi todos los casos- son y han sido judíos. Los mismos jesuitas fueron fundados por judíos y también en sus altos rangos domina la presencia de sangre judía. A primeras luces esto parece algo incomprensible; lo que es aún mucho más macabro, es que hay demasiados ejemplos de judíos que intentan destruir a sus hermanos de raza. Incluso desde los tiempos de Jesús, él denunció a esta clase de personas que “dicen ser judíos sin serlo, sino que mienten”. Hombres como Hitler, Marx, Lenin y otros, olvidaron bien pronto su origen e hicieron lo posible –cada cual en su estilo- para aniquilar a sus hermanos. Al menos eso va en apariencia. Como les digo, no hay nada “casual” en esta actitud hacia el pueblo judío, y a sus dirigentes, los sionistas (que son confrontados por letrados judíos) nunca les ha temblado la mano para asesinar o hacer asesinar centenares de hebreos si tal acto contribuye a su causa: la causa sionista.
Por ello, no es extraño ver que judíos sionistas, ocupando altas posiciones en el Vaticano, hayan intentado devastar al pueblo judío donde quiera que éste se haya encontrado. Como veremos más adelante, la creación del Estado de Israel obedecerá a esta dinámica fraticida.
Jesuitas de alto rango son sionistas judíos que odian a los judíos; la banca internacional está en manos de judíos sionistas que también desprecian a su pueblo.
Así, encontramos una declaración de un jesuita-judío, quien escribió en la “Civilta Católica”, publicación oficial de los jesuitas: “La emancipación de los judíos fue el resultado de los llamados principios de 1789 cuyo yugo pesa fuertemente sobre los franceses. Los judíos tienen en sus manos a la República, que es más hebrea que francesa. El judío fue creado por Dios para ser usado como espía dondequiera que se planea una traición. Los judíos no solo deben ser eliminados de Francia, sino también de Alemania, Austria e Italia. Luego, al restablecerse la gran armonía de tiempos pasados, las naciones otra vez hallarán la felicidad que perdieron.” (Febrero 5 de 1898)
Cuando este periódico jesuita habla de “los principios de 1789”, se refiere a aquellos que inspiraron la Revolución Francesa, los derechos del hombre, cuya proclamación de igualdad y justicia siempre han odiado los hijos de Loyola. Lo aterrador es que este llamado a la eliminación de los judíos se hace tan temprano como en 1898, más de 30 años antes de que Hitler, usado por el Vaticano y las grandes firmas de Wall Street, avanzara exitosamente hacia esta aniquilación.
Por otro lado, el tiempo de la “gran armonía”, al que se refieren los jesuitas, no es otro que aquel cuando ellos gozaban de plenos poderes en todo el mundo, aconsejando a reyes y confesando a los poderosos de las naciones para inducirlos a hacer lo que ellos pretenden todavía.
El asunto es que esta publicación, órgano oficial de los jesuitas, intentaba exaltar aún más los ánimos de los franceses hacia los judíos comunes y corrientes. En 1894 los jesuitas habían inventado un fraude contra la reputación de Alfredo Dreyfus, logrando que fuera acusado de traición a la República mediante la falsificación de unas supuestas cartas y otros documentos que se le endilgaban falsamente a Dreyfus. Este caso llevó a Francia a una división. Aunque se descubrió la intriga, causando indignación mundial contra las autoridades francesas (católicas), Dreyfus fue condenado. Pocos católicos estaban de parte de este hombre de origen judío, y quienes buscaban la verdad, casi todos protestantes, laicos y judíos, no tuvieron mayor peso en la decisión judicial.
Ante las protestas de este reducido grupo de valerosos hombres que denunciaron la injusticia, el padre Didon, rector de la Escuela Albert.le-Grand, pronunció un elocuente discurso que fue aplaudido por el generalísimo Jamont, vicepresidente del Consejo Superior de Guerra. En éste, el monje dijo, refiriéndose a Dreyfus: “¿Debemos permitir que el malvado quede libre..? ¡Por supuesto que no..! El enemigo es el intelectualismo que pretende menospreciar la fuerza, y los civiles que desean subordinar a los militares. Cuando falla la persuasión, cuando el amor no es eficaz, debemos blandir la espada, difundir el terror, cortar cabezas, declarar la guerra, atacar...” Un discurso puramente jesuita, de esos que continuamente lanzan el padre Alfonso Llano, S.J, Javier Giraldo, S.J., o Pacho de Roux, S.J., en Colombia, y que son publicados religiosamente por El Tiempo y toda la gran prensa. También hay un asombroso parecido con los discursos fervorosos del cardenal Castrillón defendiendo a los narcoterroristas de las FARC.
¿Qué buscaban los jesuitas con esta infamia..? Lo de siempre. Exaltar las diferencias y dividir al país –en este caso a Francia- en una guerra civil.
En esta labor no solamente había colaborado la “Civilta Católica”, sino también “La Croix”, un periódico fundado por Vicent-de-Paul Bailly, un asuncionista que en realidad no era más que un jesuita camuflado en esta orden fundada –como no- por los jesuitas como disfraz para evadir las eventuales acciones en contra de la Compañía de Jesús. Bailly intentó por todos los medios –incluso el de la injuria- reestablecer la persecución contra los judíos y asesinar a quienes osaran defenderlos. Bailly fue principal instigador en contra de Dreyfus y continuamente, en “La Croix”, aplaudía las manifestaciones violentas en donde furibundos católicos atacaban a quienes defendían a Dreyfus.
Una actitud tan católica y tan común tanto antes como ahora. Precisamente Tomás de Aquino, uno de los santos hombres de la Iglesia Católica, inspirador de mucha de su teología, afirma: “Para que los santos disfruten más de su bienaventuranza, y aumente su gratitud hacia Dios, se les permite contemplar lo espantoso de la tortura de los impíos.. Los santos se regocijarán con los tormentos de los impíos..” (Sancti de poenis impiorum gaudebunt)
Con estos “padres de la iglesia” podemos ir entendiendo el prontuario de la Iglesia Católica, tan proclive a la tortura, el horror, la pederastia y el homicidio.
Obviamente, el padre Bailly también figura ya en el santoral católico.
¿Por qué es tan importante el caso Dreyfus..?
Es sencillo. Porque en el año en que comenzó, en 1894, también se llevó a cabo la alianza franco-rusa contra la “Triple Alianza” (Alemania, Italia, Austria-Hungría)
La Triple Alianza había sido firmada en 1882 por el II Imperio Alemán, el Imperio Austro-Húngaro e Italia. Su objetivo era conceder a Alemania la garantía de la neutralidad austro-húngara en caso de ataque por parte de Francia, con quien persistía el peligro de un conflicto armado desde la Guerra Franco-prusiana (1870-1871), que perdió Francia, como vimos anteriormente; este acuerdo también proporcionaba a Austria-Hungría un poderoso aliado para hacer frente al creciente expansionismo de Rusia en la península de los Balcanes y evitaría que los austro-húngaros iniciaran una guerra con Rusia obligando a que este país buscara la ayuda de la poderosa Francia. La Triple Alianza era, en pocas palabras, el brazo armado del papa, su espada contra los herejes.
Obviamente, al “Santo Padre” le convenía más que Rusia y Francia permanecieran sin alianzas para que los defensores del papa, los países de la Triple Alianza, obtuvieran una victoria mucho más fácil en el golpe que ya se estaba gestando para aniquilar cualquier reducto de protestantismo y de los rezagos de “los principios de 1789” que tanto daño estaban haciendo a la Santa Sede en todo el mundo donde tenían sus dominios. Lamentablemente para el papa, en 1918 serían derrotados sus aliados.
Durante las guerras, los jesuitas habían tenido muchos triunfos y derrotas en Alemania y Francia cuyos pueblos pelearon por emanciparse del yugo de la curia católica romana. Como consecuencia de tales guerras, estos países fueron continuamente desolados.
Como siempre, los ejércitos católicos iban seguidos de jesuitas que los animaban a pelear por la supremacía del papa. Así, mientras los jesuitas alistaban las hogueras para los herejes, los protestantes alemanes y escandinavos llevaban horcas para colgar a los jesuitas. Cuando los católicos ganaban alguna plaza, los jesuitas encendían hogueras en las que quemaban la Biblia y cuantos libros cristianos encontraban. Luego, los lugares protestantes eran “purificados” llenándolos de reliquias, retablos, vírgenes y santos, para luego ser consagrados al culto católico.
Dreyfus fue usado por los jesuitas, difamándolo y acusándolo falsamente de traición, con el doble propósito de preparar el camino para el exterminio de los judíos, y para ocasionar la guerra civil en Francia con el fin de debilitarla impidiendo su alianza con Rusia. Esto haría a Francia fácil presa de la Triple Alianza pro-papal; y la República que depuso la tiranía y abogó por las libertades del hombre, sería finalmente castigada por la Compañía de Jesús.
Para entender la razón por la cual los jesuitas y sus discípulos mienten y calumnian tan fácilmente, podemos ver algunas de las leyes morales que dictan sus teóricos:
El jesuita Moullet escribió en su Compendium: “¿A qué se obliga el que jura ficticiamente y con ánimo de engañar? A nada, en virtud de la religión”.
Cárdenas, dice en su Crisis teológica: “Permitido es, jurar sin intención de cumplir, si hay razones graves para ello.”
El padre jesuita Sánchez afirma en su Operae moralis: “Se puede jurar que no se hizo una cosa aunque se hiciera; esto es cómodo en casos críticos, y justo cuando es útil para la salud, el honor o el bien.”
Por su parte, el jesuita Arbault dice que “Los hombres pueden sin escrúpulos, atentar unos a otros por la detracción, la calumnia y los falsos testimonios.” Y luego añade que: “Para cortar las calumnias se puede asesinar al calumniador, pero a escondidas, a fin de evitar el escándalo.”
El jesuita Amicis, dice que, “un religioso debe matar al hombre capaz de dañarle a él o a su religión, si cree que abriga tal intento”.
Con estas normas morales, es de entender por qué la Iglesia Católica se ha destacado en dirigir las peores guerras y masacres de la historia.
Y también, en hacer lo que consideren necesario para conseguir su máximo fin: consolidar el poder temporal del papa.
Esas son las normas morales que rigen nuestras naciones latinoamericanas.
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