HISTORIA DEL SOCIALISMO XII -capitalistas financiando al socialismo

A los dueños del capital internacional no les importa si gobierna la izquierda o la derecha, con tal de que ello no afecte sus intereses financieros

HISTORIA DEL SOCIALISMO XII

¿Capitalistas interesados en financiar el sistema comunista..?

Por Ricardo Puentes Melo

Sí. La respuesta es cosa de niños. A los dueños del capital internacional no les importa quién gobierne con tal de que ello no afecte su monopolio, sus intereses financieros.

En Estados Unidos, aunque ciertamente controlan el poder financiero, y el Banco de Reserva Federal -que debería ser estatal porque dicta políticas estatales, pero que pertenece a capitalistas privados-, en ese país estos depredadores tienen un contrapeso importante en una población educada cuyos derechos son garantizados efectivamente por la Constitución –de inspiración mayoritariamente protestante.

Hugo Chávez, a los pies del Vaticano

Indiscutiblemente, en un régimen socialista, donde los medios de producción, los canales de distribución y todos los bienes –además de los medios de comunicación y el aparato educativo- estén controlados por el gobierno (Estado), los beneficios para los monopolios internacionales son alucinantes. Mientras sean ellos quienes controlen al gobernante del régimen socialista, controlarán también toda la riqueza y la propiedad del país sometido. Controlarán la vida de cada ciudadano.

Por ello es que en Cuba, Nicaragua y Venezuela –por citar algunos casos- el discurso anti yanqui no concuerda con la realidad de los contratos estatales. Mientras Hugo Chávez denigra a los cuatro vientos contra el imperialismo norteamericano, no tiene ningún problema en asociarse con poderosos hombres de negocios, como Morgan y Rockefeller, para que sean ellos quienes construyan las refinerías y manejen los oleoductos. En este tipo de regímenes totalitarios socialistas (todos los totalitaristas son socialistas), las ganancias económicas son fabulosas ya que no se permite la libre competencia, que se desestimula tildándola de “imperialista”, y todos los procesos productivos son controlados por los todopoderosos Morgan, Rockefeller y Rothschild, patrocinadores del socialismo. Sin lugar a dudas, los verdaderos dueños de Venezuela y Cuba deberían buscarse en Wall Street.

 

Wall Street, desde aquí se ha financiado al socialismo

Enlazando con lo expuesto en la parte XI de esta serie, veíamos que aunque en 1911 el comunismo no se había impuesto en Rusia, ya estaba bastante adelantada su planeación para implementarla en el país de los zares. En realidad, antes de 1900, los jesuitas ya tenían muy claro que el país ideal para ejercer como “antítesis” sería Rusia. Por eso, hicieron que sus marionetas, los poderosos de Wall Street, financiaran a Lenin, un judío educado por jesuitas, para que derrocara al zar ruso.

Con Estados Unidos ejerciendo como la “Tesis”, y Rusia como “la Antítesis”, la síntesis podría empezar a tomar forma.

Por supuesto, para que la “síntesis” (el Nuevo Orden Mundial) sea posible, no debe haber vencedores entre la “tesis” y la “antítesis”. Ninguno debe prevalecer sobre el otro. Esa es una condición necesaria –según ellos- para que su Nuevo Orden Mundial, con organizaciones supranacionales que se impongan sobre cada país, sea posible.

Este es el modelo que han aplicado con relativo éxito en muchas partes del mundo. En el caso de Estados Unidos contra Cuba, es evidente la superioridad gringa. Estados Unidos, tal y como hizo con Noriega en Panamá, podría fácilmente deponer al dictador Fidel Castro. Pero no lo hará… hasta que el Vaticano y quienes dirigen los hilos del poder transnacional no lo considere necesario.

 

Javier Giraldo, S.J. Coordinador del Cinep y beneficiador de las FARC

Igual sucede con las FARC. Durante años se ha vendido la idea –promovida desde el Cinep (jesuita), las ONG de izquierda y las facultades de Ciencias Políticas de las Universidades -controladas por los mismos jesuitas- que las FARC no pueden ser derrotadas y que es necesario un diálogo que sintetice los deseos de ambas partes. La iglesia Católica siempre ha manejado a su antojo la problemática de la guerrilla y el narcotráfico (este será otro tema) y ha tratado de dilatar la victoria del gobierno democrático sobre la guerrilla. Han manipulado presidentes que estuvieron a punto de vencer la subversión, haciéndolos desistir del golpe de gracia a la guerrilla y han vendido la idea de que concederles prerrogativas políticas a los terroristas derrotados es “gracia divina”.

Hugo Chávez, ficha jesuita, ha patrocinado, apoyado, financiado y protegido a los terroristas de las FARC durante muchos años. Busca la consolidación del proyecto bolivariano, que no es otro que el proyecto jesuita, es decir, un Nuevo Orden Mundial donde la riqueza se concentre en todavía menos familias. Chávez también ha apoyado financieramente a candidatos socialistas en otros países latinoamericanos. Aquí en Colombia, apoya al Polo Democrático; en Argentina a la Kischner; en Ecuador a Correa; en Nicaragua, a Daniel Ortega. Y la lista sigue.

Álvaro Uribe Vélez, aunque discípulo de jesuitas y favorecedor –según algunos- de las clases altas, ha resultado un hueso duro de roer para los jesuitas –quienes le sienten antipatía. La razón es muy sencilla: las FARC asesinaron a su padre y él prometió acabar con esa guerrilla, objetivo en el que dio los pasos más importantes que se hayan dado en toda la historia del país. Sin embargo, la iglesia Católica ha influido de diferentes maneras en el presidente Uribe. Lo convenció de que Hugo Chávez sería un buen facilitador; a través del ultracatólico –y judío- Sarkozy, convenció al presidente de la conveniencia de soltar a Granda, el canciller de las FARC, quien inmediatamente fue hospedado por monseñor Castro en la Conferencia Episcopal y luego escoltado por el mismo obispo, y otros, hasta Cuba. El clero también logró que Uribe permitiera la intervención de Piedad Córdoba –congresista, admiradora incondicional de las FARC- en el proceso un proceso de falsa paz donde la guerrilla buscaba ganar tiempo y popularidad internacional para aprovechar y armarse de nuevo.

La iglesia Católica –en cabeza de monseñor Castro- también convenció a Uribe con la fórmula “salvadora” de un centro de encuentro –en cambio de un despeje de Florida- para que las FARC y el gobierno dialogaran. Uribe cedió a esta idea y, de paso, le concedió a la Iglesia Católica la potestad para que ella –y nadie más que ella- fuera la mediadora autorizada en el conflicto.

 

Raúl Reyes en una comitiva de visita al Vaticano

“Raúl Reyes” era muy cercano a la Iglesia Católica, muy cercano a monseñor Castro quien lamentó públicamente la muerte del terrorista al tiempo que ensalzaba las supuestas virtudes de alias “Reyes” y su disposición al diálogo. Increíble pero cierto. Recordemos uno de los apartes de su declaración:

“Se perdió una buena oportunidad de que un hombre con esa capacidad de diálogo hubiera tenido una vida distinta y le hubiera aportado más al país.” (monseñor Luis Augusto Castro, opispo de Tunja, presidente de la Conferencia Episcopal, en El Tiempo, 3 de marzo de 2008)

Lo que nos dice aquí monseñor Castro, es que el terrorista “Raúl Reyes” le aportó cosas al país. Él sabrá cuáles fueron esos “aportes”.

Iguales apreciaciones le regaló la jerarquía de la iglesia Católica a Julio César Mezzich, jesuita y número dos de Sendero Luminoso, la tenebrosa guerrilla terrorista de Perú.

¿Quiere decir esto que todos los jerarcas católicos saben y están de acuerdo con las directrices del Vaticano en este sentido..?

La alta jerarquía sí lo sabe y sí lo apoya. Pero hay ruedas sueltas –como siempre suele suceder- a las que el Vaticano –también casi siempre- ha logrado meter en cintura. Sin embargo, sacerdotes valerosos como Charles Chiniquy, Jeremiah Crowley y Alberto Rivera, éste último un jesuita de muy alto rango que denunció públicamente los planes de la Orden, y quien muriera asesinado por ello, son algunos ejemplos de hombres que han estado involucrados con la Prostituta Romana y que han tenido el valor de salirse de sus filas para desenmascararla.

También tenemos el caso de otros “opositores” tibios, que no discuten abiertamente las instrucciones de Roma pero que, a veces, caen en comentarios que van en contravía de las órdenes papales respecto a ciertos temas. Aquí en Colombia tenemos el caso un cardenal que públicamente se atrevió a cuestionar la vida personal del entonces presidente Julio César Turbay Ayala, hombre corrupto, depravado sexual, ocultista, borracho, libertino, a quien en numerosas ocasiones le comprobaron sus nexos con el narcotráfico. Turbay Ayala fue consentido de El Vaticano y miembro de sectas procatólicas, como la Secta de Moon. Turbay logró que el papa Juan Pablo II le diera el divorcio de su esposa, doña Nidia Quintero, para poder casarse de nuevo; una cosa casi imposible de lograr para cualquier católico. Sus bacanales y sus orgías en el Palacio de Nariño, sede del gobierno colombiano, son legendarias; igual que legendarias fueron las torturas a las que sometió a miles de intelectuales colombianos durante su presidencia. Fue protector del M-19, guerrilla cuyos integrantes desmovilizados dieron origen al Polo Democrático y el Partido Verde. Turbay Ayala fue posteriormente nombrado como embajador ante la Santa Sede, cargo que ocupó hasta poco antes de su muerte. También, durante su presidencia, las decisiones gubernamentales más importantes las tomaba después de hablar con su bruja personal, la misma que asesoraba a los narcotraficantes más peligrosos de la época. En los comienzos de su vida pública, fue apadrinado por el presidente Alfonso López Pumarejo y mantuvo una relación muy estrecha con Alfonso López Michelsen, su hijo y también presidente, y también éste con extrañas relaciones con el narcotráfico y la guerrilla. Su hijo, Julio César Turbay Quintero, es hoy día Contralor General de la República. Cuando Turbay Ayala falleció, su cadáver fue velado en la Catedral Primada de Bogotá, y a su funeral asistieron la aristocracia colombiana, los jerarcas católicos y –como siempre- miles de analfabetas a quienes Turbay Ayala llenó de “regalos” como servicio de acueducto, y legalización de tugurios paupérrimos, amén de millones de litros de cerveza y lechonas.

Pero regresemos a nuestra historia.  La Santa Sede sabe que no ha podido controlar totalmente a Álvaro Uribe, como sí lo hizo con presidentes anteriores, y es por eso que mientras los jesuitas lo atacan frontalmente, otros jerarcas tratan de conciliar con él para que no destruya totalmente la guerrilla sino que, en cambio, le dé la oportunidad de reinsertarse a la vida civil con los mismos privilegios que obtuvieron los guerrilleros del M-19: millones de dólares en efectivo, noticieros de televisión, prensa escrita, participación ministerial en los gobiernos –porque sí-, y jugosas partidas presupuestales en contratos y auxilios para sus cabecillas. Gustavo Petro, miembro de esa guerrilla, es hoy un acaudalado excongresista y excandidato presidencial; Antonio Navarro Wolf es gobernador de Nariño (en frontera con Ecuador), León Valencia (del EPL) tiene una ONG que capta millones, y es obligatoriamente consultado como “analista político”; es también columnista de El Tiempo donde fuera director otro comunista de élite, Enrique Santos Calderón. Está también Carlos Franco, quien dirige la oficina de Derechos Humanos de la Presidencia de la República, cargo que ha utilizado para acompañar la persecución jurídica contra los militares que combatieron la narcoguerrilla. Y hay muchos más casos de éxito que muestran que en nuestro país el crimen sí paga. Todos esos guerrilleros son hoy riquísimos y forman parte del Partido Verde y del Polo Democrático, partido político de corte socialista, apoyado abierta y desvergonzadamente por los jesuitas, y que desde hace varios años se apropió de Bogotá con el apoyo –además de los hijos de Loyola – de la guerrilla de las FARC. Y a nadie se le hace extraño esto.

El asunto es que, a pesar de que el representante del papa en Colombia, o el presidente de la Conferencia Episcopal –controlada por los jesuitas, claro que sí- apoye públicamente las gestiones de Uribe al mismo tiempo que le rinde homenajes a los guerrilleros, nada de esto debe parecernos excepcional. Bellarmino, un influyente jesuita, escribe:

No es dudoso que se pueda matar a un tirano a puerta abierta, acometiéndole en su palacio, o engañándole y sorprendiéndole en una emboscada”.

Verdad es que es más grande y generoso atacar abiertamente al enemigo; pero no es prudencia menos recomendable, aprovechar alguna favorable ocasión para engañarle y sorprenderle, a fin de que la cosa produzca menos emoción y peligro para el público y los particulares.” (De Summi Pontificis potestate)

También dice el jesuita Bellarmino, de manera sospechosamente exacta a la tesis defendida por Carlos Gaviria, presidente del Polo Democrático, que:

Permitido es a un particular matar a un tirano, a título de derecho de propia defensa: porque aunque la república no lo manda así, se sobreentiende que quiera ser siempre defendida por cada uno de sus ciudadanos en particular, y hasta por los extranjeros; por consiguiente, si no puede defenderse más que con la muerte del tirano, a cualquiera le está permitido matarle.”

Obviamente, quien define cuándo un gobernante es tirano o no, es el General jesuita. Siguiendo está lógica, los hijos de Loyola asesinaron –por sus manos o por manos de terceros- a hombres como Lincoln, Kennedy, McKinley y otros.

 

Raul Reyes y el presidente de la Bolsa de Nueva York, Richard Grasso. ¿Visita de negocios..?

Mientras declaraban que estos hombres, amados por sus pueblos, eran tiranos y enemigos de Dios, los jesuitas han glorificado y apoyado a los verdaderos tiranos. Ahí está el caso de Luis XIV de Francia quien aseguraba que “El Estado soy yo”; Fernando VII de España, los Borbones de Nápoles, Parma y Modena, los dictadores Rojas Pinilla y Fidel Castro, tiranos infames todos -protectores de los jesuitas- que han sido ensalzados como modelo de virtudes, dignos mandatarios y estadistas justos. Estos tiranos, sin ninguna excepción, les entregaron a los jesuitas el manejo de los sistemas educativos de sus respectivos países.

Regresando atrás, con el panorama de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, los jesuitas estaban ya planeando una guerra mundial que les diera el control de Rusia para su experimento hegeliano y, de paso, castigar y someter definitivamente a la revolucionaria Francia utilizando a Bismarck.

Dos veces durante esta época, el cónsul Otto Von Bismarck dirigió a Alemania (Prusia) hasta obtener victorias militares sobre los países controlados por los Jesuitas; en 1866 ganó a Austria, y en 1870 derrotó a Francia. Bismarck había prohibido la Orden Jesuita mediante una Ley llamada “Kulturkampf” en el 1862. Estos “crímenes” contra Roma y los Jesuitas tenían que ser vengados. Por lo que, muchos miles de alemanes fueron asesinados en el baño de sangre de la Primera Guerra Mundial.

Sin embargo, esta victoria del papa sobre Bismarck fue –al estilo jesuita- por medio de adulaciones y no con guerra frontal. Bismarck, quien en el pasado había promovido una feroz política contra la Iglesia Católica, llamada “La Lucha Cultural”, ahora estaba recibiendo muchos favores de la Santa Sede. Fue el primer protestante en recibir la “Orden de Cristo”, con joyas, uno de los más altos honores de la Iglesia Católica con las cuales condecora a sus leales súbditos. Luego, poco después, el canciller alemán ordenó publicar en todos los diarios que estaba dispuesto a reconocer las pretensiones del papa respecto a una restauración parcial de su poder temporal.

Como contraprestación, León XIII intervino en la política interna de Alemania ordenando al partido político católico, el Centro, que apoyara y promoviera todos los proyectos de los militares, “en vista de la inminente revisión de la legislación religiosa”.

Este mismo partido católico, Centro, que controlaba la política de Alemania, promovió la participación de este país en la Primera Guerra Mundial, convencidos de que, como lo había dicho el papa, los líderes de Alemania eran personas íntegras cuyos programas y planes estaban de acuerdo con los programas divinos.

Como lo mencionó monseñor Fruhwirth en 1914, en plena guerra: “Alemania es la base sobre la cual el Santo Padre puede y debe establecer sus grandes esperanzas..

Sin embargo, poco antes de establecer el comunismo en Rusia y de provocar la Primera Guerra Mundial, teniendo ya las bases ideológicas y “científicas” del “socialismo científico” de Marx y Engels, los jesuitas habían logrado infiltrar a uno de los suyos en la presidencia de los Estados Unidos. Theodore Roosevelt todavía, antes de la guerra mundial, tenía que hacer algo muy importante en Colombia que beneficiaría a los financistas de los bolcheviques: Se tomaría a Panamá.

Eso lo hablaremos en la siguiente entrega.

 

Julio 06 de 2010.

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