POR FIN SANTOS DESCORRIÓ EL VELO DE LO QUE OCULTAN LAS FARC
Para Santos y su gobierno, no son las Farc las agresoras, las que llevaron un papel activo y unilateral en los ataques a la sociedad y al Estado, sino que las Farc, como dice el embuchado eterno del PCC, fueron “provocadas” por la fuerza pública
Por fin Santos descorrió el velo de lo que ocultan las Farc
Para Santos y su gobierno, no son las Farc las agresoras, las que llevaron un papel activo y unilateral en los ataques a la sociedad y al Estado, sino que las Farc, como dice el embuchado eterno del PCC, fueron “provocadas” por la fuerza pública
Por Eduardo Mackenzie
18 de junio de 2016
Por fin Juan Manuel Santos mostró lo que se oculta detrás de las negociaciones secretas con las Farc en La Habana. Lo que se prepara allí, bajo la batuta de Raúl Castro, es la guerra, la guerra total y despiadada contra los colombianos, contra sus instituciones democráticas, contra su economía y su cultura.
El presidente Santos no pudo ser más claro en su discurso de ayer, en Medellín, en el Foro Económico Mundial, al lado de Felipe González, líder socialista español que no salía de su asombro ante semejante metida de pata del mandatario colombiano, quien soltó un secreto que debía ser guardado celosamente.
“Tenemos información amplísima, dijo Santos, que si no se refrenda la paz ellos [las Farc] están preparados para volver a la guerra, una guerra urbana, en las ciudades, que es más demoledora que la guerra rural”.
A lo que habría que responderle: si las Farc están “preparadas” para masacrar a todo el mundo es porque el presidente Santos les ha permitido que se preparen para ello, en estos cuatro años de sinvergüencerías y falsas negociaciones de paz. En ese tiempo, Santos trabajó duro para desmoralizar y paralizar a la fuerza pública, en todos sus componentes y ramas, para destruir la inteligencia militar, para humillar y encarcelar a jefes militares leales y competentes, para intoxicar a la población con una propaganda en favor de la pasividad y la resignación más abyecta ante las exigencias liberticidas de las Farc.
Santos continuó su perorata desafiante: “Si el plebiscito no se aprueba volvemos a la guerra. Así de sencillo”. Y agregó: “Se ha querido decir que si el plebiscito se niega vamos a poder negociar un acuerdo mejor. No, no se equivoquen. Si el plebiscito no se aprueba volvemos a la guerra, así de sencillo, no es que vamos a volver a la mesa de negociación, volvemos a la guerra. Esa es la verdad”.
Santos lo que dice, en síntesis, es esto: “yo ya capitulé en toda la línea ante las Farc, ahora necesito que ustedes, colombianos, también capitulen ante ellos, votando a favor del sí a los acuerdos de La Habana en el plebiscito”.
Eso es lo que pretende Santos que hagamos los colombianos. Pero su postura no es respetable, pues es un chantaje. Santos no ventiló siquiera sus frases rutinarias sobre las virtudes de la paz. Sabe que ese discurso él ya lo desgastó. Utilizó entonces el método contrario: amenazar con la guerra, con una guerra despiadada en todas partes, incluyendo las grandes ciudades.
En lugar de decir que el Estado colombiano, la fuerza pública, la justicia, protegerán a la nación de las acciones de guerra bárbara que preparan las Farc, el mandatario colombiano, hizo lo contrario: pidió que los colombianos capitulen, voten lo que las Farc exigen, pues éstas podrán devastar el país si el país las contradice. Ese llamado transformó definitivamente a Santos en verdugo de su propio país. Ello es inaudito, insoportable. Santos ha ido muy lejos.
No hay un solo mandatario en el mundo, salvo quizás el señor Nicolás Maduro en Venezuela, que maniobre con tal habilidad para que su tierra natal pueda ser esclavizada por otro país. Pues ese es el telón de fondo. El objetivo supremo del falso proceso de paz es que Colombia quede bajo la bota cubana, de una dictadura comunista caribeña que saqueó y destruyó política y económicamente a Venezuela, país petrolero, con ayuda del vendepatria Hugo Chávez, y que planea ahora hacer lo mismo, o peor, con Colombia, por la vía tan loable de unas “negociaciones de paz”.
Santos permitió y hasta facilitó que los jefes del narco-terrorismo marxista –los mismos que van a dirigir la operación anti-colombiana–, obtuvieran refugio y respaldo de todo tipo en Cuba, una vez disfrazados de “miembros de la mesa de negociación” de La Habana. A esa gente le suspendieron sus órdenes de captura y los enviaron a Cuba con apoyo oficial. Y han pactado que las Farc seguirán con sus armas y tendrán zonas desmilitarizadas –las llamadas “zonas de ubicación”, después de firmada la paz.
Santos acaba de revelar de manera imprudente, en Medellín, que no habrá fin del conflicto, como predican sus diplomáticos en Estados Unidos y en las capitales europeas, sino una agravación del mismo. La esencia de su mensaje de ayer fue: Si ustedes no votan a favor de la entrega del país sufrirán la violencia fariana, la cual llegará a las ciudades.
“Al presidente no le preocupa garantizar la seguridad a los colombianos, sino intimidar a la ciudadanía con la capacidad criminal de las FARC”, ripostó inmediatamente el expresidente y senador Álvaro Uribe, principal opositor de las concesiones a la guerrilla. No menos contundente estuvo el Procurador General, Alejandro Ordóñez, quien subrayó: “Esta declaración revela una estrategia de terror para imponer por miedo el acuerdo de La Habana y para someter a la sociedad (…). Los colombianos tienen que defender su libertad para decidir sin presiones del Gobierno y sin amenazas de las FARC (…). Los ciudadanos deben repudiar que se les lleve a un plebiscito no a decidir, sino a doblar la rodilla ante el chantaje de terrorismo en las ciudades”.
Después Santos trató de corregir el enorme desliz. Colprensa escribió que el presidente había “aclarado”, en la noche del jueves, la frase que asombró al país: Santos presentó la cosa del “recrudecimiento de la guerra” como una simple deducción de hechos anteriores. Contó que cuando fracasaron las negociaciones de paz de los expresidentes Belisario Betancur, César Gaviria y Andrés Pastrana, “se recrudeció la guerra”. Lean bien la frase. Según Santos, cuando Colombia no llega a nada con la guerrilla comunista “se recrudece la guerra”. Ni siquiera dijo que las Farc recrudecen la guerra, para vengarse de tal fracaso. Santos escogió el pronombre personal “se” para darle un giro impersonal a la frase: en ella no se sabe quién ejecuta la acción. Al decir “se recrudece la guerra” Santos le echó la culpa a la fuerza pública o, por lo menos, atribuyó la responsabilidad de la guerra a dos entidades: a la guerrilla y a la fuerza pública. Santos remató: “y si llegan a fracasar estas negociaciones, pues se va a recrudecer la guerra”.
El uso del cuestionable “se”, devela la psicología de Santos y de sus enviados claves, los señores Jaramillo y De la Calle. Muestra por qué la línea ha sido de capitulación. Para ellos no son las Farc las agresoras, las que llevaron un papel activo y unilateral en los ataques a la sociedad y al Estado, sino que las Farc, como dice el embuchado eterno del PCC, fueron “provocadas” por la fuerza pública. Para ellos, el “conflicto” entre dos aparatos armados es lo que recrudece la guerra. No son las Farc las responsables de la violencia ofensiva de 50 años que ha sufrido Colombia. No fue la decisión secreta y perfectamente unilateral de las Farc y del partido comunista de Gilberto Vieira, bajo órdenes de Moscú, lo que desató la “segunda violencia”, cuando el país había ya superado el conflicto liberal-conservador. Por eso el énfasis desesperado de las Farc para que la “memoria histórica” sea redactada según sus criterios y no según la realidad de los hechos históricos.
Si las Farc van a castigar al país con una nueva guerra urbana, como hicieron en otras ocasiones con otros aparatos, el movimiento de resistencia civil, que lanzaron ex presidente Álvaro Uribe y el Centro Democrático, debe ampliar sus objetivos y diversificar sus métodos. La resistencia civil debe integrar ahora la nueva amenaza que reveló Santos. A ésta hay que responderle con una mayor movilización de la ciudadanía, con una profundización y masificación de los actos de resistencia civil y hasta de desobediencia civil. Y con un mayor activismo a escala internacional. La supervivencia del país depende de ello. La respuesta a las amenazas de las Farc, reveladas por Santos, debe ser consecuente.
Comentarios