LEYENDO A IVÁN DUQUE
Según Duque, la democracia representativa debe ser “corregida” y “prevenida” para que no caiga en las manos de los intereses privados. Pues los intereses privados son dañinos. El tufillo socialista aparece también cuando alerta despectivamente contra “quienes se enriquecen”, como si esas personas fueran una plaga y si enriquecerse fuera un mal en sí, un pecado
Leyendo a Iván Duque
Según Duque, la democracia representativa debe ser “corregida” y “prevenida” para que no caiga en las manos de los intereses privados. Pues los intereses privados son dañinos. El tufillo socialista aparece también cuando alerta despectivamente contra “quienes se enriquecen”, como si esas personas fueran una plaga y si enriquecerse fuera un mal en sí, un pecado
Por Eduardo Mackenzie
17 de enero de 2017
Acabo de leer el artículo de Iván Duque, de abril de 2010, intitulado « Las lecciones de Soros » (1). Es un texto revelador. Para resumir, ese escrito es, en mi opinión, una defensa no explícita del socialismo económico. Es un artículo enrevesado, destinado a decir las cosas con rodeos. Sin embargo, si se lo lee con atención, muestra cosas muy claras.
El texto aparece como una defensa del pensamiento de George Soros, quien es descrito allí como un “filosofo”, antes que como un “controversial inversionista y filántropo” (perdón por el anglicismo “controversial”: es de Duque).
No sé si lo que escribe Iván Duque en ese artículo es un resumen exacto o más o menos fidedigno de las conferencias de Soros de octubre de 2009. Lo que sí es cierto es que en el texto de Duque, publicado en Portafolio, hay una serie de afirmaciones que no dejan duda: el pensamiento de Duque no es liberal.
Veamos por qué.
El tema del artículo es la “filosofía” de Soros, no la filosofía de Karl Popper, pensador liberal británico de origen austriaco, autor de la teoría de la refutación, y quien devino muy célebre en los años 1980 gracias a su concepción de la “sociedad abierta”. Duque no menciona a Popper ni una sola vez, aunque sabe que George Soros se apropió y desvió en su favor la noción que lanzó Popper en una obra de 1979, en dos tomos: “La sociedad abierta y sus enemigos”.
En su resumen, Iván Duque plantea que el mercado capitalista debe ser controlado por el Estado. Pues los grupos de interés privado “manipulan los mercados” y son egoístas. Afirma, además, que las “instituciones políticas” son también “capturadas” por grupos e intereses privados.
Conclusión, la democracia representativa debe ser “corregida” y “prevenida” para que no caiga en las manos de los intereses privados. Pues los intereses privados son dañinos. El tufillo socialista aparece también cuando Duque alerta despectivamente contra “quienes se enriquecen”, como si esas personas fueran una plaga y si enriquecerse fuera un mal en sí, un pecado. Puede serlo, desde luego, pero en un marco de pensamiento marxista, una religión de nuevo tipo, no en un marco conceptual liberal.
Tal es el preámbulo artificial que Duque hace para desembocar en su afirmación central: debemos avanzar hacia (…) la defensa de “los intereses colectivos”.
Después de insistir en que los mercados deben ser “regulados”, pues sin esa “regulación” caen en poder de grupos de interés, Duque aborda la cuestión de qué hacer con la “sociedad abierta”. Su respuesta es decepcionante. El estima que la sociedad abierta perderá cada vez más fuerza si no corregimos la democracia representativa, la cual cae siempre en manos de intereses nefastos (son grupos que “se enriquecen y amparan a costa de manipular la realidad”).
La democracia representativa, según Duque, puede ser corregida mediante la “regulación del Estado” (la fórmula que escoge Duque es aún más disimuladora de sentido: “prevenida” por el Estado). En conclusión, lo que debemos defender son, pues, los “intereses colectivos” y la “verdad” (colectiva).
Una vez despojada de los circunloquios y cortinas retóricas, la teoría de Duque es esta: la democracia representativa es débil y debe ser modificada con algo que él no explica del todo, y el mercado capitalista y la sociedad (llámese abierta o no), deben ser “regulados” por el Estado y no por los grupos o intereses privados, pues estos son mentirosos y manipuladores. El objetivo del actor político debe ser, en conclusión, la defensa de los “intereses colectivos”.
Duque no habla del bien común, sino de “intereses colectivos”, fórmula que tiene una connotación clara. La idea que se hacía Marx del hombre libre es la de un individuo total pero gracias a que sus fuerzas son las del colectivo. Su poder, supone Marx, se extiende a la totalidad social, pero a condición de que él no sea dueño de sí. Es decir que sus derechos individuales sean suprimidos.
La deducción que se puede hacer del esquema de Duque es simple: el Estado que “previene” es quien decide qué grupos privados actúan bien y cuales actúan mal, cuáles deben ser controlados y reprimidos y cuáles no, para que no “capturen” el Estado, ni el mercado. Es obvio que, en ese esquema, ello no se puede hacer sin acudir a reglamentaciones cada vez más pesadas y mediante el aumento de impuestos que le permita al Estado regulador disponer de una burocracia capas de supervisar y orientar la compleja actividad económica y social del país. Tal control frena indefectiblemente la libertad y el crecimiento económico.
No hay en la demostración de Iván Duque el asomo de una frase que diga que, por el contrario, no hay sociedad abierta sin Estado de derecho, y que los individuos en la sociedad abierta son más libres, más iguales, más prósperos que en una sociedad planificada o socialista. No dice que la libertad de producción y de comercio favorece la baja del desempleo, la creatividad, la eficiencia, la competitividad, y que los regímenes socialistas y/o colectivistas tienen una sola salida ante el aumento de la miseria y del desempleo: que el Estado se ocupe de eso. Con los resultados mediocres, si no catastróficos, que conocieron todas las sociedades de tipo soviético y hasta las sociedades democráticas bajo gobiernos socialistas.
En una sociedad libre, no es el Estado el que suscita el sentimiento de ayuda mutua y de responsabilidad social. Ningún país socialista iguala el fenómeno del mecenazgo, por ejemplo, que existe en los países capitalistas.
No se ve en el artículo de Iván Duque la convicción sobre la superioridad de la economía de mercado, de la privatización, de la iniciativa individual, de la libertad de escoger en materia de educación y protección social. Duque cree en el poder regulador del Estado, es decir del poder político, el cual sería capaz de suplantar al mercado y a la iniciativa individual. Su esquema es dirigista, es decir arcaico.
En su enfoque no se ven trazas de las ideas liberales de pensadores claves contemporáneos como Friedrich von Hayek, Karl Popper, Murray Rothbard. Tampoco se ven trazas de las ideas del clásico economista inglés Adam Smith, ni de su célebre teoría de la mano invisible que, a través de millones de decisiones privadas y de informaciones intercambiadas espontáneamente, conduce no al desorden sino a un orden social superior.
“No se puede aceptar de plano la efectividad de los mercados cuando se dejan a su libre albedrío”, afirma Iván Duque. Los mercados, reitera, deben ser tratados con “mejor regulación”. Y esa “regulación” no solo es la proveída por el Estado, sino también aquella que ofrecen otros grupos, con intereses específicos y no especialmente filantrópicos. Lo paradójico de esto es que Duque dice que tal es el pensamiento de su admirado George Soros, la cabeza visible de un imperio internacional de ávidos inversionistas que se sirven de la actividad de centenas de Ong, fundaciones y grupos de presión que trabajan, sobre todo, para una cosa: controlar la información para influenciar el aparato legislativo de las sociedades en las cuales esa galaxia de financistas opera.
Al final del artículo de Iván Duque hay una frase que llama la atención, pues apunta hacia la función del actor político y su principal dilema: a quien debe atención y lealtad, a sus electores o a sus financiadores. Parece que es una frase de Soros. Pero éste no la aplica o la aplica a su manera: “Mientras quienes sean elegidos respondan a sus financiadores antes que a sus electores, la regulación eficiente de los mercados y la construcción de una sociedad más justa será una quimera”.
(1).- http://www.portafolio.co/opinion/ivan-duque-marquez/lecciones-soros-117928
Comentarios