VÁNDALOS EN LAS BIBLIOTECAS
En estos tiempos en que las “comisiones de la verdad” de origen judicial se han puesto de moda este fenómeno de la mano destructora en las bibliotecas es muy mal síntoma
VÁNDALOS EN LAS BIBLIOTECAS
Por Eduardo Mackenzie
Las bibliotecas del país deberían ser más cuidadosas y vigilantes con sus archivos. En dos importantes bibliotecas de Bogotá una extraña mano está vandalizando las colecciones de algunos diarios. Con gran asombro unos amigos descubrieron eso en días pasados en la Biblioteca Luis Ángel Arango y en la Biblioteca Nacional.
Las colecciones de la prensa hacen parte de las fuentes de información básica sobre lo que el país vivió recientemente. La prensa y los periodistas son historiadores del presente. No hay historiador, periodista, ensayista, investigador o estudiante que se respete que no haya consultado esa fuente para descubrir o verificar ciertos hechos del pasado.
Esa actividad está ahora en peligro. Alguien está empeñado en impedir el trabajo de investigación. No se trata de una destrucción ciega. Todo lo contrario: los actos de pillaje son precisos y puntuales. Algunos artículos que contienen información valiosa pero olvidada, han desaparecido bajo una espesa capa de tinta blanca, o de las tijeras de un censor anónimo. La edición microfilmada de los periódicos de una de esas bibliotecas no escapó a esa horrible labor.
La tijera trabaja sobre todo en la Biblioteca Luis Ángel Arango, recorta artículos y arranca páginas enteras de los diarios. Hemos notado que meses enteros de la colección de El Colombiano, de Medellín, han desaparecido. Hay alguien que no quiere que los usuarios de esas bibliotecas lean ciertas informaciones. ¿Por qué?
No lo sé. En todo caso, un hecho muy curioso abre una pista: los vándalos están haciendo enormes destrucciones en lo que toca a los eventos del 9 de abril de 1948. Los artículos sobre el “Bogotazo” son objeto de una cacería destructiva que pretende impedir que la gente conozca los orígenes y hechos reales de ese episodio capital.
En la Biblioteca Luis Ángel Arango, por ejemplo, no aparecen los cuatro primeros meses de 1948 de El Colombiano, un diario que cubrió con gran profesionalismo ese trágico evento de nuestra historia. El fondo consultable de ese año comienza apenas el 15 de mayo de 1948. Los vándalos lograron destruir todo lo que El Colombiano escribió sobre el 9 de abril de 1948.
Claro que un investigador serio tratará de encontrar el artículo desaparecido, o la página desgarrada, en otra biblioteca. Sin embargo, no siempre la encuentra: esa otra biblioteca puede carecer del diario de ese día.
Las colecciones de El Colombiano en la Biblioteca Luis Ángel Arango y en la Biblioteca Nacional tienen curiosos vacíos. Hace unos días, el único ejemplar de 1947 disponible era el del 7 de septiembre de 1947.
En la BN se puede consultar El Colombiano del 10 de abril del 1948 pero no del 11 ni del 12. Del 13 de abril de 1948 salta de nuevo al 17 de abril. El ejemplar del 18 de abril de 1948 ha sido mutilado. El Colombiano dice ese día en primera página: “Una mujer puede tener la clave del crimen planeado por los comunistas (pasa p. 9)”. Sin embargo, la página 9 ha sido destruida.
Ejemplares de años posteriores también fueron mutilados. El 24 de febrero de 1963 El Colombiano trae esta noticia: “Nueve muertos y 32 heridos saldo trágico en Santa Bárbara. Agitadores comunistas organizaron la emboscada (pasa a la página 18)”. Pero en la página 18, la noticia respectiva está totalmente borrada. El titular del 25 de febrero de 1963 anuncia: “Sin solucionar todavía el problema de Cementos El Cairo (pasa a la página 20)”. Pero en esa página el artículo fue borrado.
Los censores se mueven rápido y esperan llegar muy lejos. Otros diarios del país son igualmente objeto de destrucciones. Los ejemplares del 10 y 11 de abril de 1948 de El Liberal no aparecen en la BN (otros días si aparecen). En la LAA no se encuentra nada de El Liberal de 1948. En otras bibliotecas de Bogotá, El Liberal del 11 de abril de 1948 ha desaparecido.
El 16 de abril de 1948, El Espectador dice en su primera página: “Revelaciones en los EEUU sobre los antecedentes de los sucesos. Documentos sobre preparativos de los comunistas para entorpecer la conferencia (pasa última hoja)”. Esta página ha desaparecido.
También se constató que varios artículos claves del periodo de la Violencia y sobre los vínculos de los primeros jefes guerrilleros comunistas con los jefes bandoleros, tipo Sangre Negra, han sido destruidos.
Habría que ver si las bibliotecas de Medellín fueron afectadas.
En estos tiempos en que las “comisiones de la verdad” de origen judicial se han puesto de moda este fenómeno de la mano destructora en las bibliotecas es muy mal síntoma.
No olvidemos que gracias a esas colecciones, los periodistas están descubriendo aspectos cruciales de ciertos procesos penales en curso. ¿Qué fue lo que pasó con el asunto de René Guarín? Todo el mundo había olvidado que ese personaje, frenético acusador del Coronel Plazas Vega, era un secuestrador del M-19 cogido con las manos en la masa y encarcelado.
Dos periódicos de Bogotá habían publicado ese hecho pero después todo eso pasó al olvido, de suerte que René Guarín pudo aparecer como un modelo de virtudes que pedía justicia, en nombre de su hermana. Sin decir, claro, que ella había muerto porque el M-19 asaltó e incendió el Palacio de Justicia.
Gracias a las bibliotecas, dos periodistas pudieron sacar del olvido ese detalle clave y decir quién es René Guarín.
Destruir o mutilar los archivos de la prensa colombiana constituye un crimen. Un crimen contra la memoria del país, contra el periodismo y contra la inteligencia. Esos actos de vandalismo no pueden quedar sin que los ministerios de Educación Nacional y de Cultura investiguen, con las bibliotecas, qué está pasando y cómo impedir eso.
Los diarios colombianos deberían enviar a las grandes bibliotecas extranjeras su producción. Esas bibliotecas sabrán cuidar y preservar esa documentación mejor que las bibliotecas colombianas, las cuales han dando muestra, como se ha visto, de negligencia en cuanto a la preservación de los fondos y documentos que las generaciones pasadas les habían confiado.
18 de enero de 2011
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