EL TRONO MORAL
EL TRONO MORAL (II)
Por José Obdulio Gaviria
Dije (29 de diciembre) que es necesario saber ocupar y defender el Trono moral; que el terreno moral de Colombia fue usurpado por la banda Farc hasta el 2002; que Uribe, con el concurso de muchos colombianos, particularmente las Fuerzas Militares y de Policía -con el Sena, son nuestras instituciones mejor calificadas-, recuperó ese terreno estratégico.
¿Por qué ideas tan atrabiliarias como las de las bandas supérstites, Farc y Eln, lograron arraigar hondo en los círculos intelectuales? ¿Qué pasó?
La respuesta supone escarbar raíces profundas y largas. Y, escarbando llega uno, ¿quién lo creyera?, al fundador de una doctrina esencialmente terrorista: Lenin. ¿Qué tiene que ver, me preguntarán, ese intelectual, ese ideólogo, con ‘Jojoyes’ y con degüellos de obispos y gobernadores?
Lenin, inexplicablemente (o, más bien, eso demuestra que fue el genio de los genios del mal), volvió de buena familia la idea de que el terror ejercido colectivamente por un partido es instrumento legítimo de acción política. No el terrorismo individual ejercido por los anarquistas (a su hermano, precursor de nuestros terroristas de Internet, porque él también “se comprometió a matar al Zar”, le espetó los peores epítetos camino al cadalso). Lenin predicaba y defendía el ejercicio de la dictadura y del terror revolucionario contra la oposición, a la que consideraba (y sus discípulos consideran) siempre criminal. Para muestra, su ucase de noviembre de 1917: “La propaganda, o la agitación, o la participación en una organización, o la cooperación con organizaciones que tiendan a ayudar en lo más mínimo a la burguesía (…) pueden ser castigadas mediante la muerte o la cárcel”.
Pues el fundador del Partido Comunista Soviético, que escribió tales cosas, aparece aún en los pénsumes como un intelectual cuyos puntos de vista “deben ser respetados aunque no sean compartidos”. ¡Qué van a ser respetables unas ideas que son la base teórica y justificación de los genocidios nazi y comunista del siglo XX! ¡Qué respetable va a ser la idea de crear culpas colectivas (pertenencia a una clase social) y asignar responsabilidades penales por eso!
Pero lo curioso es que su esperpento conceptual, base del derecho penal soviético, fue también la premisa del derecho penal hitleriano: el delito no como conducta típica y antijurídica, sino la culpa colectiva de pertenecer al credo judío, o ser negro, o liberal. Lenin practicó la justicia de clase y Hitler la justicia de religión y raza. Es de puño y letra de Lenin esta instrucción: “Es necesario que apliquen instantáneamente el terror masivo, que fusilen (…) no debe perderse un minuto. Sin compasión, sin perdonar a nadie, mataremos a nuestros enemigos por decenas y centenares, incluso por millares y que se ahoguen en su propia sangre los burgueses”. A Hitler lo defienden hoy unos pocos criminales lunáticos; a Lenin, y a sus epígonos (Stalin, Mao, Che, ‘Marulanda’, Camilo Torres), en cambio, les prenden veladoras en mil altares.
Un genio de la política, Churchill, fue el único que no les comió cuento. En Tiempos modernos (capítulo 2), Paul Johnson nos recuerda que dijo en el gabinete (1918) que era necesario capturar y ahorcar a Lenin y a Trotsky, expresiones de una nueva forma de barbarie política, ajena al derecho, a la costumbre, la diplomacia y el honor. En 1937 hizo igual prevención sobre Hitler.
¿De dónde viene la idea de que es bueno matar (burgueses) para que otros vivan mejor (proletarios)? ¿Por qué tan generosa nuestra justicia dictando órdenes de libertad para los que degüellan por motivos altruistas? Porque el leninismo conserva el dominio de parte de ese aparato (Justicia). ¡Ah!, también copó un sector del clero católico. La Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, por ejemplo, es leninista. Uribe, en cambio, abreva en las enseñanzas del Sermón de la Montaña. Por eso, entre otras razones, les supo arrebatar el Trono moral.
Tomado de: Eltiempo.com
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