“FARC Y SANTOS DESTRUIRÁN LAS FUERZAS MILITARES”
Ya cayó Venezuela. Y el puntillazo final para Colombia lo propinará Juan Manuel Santos “Santiago” y su sanedrín de traidores, con cúpula y todo, al entregar nuestro amado país en las fauces de los criminales de las FARC
EL FORO DE SAO PAULO EXTERMINARÁ NUESTRAS FF.MM
“FARC y Santos destruirán las Fuerzas Militares”
Por ello, la gran prensa se ha ensañado contra militares como el general Arias Cabrales y el coronel Plazas Vega, que salvaron al país de caer en la dictadura comunista que planeaba el M19 cuando asaltó el Palacio de Justicia a sangre y fuego
Por Ricardo Puentes Melo
Octubre 1 de 2014
En Colombia, al igual que en varios países de Latinoamérica, el comunismo internacional se ha empeñado en destrozar desde adentro a la única talanquera que puede ponerles freno a sus intenciones: el ejército.
Habiendo tenido éxito en varias naciones de la región, Colombia se conserva como reducto, como bastión de la lucha por la democracia, que es la misma lucha anticomunista.
En esa búsqueda de destruir al Ejército, el comunismo internacional descubrió que puede exterminarlo más fácilmente en un área que no es el campo de combate. ¿Dónde..? En los tribunales… en lo que hemos dado en llamar: “Guerra jurídica asimétrica..”, una guerra que cuenta con la bendición del actual presidente de Colombia, Juan Manuel Santos y su fiscal de bolsillo, Eduardo Montealegre.
¿Cuándo comenzó esta tendencia?
Primero haré una breve reseña histórica de cómo llegamos a este punto. Y luego consideraremos un caso emblemático de esta guerra contra nuestro ejército: El caso del Palacio de Justicia.
Recordemos que durante el siglo XIX, la guerra se convirtió en una aventura de la clase alta, que buscaba afianzarse con el control político de las regiones. Las clases inferiores veían en el servicio militar un peldaño para subir de escala social, y este natural deseo era bien aprovechado por los dirigentes políticos que arrastraron tras de sus luchas militares a campesinos y demás descastados ansiosos por salir del anonimato y la pobreza.
Por eso, cuando los rebeldes ganan la guerra contra el ejército legitimista, no hay una diferenciación clara entre lo civil y lo militar. Los “civilistas” reclamaban su derecho a gobernar, y los “militaristas” hacían lo propio recordando que habían sido ellos quienes, con sus armas, habían ganado la independencia de España. La situación provocó no pocas tensiones y resquemores. Esto sumó aditamentos para las guerras civiles que se libraron después de la Independencia y que se prolongaron hasta comienzos del siglo XX,
Las tensiones y enfrentamientos entre “civilistas” y “militaristas” también se produjeron en el interior de los partidos políticos trayendo como consecuencia que los civilistas se reagruparan para hacerse al control de las leyes y frenar las pretensiones de los militares en este sentido.
Si antes de la Guerra de los Mil Días no había honor ni mística militar entre nuestros hombres de guerra –a excepción de casos extraños-, durante ese lamentable episodio de nuestra historia esos conceptos fueron olvidados totalmente corrompiendo los valores ciudadanos de la naciente República.
La Guerra de los Mil Días se destacó por la sevicia, la crueldad y el menosprecio absoluto por la vida. Los valores de la élite se trastocaron totalmente y los adelantos militares fueron utilizados para cometer las masacres más bárbaras que hasta entonces se habían conocido. Entraron al juego la ametralladora y el rifle Mauser.
Si antes la clase alta consideraba la guerra como una oportunidad donde podrían desplegar honor, ahora, a comienzos del siglo XX, solamente
era una ocasión de la clase política para exterminar a los contradictores. La clase alta, que en adelante se convertiría en la “clase política”, además de gastar fortunas del fisco en comprar armas, se hicieron a los medios de comunicación para usarlos como propaganda para su causa.
Por supuesto, otras facciones también fundaron periódicos desde donde criticaron el excesivo gasto militar. En las provincias, las armas proporcionaban el control de la región, mientras que desde Bogotá se intentaba controlar al país sin necesidad del uso bélico.
Fue el general Rafael Reyes, (presidente de Colombia entre 1904-1909), quien atisbó la necesidad imperiosa de reglamentar la milicia. Decidió profesionalizar las Fuerzas Militares y decidió traer desde Chile una misión de asesores expertos en la materia y, a su vez, formados por el ejército alemán a finales de 1890. Fundó la Escuela de Cadetes, reorganizó el cuerpo de Cadetes, obligó a los oficiales a que tomaran cursos de profesionalismo y organizó batallones de infantería, creando unidades de caballería y artillería.
Para Reyes era sagrado el pago a los militares. Incluso, por encima de otros servidores públicos, como policías y maestros.
Los “civilistas” se asustaron del éxito del general Reyes en lograr un progreso nunca antes visto en Colombia, y obligaron a que la Misión Chilena renunciara acusando a Reyes de estar nombrando a sus amigos en altos mandos militares, despreciando prometedores alumnos de la Escuela de Cadetes. La clase política logró vencer a Reyes haciéndoles creer a los colombianos, mediante la prensa en su poder, que los militares eran un grave peligro para el país.
Por ello, desde 1909 y hasta los años cuarentas, el ejército no gozó de popularidad ni favor de los gobiernos. Los militares eran vistos con recelo y cierto temor. Si bien antes los propietarios acudían al ejército para solucionar sus diferencias, después de la salida de Reyes de la presidencia, ellos recurrieron a la Iglesia Católica para esos menesteres. Así, los cuarteles importantes solo permanecieron en ciudades secundarias para la época, como Cali y Barranquilla, donde la Iglesia no podía garantizar la seguridad.
Después de Reyes, los siguientes gobiernos redujeron el gasto militar y obligaron a que el reclutamiento fuera nacional; esto, para impedir que los militares permanecieran en sus regiones y pudieran ser utilizados por los gamonales regionales para sus propósitos.
Desde esa época se llenó a los militares con promesas de pagos justos, viviendas dignas y condiciones favorables. Pero, como hasta hoy, siempre se les incumplieron dichas promesas.
Durante esos años, también, los ascensos no dependieron del presidente de turno. Esto para evitar cualquier alianza peligrosa que los perpetuara en el poder. El ejército fue desprestigiado por la gran prensa, que era liberal, y desde entonces las Fuerzas Militares recibieron apoyo solamente del Partido Conservador. Aunque esto afectó negativamente al conservatismo, de quien la prensa decía que buscaba la alianza de los militares para ganar el poder por la fuerza –algo falso- el Partido Conservador no quitó su apoyo a la institución y defendió desde sus puestos de control las partidas presupuestales para salarios, uniformes y capacitación.
Con lentitud, el ejército fue tomando vida propia. Definió sus jerarquías y reglamentó sus propios mecanismos para ascensos. Se profesionalizó el cuerpo y, como ya poco participaban en política, los civiles les fueron perdiendo el temor.
Los oficiales se dieron cuenta de que si no opinaban no tendrían problemas con nadie. Pronto se aislaron del interés por la agitada vida civil y electoral.
Entre 1911 y 1920, nuestro ejército apenas tenía 6.000 hombres distribuidos en tres Divisiones (Bogotá, Barranquilla y Cali), con dos Brigadas de infantería y unidades de caballería y artillería en cada División. En 1927, Colombia tenía el ejército más reducido y un presupuesto militar que era el más bajo –proporcional a su población- en toda América del Sur.
Aunque entre la clase política colombiana se veía con temor el belicismo de Venezuela y Ecuador, los problemas internos de esos países hicieron que se sintiera cómoda y relajada, y que no viera la necesidad de proteger las fronteras. Los dirigentes políticos confiaban en que la diplomacia resolvería cualquier situación de guerra con esos países, en caso de que ésta se presentara.
Colombia gozó de suerte en esos años ya que, efectivamente, no hubo necesidad de numerosas tropas para sortear algunos eventos internos como la rebelión indígena de Quintín Lame y una banda venezolana que intoxicaba indios en la Guajira para convertirlos en especies de “zombis” que eran llevados a trabajar como esclavos en las haciendas de Venezuela.
El propósito de la clase política era destruir anímicamente al ejército, cosa que se logró relativamente fácil. La moral del ejército entró en picada y los años dorados de la época de Reyes pronto se olvidaron. En 1924, para darles una idea, nuestra caballería tenía 300 hombres, 50 caballos y 70 sillas para montar. Una vergüenza de ejército. No había profesionalismo ni calidad en el ejército de esos años.
Por ello en ese mismo año, 1924, un grupo de jóvenes oficiales se quejó por la disparidad de los militares con otros servidores públicos; protestaron por las promesas incumplidas y la indiferencia de los civiles ante la situación de las Fuerzas Militares.
Este inicio de Golpe de Estado fue resuelto fácilmente: se enviaron a los oficiales a sitios inaccesibles y se introdujeron unas reformas muy pequeñas en la seguridad social de los militares.
Para esa época, Colombia entraba en una crisis financiera. Los precios internacionales del café cayeron y las predicciones de una falsa bonanzas petrolera hicieron que la clase dirigente se confiara, y que el Partido Conservador se viera amenazado por el resurgimiento de las antiguas rivalidades.
Los dirigentes políticos de ambos partidos se lanzaron como rapiña para obtener el control en las administraciones departamentales y en zonas donde se planeaban invertir préstamos multimillonarios internacionales, todos basados en la creencia de que habría una superproducción petrolera igual a la venezolana,
Como no hubo tal bonanza petrolera, el Congreso se lavó las manos e inició un debate al gobierno conservador de Abadía Méndez. Éste, en cambio de actuar con inteligencia, comenzó a repartir la construcción de obras civiles entre contradictores y seguidores, con el ánimo de ganar adeptos.
Jorge Eliécer Gaitán. El Partido Conservador, ya dividido y desmoralizado por la traición de Abadía, terminó de ser golpeado debido al
debate que Jorge Eliécer Gaitán dirigió contra el gobierno a causa de la represión militar de una huelga de empleados bananeros de la United Fruit. El comunismo internacional ya pisaba fuerte en Colombia.
Era el año 1928 y el ejército comenzaba a recuperar la influencia política que había perdido desde la caída de Reyes.
El general Ignacio Rengifo, también abogado, era el Ministro de Guerra de Abadía Méndez, y comenzaba a ganar prestigio debido a sus fuertes convicciones en contra del comunismo que empezaba a apoderarse de sindicatos y asociaciones de campesinos e indígenas en el país.
Aprovechándose de la recesión mundial de los años veinte, los comunistas aglutinados en el Partido Revolucionario Socialista empezaba a generar simpatías entre la población con los discursos de los líderes de ese movimiento que prometían salida de la crisis exagerando dramáticamente la responsabilidad del Partido Conservador en ella, y la ineficacia del Partido Liberal para conglomerar el descontento popular.
El general Rengifo era consciente de los planes de los bolcheviques para desestabilizar la región y apoderarse de Colombia debido a su privilegiada y estratégica posición geopolítica. Rengifo alertó por todos los medios sobre el peligro que se cernía sobre el país, debido a una ola violencia que estaba planeando la Internacional Comunista, pero las élites no creyeron en sus avisos.
Por el contrario, la clase política dirigente acusó al general Rengifo de buscar poder político con sus pretensiones de aumentar el número de efectivos del ejército. Aprovecharon las noticias de los refugiados venezolanos sobre los desmanes de José Vicente Gómez, militar y político de Venezuela a quien señalaban como tirano.
Como el general Rengifo gozaba de apoyo popular, el comunismo se alió con la prensa liberal y entre ambos lanzaron una campaña de desprestigio en contra suya. Campaña que llegó a su punto más alto en una trampa que le montaron: la huelga bananera de los empleados de la United Fruit, cuyo desacertado manejo ocasionó la muerte de siete empleados a manos del ejército. Este hecho fue aprovechado por el comunismo y sus aliados en la prensa, de tal manera que publicaron que la cantidad de muertos había ascendido a más de 1.000. Hasta hoy en día a ese desafortunado episodio se le conoce como “La Masacre de las bananeras” y ha sido sobredimensionado por el amigo de Fidel Castro, Gabriel García Márquez, en sus relatos. La huelga había sido manipulada por los comunistas, que lograron mediante violentas acciones de los trabajadores la reacción del ejército. El comunismo logró lo que buscaba. Y eso sería un simple ensayo para la violencia que desataría años más tarde al asesinar al líder Jorge Eliécer Gaitán.
Casi al igual que hoy, la opinión pública de esa época era fácilmente engañada, así que los siete muertos fueron convertidos por El Tiempo y El
Espectador en una espantosa masacre del ejército contra humildes y desarmados trabajadores. Para colmo de males, un grupo de estudiantes pertenecientes a la clase dirigente, en solidaridad con lo que creían que de verdad había sido una masacre, y buscando réditos políticos, se lanzan a las calles bogotanas a protestar. Entre ellos está Gonzalo Bravo Pérez, estudiante universitario hijo de un acaudalado empresario pastuso que era, además, amigo personal del presidente Abadía.
La manifestación se salió de control y la policía disparó contra los estudiantes, matando al estudiante Bravo Pérez, cuya muerte es usada hasta hoy día por los comunistas como símbolo del martirologio estudiantil.
Debido a que el estudiante pertenecía a la élite, organizaron en el Gun Club el ultimátum al presidente Abadía, quien estaba aterrado porque un movimiento similar había derrocado al general Reyes, así que retiró a la policía de la calles de Bogotá ordenando el acuartelamiento del ejército.
Los miembros del Gun Club, manejados como títeres por el comunismo internacional, le exigieron a Abadía el retiro inmediato del enemigo número uno de los intereses bolcheviques: el General Rengifo.
Rengifo, también acosado por Jorge Eliécer Gaitán quien buscando también réditos políticos cometió el error de acusar infamemente al general por una masacre inexistente de miles, fue destituido fulminantemente, dejando de ser un contrincante fuerte en las elecciones que se avecinaban. El Ministerio de Guerra pasó a manos de un civil, otro títere del comunismo que aprovechó para reducir el presupuesto de la defensa y el gasto militar a su más mínima expresión.
Olaya Herrera, instrumento contra el Ejército. En diciembre 13 de 1929 se reunieron en las oficinas de El Tiempo, ilustres miembros de la masonería y devotos del socialismo. Estaban Eduardo Santos, Gabriel Turbay, Francisco José Chaux, Roberto Botero Saldarriaga, Luis Cano, Luis E. Nieto Caballero. Turbay representaba a un grupo de académicos de la Universidad Externado que desde las aulas del claustro habían divulgado un manifiesto de adhesión al Partido Comunista, ideología que ya tenía bastantes adeptos en el Partido Liberal. En esa reunión escogieron a Olaya como su candidato.
Las condiciones estaban dadas para que el Partido Liberal, con el apoyo de los comunistas, llegara al poder. Al otro día, el 14 de diciembre de 1929, El Tiempo le impone a los colombianos el nombre de Olaya Herrera.
Así es que fue posible que Enrique Olaya Herrera llegara al poder, en 1930, apoyado por los movimientos comunistas que, seguros ya del triunfo de Olaya, salieron del anonimato y fundaron el Partido Comunista Colombiano el julio 17 de 1930, a escasas dos semanas de que Olaya se posesionara. La alianza del Partido Comunista con el Partido Liberal, ya infectado por el bolcheviquismo y animado por las ideas de Haya de la Torre, lograron subir al poder a Enrique Olaya Herrera terminando más de 40 años de hegemonía conservadora. Pero esta alianza desencadenaría la mayor de todas las violencias vividas hasta entonces en Colombia.
Asustado por el inesperado ataque de Perú, Olaya nombró como ministro al hijo del general Uribe Uribe, quien de inmediato armó el ejército comprando aviones y armamento a Alemania, país que colaboró además con los pilotos de guerra. El conflicto se ganó gracias a la acción de los bombardeos. Inexplicablemente, Olaya no permitió que la Fuerza Aérea colombiana, superior en todo sentido a la peruana, bombardeara las bases militares de Iquito.
Bueno.. no es tan inexplicable….
La guerra hizo que los colombianos nuevamente amaran y se unificaran en torno a su ejército. Los cuarteles se vieron sobresaturados con voluntarios que deseaban ingresar a las fuerzas militares. Las familias ofrecían voluntariamente sus joyas para que su venta fuera destinada a dotar al ejército.
López Pumarejo, delegado presidencial, y quien sería el próximo presidente, a pesar de estarse ganando la guerra, fue hasta Perú para negociar la paz. Los conservadores vieron en esto gesto un acto de debilidad y protestaron por la asistencia del gobierno colombiano a Rio de Janeiro a firmar un acuerdo con Perú que era lesivo para la nación, Con más de 200 aviones bimotores y trimotores, aviones de bombardeo y caza, aeródromos, comunicaciones inalámbricas, el conflicto se ganaría en menos de un mes… pero el gobierno prefirió hace un acuerdo diplomático con Perú.
Efectivamente, el acuerdo de fronteras fue lesivo para Colombia. El Acuerdo de Rio revisó parcial y superficialmente los términos fronterizos demarcados y rápidamente se ratificó el Tratado Lozano-Salomón. Y el gobierno Olaya canceló el tema. Se sacrificó el interés nacional en aras de una paz diplomática
El gobierno de Olaya Herrera fue continuado por otro masón comunista que militaba en el Partido Liberal: Alfonso López Pumarejo, gracias a un fraude electoral orquestado por el partido Liberal y los comunistas unidos en lo que Olaya llamó “Concentración Nacional”, un gobierno de unidad apoyado por algunos conservadores que traicionaron a su partido ordenando abstención total, lo cual permitiría la llegada al poder de López.
Para apoyar a Olaya, el comunismo le había exigido varias cosas que se resumirían en una: apabullar aún más al ejército. De 8.000 soldados que había en 1929, meses después de su posesión Olaya había reducido la tropa al número ridículo de 4.500 efectivos. Lo equipó con rifles y pistolas obsoletas, armamento que el presidente sacó de almacenes donde las tenían desde 1918. Las municiones las hacían en Bogotá muy rudimentariamente. Muchas unidades militares carecían hasta de cocina de campo. Lo más lamentable, más de tres cuartas partes de los soldados eran totalmente analfabetas.
Olaya aprovechó e introdujo hombres de filiación liberal socialista al ejército. Llamó a calificar servicios a varios generales veteranos, y ascendió rápidamente a sus hombres “infiltrados” allí con las instrucciones de que estos, a su vez, apoyaran también la entrada de nuevos oficiales de ideología liberal socialista a las Fuerzas Armadas.
De aquí en adelante, el comunismo siempre ha estado ligado al poder en Colombia, con algunas rarísimas excepciones.
Durante la segunda presidencia de López Pumarejo, renuncia y asume Alberto Lleras Camargo. El partido liberal se divide para las nuevas elecciones con dos candidatos liberales fuertes: Gabriel Turbay, enemigo del ejército, de quien hablamos ya, y Jorge Eliécer Gaitán. Debido a esta división, el Partido Conservador gana de nuevo la presidencia, en manos de Mariano Ospina Pérez.
Y llega 1948. Gaitán, ansioso de ser presidente, y con amplio respaldo popular, había hecho alianzas con el partido comunista. La idea era sabotear la IX Conferencia Panamericana para que el pueblo se aglutinara alrededor del candidato Gaitán y se allanara sin dificultades su camino a la presidencia.
Cuando Gaitán descubrió que las intenciones del comunismo eran generar caos y muerte en Bogotá, quiso hacerse a un lado. Les dijo que no participaría en esa hecatombe. Pero era demasiado tarde para retirarse.
El partido Comunista vio una oportunidad única. Podría generar una violencia aún más sangrienta cumpliendo un doble propósito: el saboteo a la IX Conferencia panamericana, y el ajusticiamiento de Jorge Elíecer Gaitán, quien los había traicionado.
Para ello, Fidel Castro viaja a Colombia. Es el encargado de desatar el derramamiento de sangre que desde entonces sufrimos.
Para no alargarnos más en la triste historia de Colombia, avancemos varias décadas y ubiquémonos en otro momento durísimo para Colombia, ese que produjo la Constitución de 1991.
Antes de 1991, como lo dijimos, el comunismo aliado con el Partido Liberal había colocado varios presidentes afines a los ideales bolcheviques. Y también ya tenían algunos altos oficiales en las Fuerzas Militares.
Siendo presidente el conservador Guillermo León Valencia, le correspondió combatir a las nacientes FARC, ya comandadas por Manuel Marulanda Vélez, alias Tirofijo, un matón a sueldo del comunismo encargado de organizar la banda terrorista. A punto de ser exterminados, los guerrilleros contaron con los buenos oficios de un general procomunista que los salvó avisándoles del bombardeo que los acabaría.
Después de eso, las guerrillas gozaron de los afectos y apoyos de casi todos los presidentes hasta esta época. Carlos Lleras Restrepo, amigo de las FARC; Misael Pastrana Borrero con amigos de las FARC y el ELN, Alfonso López Michelsen del ELN. Luego llega Turbay Ayala quien combatió la subversión pero se postró por intereses monetarios empezando a regalar indultos.
Luego viene Belisario Betancur, socialista bajo el disfraz de conservador, quien indultó y amnistió a todos los guerrilleros de todas las bandas. Gracias a él salieron de las cárceles todos los bandidos y los campos se llenaron nuevamente de violencia. Fue durante su gobierno que sucedió el asalto al palacio de Justicia.
Poco después llega al poder Virgilio Barco, un hombre que combatió a los bandidos pero que, debido a su mal de Alzhaimer, estuvo incapacitado para gobernar, cosa que aprovecharon sus consejeros, aliados del comunismo, para empezar a cocinar la idea de una nueva Constitución que permitiera el entronizamiento definitivo del comunismo en Colombia.
Aparece después César Gaviria. Y es él el encargado de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente acomodada a la banda terrorista del M-19, la misma que asaltara el Palacio de Justicia y que fuera indultada por Belisario y Gaviria.
Foro de Sao Paulo. Todo esto coincide con un evento de suma importancia. Yo no guardo ninguna duda. Lo que sucede en Venezuela hoy, lo que está sucediendo en Colombia, tiene un sello inconfundible: Foro de Sao Paulo. Muchos han escuchado de esta organización, pero pocos saben acerca de su real peligrosidad.
El Foro de Sao Paulo es creado en 1990 por Fidel Castro, con el propósito de ser un aparato unificador del comunismo en toda la América Latina. Su intención fue dar nuevo aliento al régimen comunista de Cuba tras la caída del muro de Berlín y el descenso en picada de la Unión Soviética. La idea, en 1990, era tomar inicialmente el control de dos países poderosos de Latinoamérica: Brasil y Venezuela, para desde allí financiar la rendición del resto de América latina a los pies del castrocomunismo.
Siendo el Foro de Sao Paulo una organización decisiva, necesita dentro de cada país el apoyo resuelto de organizaciones no gubernamentales que son las que brindan el músculo político, y que a su vez son apoyadas por organizaciones internacionales con apariencia de legalidad. Son miles y miles de estas organizaciones con los más variados fines en su superficie: feministas, ambientalistas, colectivos de abogados, defensores de Derechos Humanos, homosexuales, indigenistas, activistas de todo tipo. Junto a estas ONG, están los medios de comunicación que se movilizan en masa para defender los intereses de estas organizaciones y, por ende, del Foro de Sao Paulo.
Todo esto logra amplio apoyo popular ya que el castrocomunismo tiene un control mucho más importante que todos los mencionados.. un control cuya existencia pocos reconocen: La ideología.
El castrocomunismo se encuentra por toda nuestra América Latina, infiltrado en universidades, colegios, gremios de artistas e intelectuales, academias.. Desde allí han controlado la ideología que guía todos sus fines perversos, implantan las premisas filosóficas del indigenismo, la etnicidad, con la idea torcida de que el hombre está definido por su raza, por su línea sanguínea, en vez de estarlo por la capacidad de razonar. La etnicidad y el indigenismo han sido utilizados para fragmentar las naciones donde quiera que tienen la mala suerte de tener miembros del Foro de Sao Paulo.. es decir, TODA América Latina.
Colombia, por ejemplo, basó su Constitución de 1991 (ideada y llevada a cabo por el terrorismo del M19 conducido de la mano por Castro, proyecto concretado por César Gaviria Trujillo.) en estas premisas excluyentes, con el fin de crear zonas, regiones donde el comunismo pueda actuar libremente, burlando la soberanía de las naciones. De allí salen las Zonas de reserva Campesina y los territorios autónomos de las negritudes.
La ideología castrista es la confluencia de la izquierda y los grupos terroristas de toda Iberoamérica. Esa ideología es una mescolanza de indigenismo, teología de la liberación, defensa medioambiental. Pero todos tienen en común la defensa de la Cuba castrista.
Los miembros del Foro de Sao Paulo reciben orden de realizar manifestaciones, marchas patrióticas, ejercer presión política internacional, y enviar ayuda financiera al régimen de Castro. Quienes llegan a acceder a órganos de poder en sus respectivos países, también cumplen con esta religiosa obligación. La financiación del Foro de Sao Paulo, para el caso de Colombia, viene del narcotráfico. Ahí tenemos el cartel de las FARC.
Miremos cómo empezó a suceder esto.
Cuando se desmorona la Unión Soviética, y se termina el financiamiento de la Internacional Socialista, los funcionarios cubanos de Castro advirtieron a los miembros del Foro de Sao Paulo que debían adoptar “el modelo del M-19”. Es decir, asegurar su autogestión por medio del narcotráfico. De ahí el afán de legalizar las drogas.. de ahí el afán de legalizar a los narcotraficantes de las FARC.. de ahí el afán por destruir el ejército y beneficiar las zonas de reserva campesina, corredores de movilidad y narcotráfico de estos bandidos.
Sabiendo que el Partido Comunista Cubano impulsó la fundación del Foro de Sao Paulo, después de que el comunismo soviético se desintegró, los grupillos y ong comunistas vieron peligrar su supervivencia financiera. En 1990 el Partido de los Trabajadores de Brasil hace la Primera Conferencia, y allí participan 40 organizaciones y partidos de 13 países de Iberoamérica y el Caribe. Su fin: discutir cómo revisar la estrategia comunista revolucionaria en medio de la crisis del socialismo en todo el mundo.
Hoy también utilizan la minería ilegal, con ganancias astronómicas, para financiar el terrorismo y la ideología en los países de Iberoamérica.
Al principio, el Foro de Sao Paulo era algo así como un Frente Político encargado de proponer acciones. Pero en poco tiempo Castro consolidó el FORO como una estructura de mando bien centralizada, encabezada por los más peligrosos grupos terroristas de América Latina, con el propósito de reconstruir la caduca Internacional Socialista en este hemisferio, bajo la dirección de Cuba. Y esto no lo digo yo.. fue planteado el Congreso Intercontinental en enero de 1996.
Antes, en 1991 se elaboraron los estatutos y se eligieron los directivos. Miren bien: Partido Comunista de Cuba, Partido de los Trabajadores (Brasil), Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (EL Salvador), Movimiento Bolivia Libre, Partido de la Revolución Democrática de México. Los Tupamaros de Uruguay. En 1992 entraron a las directivas la Unión Revolucionaria Nacional de Guatemala, un grupo de terroristas que siguen las ideas de Sendero Luminoso.
Ya en 1995 a la dirección del Foro se sumaron los grupos narcoterroristas de Colombia: FARC, ELN y M-19, aparentemente desmovilizado), el Partido Laborista de Dominica, el Partido Revolucionario Democrático de Panamá, y otros.
La agenda común del terrorista Foro de Sao Paulo: El Foro de Sao Paulo tiene una agenda común para la toma del poder. Una agenda que ayudó a diseñar Ignacio Lulla da Silva, tan admirado por Henrique Capriles. La agenda consiste en:
Trabajar por la Soberanía Limitada. En diciembre de 1992, Human Rights Watch reveló un proyecto que venían trabajando. Se llamaba “Redefiniendo la soberanía”, que dice que la soberanía “no debe ser un escudo detrás del cual los gobiernos o grupos armados” se puedan esconder. Argumenta ese proyecto que la soberanía debe tomar el asiento de atrás en “la acción hemisférica colectiva”, en “el monitoreo de las elecciones”, en la “resolución de conflictos”, “en la supervisión de diálogos y acuerdos de paz”, y en la “defensa de los derechos humanos”, mediante la supervisión y control de la OEA, la ONU, la Cruz Roja, Human Rights Watch.. o cualquier otra organización supranacional.
El proyecto de 1992, que ya está en marcha, dice que las “naciones del hemisferio deben promover activamente la solución negociada de los conflictos guerrilleros que todavía existen en América Latina”. Es decir, se promueven diálogos y acuerdos para suscitar la impunidad de los terroristas y los mecanismos para permitir el acceso al poder con los terroristas, aliados y miembros del Foro de Sao Paulo.
El modelo para lograr esto, dijeron en 1993, es el impulso de “Diálogos de paz” mediante el cual se logran enormes victorias políticas, no conseguidas en el campo de batalla armada, y el desmantelamiento soterrado del ejército. Así lo hicieron en las “negociaciones de paz” de El Salvador, donde las Naciones Unidas sirvieron de intermediarios para la toma del poder por parte de los narcoterroristas del Frente de Liberación Farabundo Martí.
Esto va acompañado, obviamente, de otras tácticas: El ejercicio de una “Comisión de la Verdad”, que publique mentiras como si fueran verdades oficiales. Aquí el M-19 pidió una Comisión de la Verdad que tuvo mucho éxito… tanto que los terroristas andan sueltos, impunes, ejerciendo cargos públicos y haciendo política, mientras los militares que nos salvaron de esta atrocidad están presos, condenados de por vida a las mazmorras.
Y ya vimos el informe en Colombia de la Comisión de Memoria histórica, dirigido por Gonzalo Sánchez.
Desmilitarización. El FSP dice que las naciones e Iberoamérica deben “redefinir la misión” de sus fuerzas armadas, y reducir violentamente los presupuestos militares. Esto, al tiempo que se deben reeducar a los militares, introducirlos en la ideología marxista. Por esto es que vemos a personajes como Alejo Vargas, Gonzalo Sánchez, León Valencia y otros de la misma especie, dando clases a los oficiales de nuestras Fuerzas Militares.
El Foro de Sao Paulo dice en 1993, en la declaración final de su cuarta conferencia, en La Habana: “las Fuerzas Armadas constituyen una de las amenazas más serias a la construcción de la democracia política en Latinoamérica”. Tomas Borge, sandinista y miembro del FSP dijo que “los ejércitos sólo sirven para dar golpes de Estado y para reprimir al pueblo.. son un cáncer en nuestros países… no hay razón para que sigan existiendo..”
Lulla da Silva, admirado profundamente por Capriles, dice en 1994: “Creo que ya tenemos suficientes fuerzas armadas en el mundo.. Tenemos que disminuir el aparato militar”.
Legalizacion de las Drogas. El FSP dice que la guerra contra las drogas es un fracaso absoluto y que “debido a que los narcóticos son un
problema tan formidable, debe examinarse un rango amplio de alternativas, incluyendo la legalización selectiva…”
Ya desde 1995 Evo Morales, en ese entonces jefe de la CAPHC, dice que aquellos que pelean contra el narcotráfico tienen una “mentalidad hitleriana”, y que “defender la coca es defender la dignidad de la soberanía nacional..”
Rigoberta Menchú, la estrella rutilante del mamertismo indigenista, le pidió entonces a Evo que le preparara un documento que ella presentaría ante la ONU para demostrar que la coca es un “recurso natural y cultural de los pueblos andinos”, y para exigir una “acción urgente de la ONU para defender su cultivo y consumo..” Hágame el favor…!
Política económica. El FSP defiende los acuerdos de libre Comercio, los TLC sin restricciones de ninguna clase. ¿Por qué..? Porque estos restringen la soberanía nacional. La intención oculta de estos TLC indiscriminados, es limitar la elección soberana de las naciones contratantes a fin de alcanzar beneficios establecidos de común acuerdo.
Es decir, el comunismo castrista ataca en el papel el libre comercio del neoliberalismo, pero comparte totalmente su enfoque. Apoyan el Fondo Monetario Internacional y la entrega de la soberanía a organizaciones internacionales de política económica. Lulla Da Silva, admirado por Capriles, dice que “se debe apoyar esto porque es socialismo práctico, para adaptarse a la realidad mundial”. Navarro Wolf, del M-19, dice que “Alabo al Fondo Monetario Internacional por haber puesto disciplina en el manejo monetario, y eso ayuda a la integración.. Yo diría –dice Navarro- que esa es la parte positiva del neoliberalismo que forzó a los empresarios a ser más responsables.”
Apoyo al régimen de Castro. Aunque a ustedes les parezca extraño, hay funcionarios estadounidenses afectos a los Castro. Hacen lobby para adelantar negociaciones en la trastienda con el régimen de los Castro con el fin de normalizar las relaciones con Estados Unidos.
El argumento con el que basan tales pretensiones, es que “el régimen de Castro ya no es una amenaza de seguridad convencional e ideológica para ningún país vecino, y ciertamente no para los Estados Unidos.. Además –dice el informe de 1995- Cuba ha reducido su interferencia en los asuntos de otras naciones…” Eso lo dijeron en 1995. Pregunten hoy a Venezuela.. pregunten a Colombia…!
Dicen los propagandistas del FSP, que los candidatos de izquierda “no buscan usar la democracia como una vía para el socialismo..” Pregunten a Venezuela.. Pregunten a Colombia.
Dicen también que -y esto lo dijo en 1993 Jorge Domínguez, miembro del Grupo Especial de asuntos con Cuba- : “Cualquier duda que uno pueda tener sobre cualquiera de los candidatos (de la izquierda del FSP) es pueril, ellos no están haciendo ahora lo que hacían antes.. Navarro Wolf no está disparando a nadie más.. no está poniendo bombas por ahí.. Lo mismo aplica a una variedad de otros grupos que han dejado la violencia…” Eso dijo Dominguez en 1993.. y eso mismo dicen hoy los terroristas disfrazados con traje de corbata.
Los guerrilleros de hoy son campesinos, políticos e intelectuales de día, mientras que en la oscuridad siguen amenazando la democracia de Colombia, planeando atentados, traficando con coltán o con coca, ordenando asesinatos selectivos, planeando emboscadas, atentando contra opositores al régimen de sus afectos. Y todo lo hacen cubiertos con el paraguas de la legalidad.
Entonces, queridos amigos, la amenaza que se cierne sobre las naciones de América Latina, ya mayormente conquistadas por la supranacional narcoterrorista llamada Foro de Sao Paulo, es algo palpable y espantoso. Ya nos quitaron mar territorial.. van por el archipiélago de San Andrés, por el Urabá, por la Guajira y por el Catatumbo.. todas regiones vitales para su proyecto expansionista y criminal.
Ya cayó Venezuela. Colombia se mantiene de pie, a pesar del camarada Santos, alias “Santiago”. Pero no por mucho tiempo. A las puertas del horno ya está otras nuevas amnistías e indultos para los peores criminales de Colombia, para los más apátridas y sanguinarios. Ya se la dieron a los del M-19 y hoy tenemos los resultados: Persecución judicial infame contra los mejores combatientes de nuestras Fuerzas Militares, socavación de nuestros valores, control sobre el sistema educativo y judicial, control de universidades y colegios, alcaldías, gobernaciones e institutos descentralizados para usar los recursos públicos como caja menor del terrorismo. También se han convertido en referentes morales e ideológicos, y esto lo hemos aceptado como si fuera asunto de poca monta. Los del M-19, salvo un par de casos excepcionales, jamás se desmovilizaron en realidad ni abandonaron su lucha para lograr el poder y postrar a Colombia a los pies del comunismo.
Ya cayó Venezuela. Y el puntillazo final para Colombia lo propinará Juan Manuel Santos y su sanedrín de traidores, con cúpula y todo, al entregar nuestro amado país en las fauces de los criminales de las FARC que, al igual que los del M-19 se convertirán en nuestros congresistas, nuestros alcaldes, nuestros maestros, nuestros líderes espirituales, nuestros ejemplos de virtud, decencia y honestidad.
El comunismo internacional, en todos los años pasados, no había podido exterminar al ejército. Y se inventan una nueva
estrategia: La guerra jurídica.
Para ello, sabían que debían tener control de las entidades de investigación y justicia. Aunque ya las fuerzas armadas estaban infiltradas, su poder en la rama judicial era nimio.
Así, cuando la Constitución de 1991 crea la Fiscalía General de la Nación, el M-19 exige cumplimiento a los acuerdos secretos con Gaviria. Y así pueden tomar los puestos de control de esa entidad. Amén de cargos como jueces y magistrados.
Desde entonces, la Fiscalía General de la Nación se ha dedicado casi que exclusivamente a poner tras las rejas a los oficiales más destacados en la lucha antiguerrillera y antinarcotraficante.
Enrique Santos, hermano del presidente actual, como miembro del M-19 en las sombras, se encargó de utilizar el diario El Tiempo para hacer propaganda de las actividades terroristas de esta banda, cosa en la que también ayudó mucho El Bogotano, otro diario capitalino dirigido por Consuelo de Montejo, también subversiva y patrocinadora de los delincuentes. Esa estrategia mediática logró el efecto deseado por estos bandidos: engañar a la opinión pública y conseguir respaldo popular a las fechorías demenciales del M-19. Cada vez que el M19 asesinaba militares, policías, sindicalistas y civiles, la prensa titulaba las masacres como si fueran una hazaña de los homicidas. Y el público, enardecido por la propaganda, aplaudía con frenesí por cada militar masacrado por estos infames.
Por ello, la gran prensa se ha ensañado contra militares como el general Arias Cabrales y el coronel Plazas Vega, que salvaron al país de caer en la dictadura comunista que planeaba el M19 cuando asaltó el Palacio de Justicia a sangre y fuego.
Y no solamente la gran prensa. La “justicia” igualmente secuestrada por los grupos terroristas que fingieron su desmovilización, han utilizado, como ya lo dijimos, la sagrada institución de la Justicia para cometer sus fechorías.
Dos miembros de la terna que dispondría sobre la suerte del coronel Plazas Vega, cercanos al M-19, decidieron –sin leerse el proceso- que Alfonso Plazas Vega era culpable. Porque sí, porque les dio la gana.
En cambio, Hermens Darío Lara, el magistrado ponente, se dedicó varios meses al estudio juicioso del proceso y llegó a la conclusión de que Plazas Vega era inocente, más allá de toda duda. Lara Acuña no encontró una sola fisura que le llevara a condenar al coronel.
Pero para la justicia mafiosa eso no importa. Con descaro y desparpajo, restregándonos su omnívoro poder, nos dijeron que ellos, los terroristas, pueden hacer lo que se les venga en gana en este país. Pueden colocar presidentes, pueden nombrar jueces y fiscales, pueden comprar periodistas, pueden ordenar muertes y condenar a cadena perpetua a quien les plazca.
Mientras los colombianos se dedican a mirar partidos de fútbol, “realities” donde los aberrados y las rameras son admirados, los asuntos verdaderamente importantes, como el tema de la justicia, o el de la impunidad para más terroristas, son ignorados.
Mientras héroes como Plazas Vega y Arias Cabrales son refundidos en calabozos, terroristas como Gustavo Petro son elegidos como gobernantes permitiendo que disfruten su victoria ahogándose en whisky y en relaciones con locas. O como Antonio Navarro a quien la prensa empieza a hacerle propaganda para convertirlo en presidente.
Entretanto, las familias de los militares que impidieron que Pablo Escobar y el M-19 montaran su régimen terrorista en Colombia, hoy están pasando penurias. Sus vidas fueron destrozadas y ese tiempo de dolores, lágrimas y angustias jamás podrá ser recompensado.
Como cereza del ponqué. A que no adivinan quién estuvo en la presidencia del Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, el grupo que se encarga de levantar falsos testimonios y de acusar en contubernio con la Fiscalía, a nuestros militares.
Pues es nada más ni nada menos que Alirio Uribe Muñoz, un guerrillero del M-19 que fue encargado, días antes del asalto al palacio de Justicia, de generar desorden civil. Alirio Uribe estuvo involucrado en un asalto a un camión de leche que generó en varios muertos y heridos, civiles secuestrados, detonaciones de granadas, etc. Hoy en día, Alirio Uribe Muñoz es congresista de Colombia.
Y a nadie le parece extraño. Todos se han confabulado para destrozar al ejército. Tienen a los acusadores de la parte civil, supuestos defensores de Derechos Humanos (el colectivo de abogados). Tienen al ente investigador, La Fiscalía, infiltrada totalmente por ellos. Y tienen a jueces, ex guerrilleros, bandidos indultados, juzgando sobre quienes los combatieron.
Como lo dijo acertadamente el general Jaime Ruiz Barrera: Los bandidos, los enemigos a quienes combatimos y vencimos, hoy nos están juzgando.
Y Juan Manuel Santos, cooptado por el tirano Fidel Castro desde mediados de los noventas, bajo el alias de “Santiago”, está a punto de cumplir el sueño asesino de los comunistas del Foro de Sao Paulo: No solamente destruye al glorioso Ejército de Colombia, sino que sus victimarios terminarán, como Alirio Uribe Muñoz, dirigiendo los destino de la patria y diseñando leyes para aniquilar las Fuerzas Militares.
Lo hemos advertido muchas veces..
@ricardopuentesm
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