CENTRO DEMOCRÁTICO: IZQUIERDA, DERECHA, O PROGRESISMO. HE AHÍ EL DILEMA
Todos los progresistas creen (o enseñan) que el enemigo real es el terrorismo, y que la derrota de las guerrillas comunistas, o de los regímenes al estilo cubano son el fin de comunismo. Grave error. La guerra cultural es tan suave, gradual y progresiva, que la gente termina pensando como socialista sin que se dé cuenta de ello
Centro Democrático: Izquierda, derecha, o progresismo. He ahí el dilema
Todos los progresistas creen (o enseñan) que el enemigo real es el terrorismo, y que la derrota de las guerrillas comunistas, o de los regímenes al estilo cubano son el fin de comunismo. Grave error. La guerra cultural es tan suave, gradual y progresiva, que la gente termina pensando como socialista sin que se dé cuenta de ello
Por Ricardo Puentes Melo
Mayo 9 de 2017
Muchas cosas sucedieron en la convención del Partido Centro Democrático. Pero, tal vez la que mayor polémica levantó, fue la definición de la corriente ideológica del partido. Esto, porque muchos seguidores han sido testigos de un inexplicable giro hacia la izquierda en una colectividad cuyas bases son mayoritariamente anticomunistas.
Angelino Garzón fue invitado a la convención y dijo que el CD debería buscar una alianza incluyente (izquierda y derecha) para alcanzar la “reconciliación” avalando los acuerdos de La Habana, que él mismo apoyo desde el lado de Santos. Por su parte, el ex procurador Alejandro Ordóñez, también invitado a la reunión, fue muy claro en pedir que el próximo candidato de una coalición en el CD debería prometer revocar los tratos entre FARC y Santos.
Iván Duque fue el primero en tocar el tema de fondo de tantas divisiones en el partido: Si el CD tenía ideología de derecha o de izquierda. Duque dijo que el CD se comprometía a gobernar con los principios del “Estado Comunitario, que está por encima de esos debates anacrónicos de izquierda o derecha.” El “Estado Comunitario” no es otra cosa que una propuesta socialista trabajada por el sociólogo Amitai Etzioni y otros, basada en la premisa de que los derechos del individuo deben ser limitados en aras del interés comunitario. Seguidor de esta doctrina del Estado Comunitario -con algunas variaciones- es Tony Blair y, por supuesto, su más fiel discípulo y propagandista, Juan Manuel Santos.
Rafael Nieto Loaiza, otro de los precandidatos del CD, habló claramente de defender los valores nacionales y de familia que eran atacados -dijo Nieto- por un grupo de progresistas.
Fernando Londoño fue más claro. Dijo que, a su entender, el CD debería ser un Partido de Derecha ya que ambas ideologías, derecha e izquierda, eran mutuamente excluyentes. Y manifestó que él mismo se consideraba, a mucho honor, un hombre de derechas, y se entendió que esa indefinición doctrinaria podía ser la causa del pésimo ranking de los candidatos del CD en las encuestas.
El presidente Álvaro Uribe no tardó mucho en terciar en el debate. En varios trinos, y en una entrevista que concedió a BLU radio dijo que las sociedades se dividían en progresistas y regresivas y que “yo creo que los conceptos de izquierda y derecha están bien relegados”. Manifestó luego que el CD trabajaba por la construcción de una sociedad progresista.
Estoy seguro de que el presidente Uribe no está consciente de lo siguiente: “Progresismo” es lo mismo que socialismo o “corrección política”.
El “progresismo” no es otra cosa que gramscianismo desarrollado en la Escuela de Frankfurt bajo la dirección de Gregory Lukacs. Es puro marxismo cultural. Lukacs y Gramsci no abandonaron el objetivo final del marxismo clásico, la formación de una nueva sociedad, pero decidieron que la mejor manera de llegar a ese fin era variando el medio.
Aunque los defensores de los “progre” posiblemente lo ignoren, la realidad fáctica es que Gramsci y Lukacs son los padres intelectuales del “progresismo”, que busca ocultar el viejo discurso comunista bajo un manto diferente donde lo cultural es herramienta básica para engañar a nuestros mal informados políticos e intelectuales.
El comunismo necesitaba suavizar su terrorífica “lucha de clases”, “dictadura del proletariado”, y la escuela gramsciana descubrió que era mejor hacer sustituciones
“amables” de los términos que, sin embargo, condujeran hacia lo que ellos buscaban -aún lo hacen- que es la toma del poder mediante la combinación de todas las formas de lucha. Para ello, inventaron términos como “socialismo democrático”, “izquierda democrática”, y acuñaron innumerables matices en un amplio espectro donde ellos acomodaron a sus contradictores. Así nacieron las definiciones “centro izquierda”, “centro derecha”, “extrema derecha”, “extrema izquierda”, y colocaron allí el mar de posibilidades etéreas donde ellos, en pocas palabras, pudieran criminalizar a los contradictores del comunismo.
Así, los “extremas” (izquierda y derecha) eran criminales porque usaban las armas y el terror para implantar su ideología de izquierda o de derecha. Error garrafal porque nunca ninguna dictadura totalitaria ha sido de derecha. Es un contrasentido porque la derecha respeta las libertades individuales y los totalitarismos son de la esencia de la izquierda.
Luego, los gramscianos decidieron que los buenos eran los de “centro izquierda” y “centro derecha”, que cobijan a aquellos que tienen ideas de izquierda y de derecha. Otra falsedad, porque ambas corrientes se excluyen mutuamente.
El asunto es que el “centro”, “progresismo”, o “socialdemocracia”, como quiera usted llamarlo, es simplemente la transición gradual y pacífica en los países occidentales, hacia una economía socialista.
El centro “progresista” dice defender el capitalismo pero con énfasis en lo social, y está de acuerdo en combinar sistemas para impulsar una economía mixta. Los progresistas pueden proclamar por reducción de impuestos, pero jamás lo harán de manera drástica porque necesitan financiar su asistencialismo social, que llaman “gasto social”, “economía social de mercado” o “capitalismo más humano”. Así es que redistribuyen los ingresos en la sociedad. Esto es, básicamente, lo mismo que “Estado Comunitario”. “Capitalismo con rostro humano”, así le dicen.
El progresismo, o “centro”, tampoco está a favor de la privatización de las empresas estatales. Tienen una visión “moderada” del tema, y solo piden privatizar de acuerdo a las necesidades del gobierno, para poder subvencionar su gasto social, o por los intereses políticos. Con todo, siguen optando como mejor alternativa, las empresas mixtas (parte estatal, parte capital privado).
El truco de este socialismo light, es poner en el espectro de “extrema derecha” a todo aquel que se atreva a contradecir, sobretodo, su ideología cultural. En ese señalamiento caben quienes defienden la institución de la familia, los que defienden los valores cristianos y morales de la sociedad, los que defienden la vida, los que están contra el aborto, los que protestan contra los movimientos “culturales” marxistas feministas, indigenistas, homosexualistas, étnicos de toda clase, etc. Todo esto es “progre” y quienes no comparten la degradación moral y de valores de la sociedad, son retrógrados, regresivos, enemigos del progreso, retardatarios y anacrónicos.
Gramsci tenía muy claro que el marxismo cultural, el apropiarse de la cultura eliminando los valores individuales y dándoles carácter estatal, de “industria cultural”, para poder controlar más fácilmente el pensamiento de la sociedad, debería preceder y conducir la lucha política a favor del socialismo.
Decía también el comunista Gramsci que se debían tomar todos los puestos en organizaciones educativas, culturales, medios de comunicación y movimientos políticos para asirse al control total y expulsar gradualmente a cualquier oponente. Siendo Gramsci admirador de Maquiavelo (igual que nuestro Duque de “centro”, ¡oh casualidad!), estaba convencido de que el comunismo debería ser ese “nuevo príncipe”.
La guerra cultural diseñada por Gramsci y la Escuela de Frankurt debía ser tan suave, gradual y progresiva, que la gente debería terminar pensando como socialista sin que se diera cuenta de ello.
Por ello es que todos los progresistas creen (o les enseñan) que el enemigo real es el terrorismo, y que la derrota de las guerrillas comunistas, o de los regímenes al estilo cubano son el fin de comunismo. Grave error. Si el presidente Álvaro Uribe no reacciona e insiste en cerrar sus ojos ante esta verdad, y estimula ese proceso, pensando en que el progresismo es antitotalitario, tendremos pocas esperanzas de evitar el destino de Venezuela.
El mismo comunismo, para despistar ingenuos, crea dentro de sus regímenes y partidos, varios subpartidos o divisiones que dan la apariencia de contradicciones. Cuando llegan al poder, inmediatamente se inventan la “oposición” para legitimarse. Así sucedió luego de la revolución bolchevique. Nació el ala “menchevique” y de inmediato fue objeto de “ataques” del bolcheviquismo “radical”, que los acusaba de “derechistas”, “ultraderecha” y “reaccionarios”. Igual sucede hoy en Venezuela, donde lo que hay es una pelea entre los mismos socialistas; pelea consentida y dirigida por lo Castro, que es sinónimo de Foro de Sao Paulo.
Así, los gramscianos sustituyen a la verdadera derecha por una falsa derecha, progresismo, o culto histérico y demencial hacia alguna personalidad que puedan desacreditar -si es necesario- y que genere, al mismo tiempo, un sentimiento religioso que no haga dudar a los fanáticos de las instrucciones necesarias para ir gradual e implacablemente hacia la implementación total del mismo monstruo: El Comunismo. Ahí tenemos el culto a Fidel, a Chávez y varios más.
Por eso es que Castro, para los progresistas, los “no anacrónicos” , sigue siendo un hombre de la paz, un adalid de la democracia y un amigo de nuestras libertades. Por eso es que Juan Manuel Santos también declara ser “centro”, “centro izquierda”, “Tercera Vía”, “progresista”. Es la misma cosa. (1)
Y quienes denunciemos este proceso, casi imperceptible, del marxismo cultural, quienes luchemos en contra de este adoctrinamiento, inexorablemente estamos condenados al ostracismo, el desplazamiento intelectual y a ser quemados en la hoguera preparada para los herejes anti-gramscianos.
O, en últimas, somos catalogados como chiflados de la “extrema derecha”, “anacrónicos políticos”.
Que así sea.
@ricardopuentesm
ricardopuentes@periodismosinfronteras.com
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(1) Ver video de Santos:
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