JUGANDO CON CANDELA
Las FARC están convencidas y con razón, de que por su temperamento, por la obsesión vanidosa de construir una imagen para “la historia” y por los costos políticos que tendría, Santos no se levantará de la mesa
Jugando con candela
La guerrilla está convencida y con razón, de que por su temperamento, por la obsesión vanidosa de construir una imagen para “la historia” y por los costos políticos que tendría, Santos no se levantará de la mesa
Por Rafael Nieto Loaiza
Agosto 3 de 2014
El 29 de julio el Presidente sostuvo que “si ustedes [las Farc] continúan con eso, están jugando con candela y este proceso puede terminar”. La vaga expresión “eso”, con lo que no deberían continuar las Farc, se refiere a los atentados a la infraestructura cometidos recientemente por el grupo terrorista, en particular el derribo de unas torres de energía que dejó sin luz a Buenaventura y atacar un acueducto que suple de agua al Meta. Aunque no se refirió a ello, supongo que también incluye el volamiento de torres de comunicaciones y el derrame de petróleo, el último de los cuales, cinco mil barriles, ha contaminado selva y ríos en el Putumayo, dejando a las poblaciones ribereñas sin agua y sin pesca y con sus cultivos envenenados.
Santos, sin embargo, no dijo una palabra de la muerte de Isa Ruiz, de tres años, ni sobre ninguno de los homicidios de civiles cometidos por las Farc durante estos diálogos interminables. La lista es de centenas. No son personajes importantes, según el Presidente, de aquellos cuya muerte pondría en riesgo el diálogo.
El motivo por el que “este proceso puede terminar” es “porque no podemos seguir indefinidamente en esta situación, porque el pueblo colombiano se confunde y no entiende”. De su declaración se deduce que no son los actos terroristas de las Farc los que traerían la terminación del proceso, sino la “confusión” que pueden generar en el pueblo. Una lógica curiosa que termina cargando las culpas no en los criminales sino en la población que, según el Presidente, entiende tan poco y se confunde tanto.
Algunos han aplaudido las palabras de Santos porque creen que por fin se amarró los pantalones y pone un límite a las Farc o que al menos obligará a la guerrilla a moderar su actividad criminal. No creo ni en lo uno ni en lo otro.
Primero porque el Presidente no tiene credibilidad ni cuando habla “duro”. Tiene temperamento reculador y ha dado múltiples muestras de que, sin que le dé ninguna pena, cambia permanentemente de posición y cede frente a las presiones. Las Farc, que lo han medido una y otra vez, lo saben perfectamente.
Después, porque para Santos el costo político de levantarse de la mesa sería enorme. Ya no solo porque toda su apuesta política, su “legado histórico”, está en el proceso con las guerrillas, sino porque su reelección se debe en buena parte a haber conseguido el respaldo de importantes sectores a “la paz”, así simplona como la escribió en su mano. Las Farc también lo saben.
Como consecuencia, la guerrilla está convencida y con razón, de que por su temperamento, por la obsesión vanidosa de construir una imagen para “la historia” y por los costos políticos que tendría, Santos no se levantará de la mesa. Saben, por tanto, que pueden seguir asesinando y atentando contra la población civil y contra sus bienes impunemente.
Lo saben además porque frente a semejantes atrocidades tanto la Presidencia como el aparato judicial son laxos y tolerantes, como lo prueban, entre otras, la decisión de la Suprema de no usar la información sobre la farcpolítica que contenían los computadores de “Raúl Reyes”, el regalo del Fiscal de castigar esos delitos con “trabajo social” y la ponencia de un juez de la Constitucional para que la comisión de crímenes de guerra y de lesa humanidad no sea obstáculo para acceder a cargos de elección popular.
Santos afirmó también que “la decisión de [hablar en medio del conflicto] fue deliberada” y que “como les dije al principio, no hay cese al fuego”. Es cierto que el cese al fuego bilateral sería caguanizar todo el país. Pero ocurre, sin embargo, que es posible pedir un cese al fuego unilateral y que, en todo caso, negociar en medio del conflicto no puede significar que se tolere que las Farc sigan cometiendo crímenes de guerra y de lesa humanidad mientras que se asolean en La Habana.
En fin, el discurso del Presidente son palabras vanas. Santos sabe que el que juega con candela es él. Lástima. El resultado del proceso sería mucho mejor para los colombianos si hubiera un presidente que fuera capaz de patear la mesa. Bastaría con que las Farc supieran que es posible.
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