LA CORTE NECESITA UN EXORCISMO
Los ‘Rastrojos’, los ‘Machos’, los ‘Combas’ y los ‘Sebas’, y los amigos de ‘Jojoy’ y ‘Cano’ están de plácemes. Los enemigos de Colombia exultan frenéticos. Mientras tanto, nosotros no entendemos lo que nos ha pasado
LA DESPISTADA CORTE
Por Fernando Londoño Hoyos
Los Estados Unidos y Colombia tienen viejos tratados de cooperación militar, particularmente activos desde que resolvieron combatir en común el común peligro que las drogas ilícitas para ambos representan.
La Corte Constitucional admitirá que por las drogas, la mafia y la guerrilla volvieron este país un infierno. Por la cocaína asesinaron millares de compatriotas, y los siguen asesinando, sobre todo en Medellín, tierra del ponente de la sentencia que tan dolidos nos trae. A la gente la matan en las calles y en los campos, porque unos bandidos desalmados quieren sembrar el terror para garantizar su negocio. O para proteger sus rutas. O para defender sus nauseabundos mercados. Y como eso no está bien, hay que tratar de impedirlo. Lo que suponemos que no sea inconstitucional.
La lucha contra la cocaína se hace por tierra, mar y aire. Para hacerla por tierra, los Estados Unidos nos han dado dinero, unos cuantos miles de millones de dólares constitucionales, que usamos para equipar nuestras ayer escuálidas Fuerzas Militares y de Policía. Nos han dado conocimientos que no teníamos.
Tecnología de la que carecíamos. Armamento sofisticado. Nos han entrenado oficiales en todos los niveles, mejorando sensiblemente su capacidad estratégica y táctica. La tierra está razonablemente cubierta.
La campaña por el mar ha sido muy intensa. Aquí también la contribución gringa ha sido generosa y decisiva. Nuestras viejas naves se han modernizado. Nuestras costas han tenido el auxilio de embarcaciones más ágiles, de mayor poder de fuego y desplazamiento. Nuestra Armada recibe continuas visitas de los americanos del Norte y las relaciones de nuestros oficiales con los de ellos son continuas y fecundas. No es por casualidad que la mayor interdicción de drogas ilícitas se ha hecho en el mar. Sin inexequibilidades para lamentar.
Pero queda el aire. Aunque no lo sepan el doctor Palacio y sus despistados compañeros de Corte, los precursores químicos, el dinero y la cocaína entran y salen en grandes cantidades por nuestros desprotegidos cielos. Los Llanos son como una inmensa pista de aterrizaje clandestino y nuestros radares, un juguete para los transgresores de nuestra precaria soberanía.
En los comienzos del gobierno Uribe, batallamos duramente para que los Estados Unidos se volvieran a comprometer en la interdicción aérea. Al fin lo logramos. Así llegaron a Colombia dos aviones Cessna muy lindos, equipados con alta tecnología y que suponemos siguen volando e interceptando tal cual nave que logran identificar. Esos aviones han prestado un buen servicio y no han sido inconstitucionales.
Era necesario mucho más. Y la ocasión se dio cuando el insensato Presidente del Ecuador expulsó a los gringos de la base de Manta, desde donde protegían los cielos ecuatorianos, el mar Pacífico y en algo los nuestros. Desde Manta nos dieron muchos soplos valiosos, que ahora serán “inexequibles”. Pues esos aviones estarían disponibles para nosotros. Para que sean nuestros ojos en los vastos cielos de esta Patria gigantesca. Y nuestros oídos. Y nuestra capacidad para impedir los vuelos clandestinos, los que traen armas para asesinar a los coterráneos del doctor Palacio y se llevan la cocaína para inundarnos después de dólares que corrompen, que matan, que destruyen nuestras selvas, que arman bombas contra las cadenas radiales y los clubes sociales y los oleoductos y las torres de transmisión eléctrica.
Los ‘Rastrojos’, los ‘Machos’, los ‘Combas’ y los ‘Sebas’, y los amigos de ‘Jojoy’ y ‘Cano’ están de plácemes. Los enemigos de Colombia exultan frenéticos. Mientras tanto, nosotros no entendemos lo que nos ha pasado. Y los magistrados de la Corte tampoco. Estamos seguros. Su problema no es para un debate en Derecho. Honestamente, creemos que necesitan otra cosa: un exorcismo.
Agosto 26 de 2010
En www.eltiempo.com
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