LA SOGA AL CUELLO
El golpe dado por Santos a la Fuerza Aérea colombiana bajo la forma engañosa de una orden de “suspensión de bombardeos a los campamentos de las Farc”, es el punto más álgido de la cadena de acciones insensatas
La soga al cuello
El golpe dado por Santos a la Fuerza Aérea colombiana bajo la forma engañosa de una orden de “suspensión de bombardeos a los campamentos de las Farc”, es el punto más álgido de la cadena de acciones insensatas
Por Eduardo Mackenzie
18 de marzo de 2015
¿Qué mosca picó a Juan Manuel Santos? Las gesticulaciones de estos días del jefe de Estado colombiano están exhibiendo ante la faz del mundo un presidente excéntrico, pleno de certezas, ebrio de megalomanía, que lanza instrucciones descabelladas a diestra y siniestra y asegura que todo ese circo autoritario es muy racional y muy indispensable para “desescalar” el “conflicto”, como si éste hubiera llegado a su fase final, como si la llamada negociación de paz fuera algo genuino, algo que está dando resultados evidentes, positivos, indiscutibles y apreciados por todos. ¿Esa es la situación? No. Lo que ocurre es lo contrario: la opinión pública está más pesimista que nunca, no le ve méritos a las trifulcas de La Habana, no ve si hay luz al final del túnel. ¿No es eso lo que muestran las encuestas?
Santos pretende que el proceso de paz entró “en una etapa definitiva”. Qué gran mentira. Las Farc, tras cuatro años de peripecias, no han aceptado nada. Al cabo de ese proceso, no hacen sino reiterar que ni entregarán las armas, ni pagarán ni un día de cárcel por sus crímenes, ni indemnizarán a sus víctimas, ni cederán sus millones de dólares y pesos ilegítimos, ni destaparán sus depósitos de armas y explosivos, ni devolverán sus secuestrados, ni abandonarán su ideología comunista de odio y violencia, ni retirarán siquiera las minas antipersona que ellas han sembrado en el país.
Nada de nada. Sólo el más grande cinismo le dicta a Santos esa frase acerca de la “etapa definitiva” del acuerdo de paz.
El golpe dado por Santos a la Fuerza Aérea colombiana bajo la forma engañosa de una orden de “suspensión de bombardeos a los campamentos de las Farc”, es el punto más álgido de la cadena de acciones insensatas. El jefe de Estado pierde el sentido de realidad al cabo de estos cuatro agitados años de negociaciones “de paz” que no desembocan en nada, que no producen nada, que van de la nada hacia la nada a través de la nada.
Santos da la “orden” de “suspender los bombardeos”, como una medida desesperada y de último recurso. Trata de ver si con esa acción imprudente logra él mover un ápice las posiciones de los jefes terroristas en La Habana. Esa orden de dejar en tierra los aviones y helicópteros de combate es digna del peor teatro del absurdo. Yo me permito dudar de la pertinencia y de la legalidad y de la legitimidad de tal “orden”.
La “orden” de no reprimir con la fuerza aérea la acción depredadora de las Farc es una soga que el mismo jefe de Estado se ha puesto en el cuello. Estoy seguro de que la fiscalía de la Corte Penal Internacional, entre otras cortes internacionales, ya está con las antenas puestas sobre esa medida rarísima cuyas consecuencias serán catastróficas a muy corto plazo para miles de colombianos inocentes y hasta para el mismo mandatario colombiano.
Santos está jugando con la vida, el bienestar y la libertad de los colombianos. Su juego es macabro, pues apunta no al restablecimiento del orden público, ni a la protección del bien común, sino a la obtención de una efímera gloriola personal. Es el egoísmo llevado a su grado más abyecto. Pero el está jugando también, aunque no lo diga, con su destino personal.
La primera concentración de bandidos que desemboque en nuevas muertes, en nuevos desaparecidos, en nuevos secuestros, en nuevas mutilaciones y saqueos, en regiones apartadas o no del país, será imputable a esa orden paralizadora de la fuerza aérea. La disuasión que encarnaba la fuerza aérea y su capacidad de despliegue rápido y certero, había reducido o abolido casi completamente los ataques masivos de las Farc. Esa disuasión ha dejado de existir y ello conducirá a nuevas tragedias. Ello recaerá irremediablemente sobre Juan Manuel Santos, autor de una orden de desprotección de los inocentes.
¿Por eso Santos anunció la creación de una “comisión asesora para la paz”? Esa “comisión, que serán según él, “incluyente y pluralista”, emana del mismo anuncio sobre la suspensión “de los bombardeos por un mes”. ¿Es una comisión para que sus miembros compartan la responsabilidad penal de lo que ocurra en materia de orden público en la fase que abre la orden de paralizar la Fuerza Aérea? Los que están tentados por ir a sentarse en ese curioso cenáculo tendrán que pensarlo muy bien.
Así pues, una nueva generación de víctimas está por aparecer: aquella que será imputable directamente al presidente Santos, y no sólo a las Farc, enemigos del pueblo, y a los otros aparatos de subversión y muerte.
El jefe de Estado que ordenó detener la mano de la Fuerza Aérea, el mejor instrumento con que contaban los colombianos, tanto civiles como uniformados, para defenderse de los ataques bárbaros de la narco guerrilla y de sus títeres, tendrá que responder por sus actos. Ya no valdrá el pretexto de que hay muertos y heridos porque hay una guerra. El paradigma será: hay muertos y heridos porque Santos paralizó el brazo armado del Estado. Y eso lo perseguirá hasta el fin de sus días.
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