LA TRAGEDIA DE TOULOUSE Y LA IZQUIERDA FRANCESA

El terrorismo puede adoptar formas diferentes en Francia, Colombia, España, Medio Oriente y Estados Unidos, pero las similitudes salen a flote

La tragedia de Toulouse y la izquierda francesa

Eduardo Mackenzie

Por Eduardo Mackenzie

30 de marzo de 2012

El horror generado por el asesinato infame de tres niños judíos y su profesor y de tres soldados en Toulouse y Montauban, a manos de un terrorista islámico de 23 años, fue seguido de un sentimiento de estupor ante las indignas posiciones asumidas por la izquierda contra el gobierno y las fuerzas del orden. El Partido Socialista no sólo fue incapaz de participar en un frente unido de todo el país en solidaridad con las víctimas y contra el terrorismo, propuesto por el gobierno y realizado parcialmente, sino que no tardó en lanzar ataques contra  los comandos especiales de la policía (Raid) desde el momento mismo en que éstos sitiaban y trataban de capturar vivo a Mohamed Merah para entregarlo a un juez.

A pesar de que los servicios de inteligencia descubrieron en tiempo record la identidad y la ubicación del asesino de la moto, ciertas formaciones políticas criticaron esos esfuerzos y desorientaron a la opinión sobre las motivaciones del fanático salafista.

En momentos tan dramáticos para Francia, y horas después de la matanza en la escuela judía Ozar Hatorah, el candidato socialista François Hollande se declaró opuesto a que se votaran nuevas disposiciones, como propuso el candidato-presidente Nicolas Sarkozy, para luchar contra la apología del terrorismo. Durante los cinco años de gobierno de Nicolas Sarkozy el PS rechazó inútilmente en el Parlamento las leyes y decretos destinados a reforzar la lucha contra el terrorismo.

Por otra parte, François Rebsamen, asesor en cuestiones de seguridad de Hollande, criticó las operaciones del Raid cuando éstas estaban en pleno desarrollo, al mismo tiempo que admitía que él no sabía qué haría en tales circunstancias.  Tras la muerte de Mohamed Merah, Rebsamen fue más lejos al proponer que los policías comparezcan ante el Senado (controlado por los socialistas) para que sean interrogados y para que digan qué delitos cometieron en esa operación. ¿Guerra jurídica de la izquierda contra la fuerza pública en Francia? Sin duda. Allí también esa aberración existe.

Escena del funeral de los judíos asesinados en Toulouse

Sarkozy rechazó inmediatamente esa idea. Felicitó y recibió en el Eliseo a los policías y a los organismos de inteligencia que habían neutralizado al islamista, quien quería continuar sus matanzas, como él mismo lo dijo al Raid antes de la balacera final.

Eric Ciotti, parlamentario y experto en cuestiones de seguridad de la UMP, el partido mayoritario, dijo que los socialistas  detestan a la policía y recordó cómo entre 1979 y 2002, cuando el país estaba dirigido por el socialista Lionel Jospin, el número de víctimas de la inseguridad aumentó en 600 000 nuevos casos. Un editorialista recordó que Merah fue localizado gracias al fichero Cristina, constituido en 2008 por la DCRI, un servicio secreto. Tal fichero, y otros que la policía necesita para sus investigaciones, habían recibido críticas de los partidos de izquierda.

Los comunistas, cuyo candidato presidencial es el ex trotskista Jean-Luc Mélenchon, un populista admirador de Hugo

Jean-Luc Mélenchon

Chávez, también mostraron  su inclinación por los criminales y su indiferencia por las víctimas. Pierre Laurent, el jefe del PCF, declaró que “comprendía” al padre de Mohamed Merah quien dijo que entablará una demanda contra Francia por el “asesinato” de su hijo. La repulsa de la clase política fue unánime. “Lo que dijo el padre de Mohamed Merah contra Francia es vergonzoso. En su lugar yo me habría derrumbado y pediría perdón a las víctimas”, replicó la ministra Valérie Pecresse. “Si yo fuera el padre de ese monstruo me callaría avergonzado”, reiteró el ministro Alain Juppé. Condenado en Francia por tráfico de marihuana, el padre de Merah vive en Argelia donde terminó dándole poder a una conocida abogada, Zahia Mokhtari, para que ataque al Raid ante la justicia francesa.

En cuanto al asesino y a su hermano Abdelkader, otro radical islamista formado en El Cairo y actualmente detenido por los hechos de Toulouse, la policía constató que ninguno de ellos había podido llamar a un canal de televisión en la noche del 20 al 21 de marzo, donde alguien dijo ser el asesino de la moto. Tampoco ninguno de ellos pudo haber sido quien envió a la sede parisina de Al-Jazira la memoria USB con las imágenes tomadas por el asesino durante sus matanzas, pues los dos hombres ya estaban bajo vigilancia policial.

Prospera pues la hipótesis de que detrás de Mohamed Merah había un grupo que lo financiaba y ayudaba. Por el momento, un tercer hombre emerge en el esquema de los investigadores. Este podría haber participado en el robo de la moto que utilizó Merah entre el 11 y el 19 de marzo y ser quien puso en un buzón de correo la memoria USB. En las últimas horas, la policía encontró un vehículo  abandonado en un pueblito de la periferia de Toulouse con objetos que pueden haber pertenecido a Mohamed Merah. El dueño de ese vehículo vive en el edificio del asesino islamista.

Se derrumba así la idea disculpadora de algunos “expertos” y de la izquierda en el sentido de que Merah era un “lobo solitario”. Nathalie Arthaud, candidata de un grupo trotskista, estima, por ejemplo, que Mohamed Merah era un “psicópata”, es decir un enfermo. Mélenchon lo describe como un “odioso degenerado”. La tesis que no ve en las matanzas de Toulouse y Montauban la obra de un terrorista formado, disimulado y feroz sino el crimen de un demente aislado, busca desviar la atención sobre el aumento, tras la mampara del antisionismo y de anti americanismo, de la tensión y de los crímenes antisemitas y anti occidentales en Francia.

Otro detalle que muestra los riesgos que le hace correr a un país entero el angelismo de algunos frente al terrorismo es que la DCRI, luego del viaje de dos meses de Mohamed Merah a Pakistán en 2011, había pedido permiso para interceptar los teléfonos utilizados por los familiares de éste, especialmente por su hermano Abdelkader (pues Mohamed no usaba teléfonos ni internet). Sin embargo, la comisión nacional encargada de controlar las intercepciones de seguridad negó el permiso diciendo que esas personas no eran un “blanco prioritario”.

A pesar de las diferencias cualitativas y cuantitativas, los trágicos episodios de Toulouse recuerdan de alguna manera lo ocurrido en 1985 en el palacio de justicia de Bogotá. En ambos, la izquierda trató de disculpar o “comprender” el acto cometido por los terroristas y de volcar contra los defensores del orden el aparato de la justicia.  En Toulouse esa inversión de papeles está apenas en su fase inicial. En el caso de Bogotá esa vil maniobra prosperó lamentablemente y alcanzó proporciones gigantescas con las infames condenas, a largas penas de prisión, tras juicios completamente trucados que escandalizaron al país, contra el coronel Alfonso Plazas y contra el general Arias Cabrales.

Lo de Toulouse muestra que el terrorismo es un fenómeno global. En diferentes países y sociedades el terrorismo moderno se vale de estrategias, técnicas, métodos y coartadas idénticas. El terrorismo puede adoptar formas diferentes en Francia, Colombia, España, Medio Oriente y Estados Unidos, pero las similitudes salen a flote. No olvidar que tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, fracciones pro islamistas dijeron que todo había sido el resultado de un “complot de la CIA”. En todas partes, el actor terrorista no acude únicamente a la violencia para imponer su dominación y su ideología sino que a la fuerza le agrega una guerra jurídico-política, bajo todo tipo de ropajes.

De allí lo errado del término “conflicto armado interno” que se utiliza para disfrazar la violencia que sufren Colombia y otros países, pues de “interna” esa agresión no tiene nada. Esta es alimentada por gobiernos extranjeros y por grupos extremistas, disfrazados o no,  que obran a diferentes niveles, según su especialización, en el mundo entero.

El combate contra el marxismo y el totalitarismo islámico es pues un combate universal y lo que vemos en Colombia y en Francia no son sino capítulos de una guerra global contra las sociedades democráticas. Por eso la respuesta no puede ser exclusivamente “interna”, o local, sino que debe ser continental y global.

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