“MI CORONEL, SU CABEZA FUE NEGOCIADA”: JUAN CARLOS PINZÓN
Desde el primer día de este escándalo, Mejía buscó hablar con el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos. Tardó diez meses en ser recibido por él
La inesperada pesadilla del Coronel Mejía Gutiérrez
Desde el primer día de este escándalo, Mejía buscó hablar con el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos. Tardó diez meses en ser recibido por él
Por Plinio Apuleyo Mendoza
Septiembre 12 de 2014
¿En qué momento este militar, visto como un héroe en todas las regiones donde combatió por igual a los grupos armados ilegales, se convirtió en villano?
Fue algo inesperado. Era el mes de enero de 2007. El coronel Hernán Mejía Gutiérrez disfrutaba junto a su esposa, su madre y sus hijos de unas tranquilas vacaciones en el club militar Las Mercedes, en Melgar, cuando recibió una apremiante llamada del comandante del Ejército, el general Mario Montoya Uribe. Le dijo que debía regresar de inmediato a Bogotá, y para ello le envió un helicóptero. Montoya lo recibió en su despacho.
Con una sombría expresión le dijo en voz baja: “Hernán, en pocos minutos el ministro Santos convocará una rueda de prensa en la que hará terribles acusaciones contra usted”.
Oyendo aquello, a Mejía se le heló la sangre. No entendía qué cargos podía hacerle el ministro cuando en su entorno todos lo consideraban un héroe militar, citado siempre como ejemplo.
Las acusaciones. Su desconcierto fue mayor al escuchar al ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, denunciándolo por vínculos con ‘Jorge 40’, además de violaciones a los derechos humanos y actos de corrupción.
Estas aseveraciones fueron difundidas con gran estrépito en radio y televisión. “Era como estar en un campo de batalla recibiendo ráfagas imprevistas de ametralladora”, escribe Mejía en su libro (que será publicado próximamente).
Al día siguiente, el diario EL TIEMPO titulaba en la primera página: “Cae el coronel estrella del Ejército”. Y la revista Semana traía como portada un retrato suyo con un terrible título: ‘De héroe a villano’.
En sus páginas, un supuesto testigo, cuyo nombre no era revelado, afirmaba haberlo acompañado a una entrevista con los jefes paramilitares ‘Jorge 40’, ‘Omega’ y ‘39’.
Testigos falsos Según este testigo, Mejía Gutiérrez había convenido con ‘Jorge 40’ recibir un sueldo mensual de 30 millones de pesos.
Además habría aceptado realizar una purga para eliminar a 19 hombres del grupo ilegal, los cuales serían presentados luego como guerrilleros del ELN muertos en combate.
Solo tiempo después, el coronel Mejía Gutiérrez sabría que el famoso testigo clave era Edwin Manuel Guzmán, el sargento que había hecho detener en Valledupar al descubrir que vendía armas y municiones a la guerrilla y a los ‘paras’. Se trataba sin duda de una venganza suya. Tras las acusaciones contra Mejía, que le permitieron al sargento Guzmán eliminar sus años de cárcel para ser puesto en libertad y ser considerado como testigo protegido, otros dos reclusos, en busca de iguales beneficios, decidieron tres años después seguir sus pasos confirmando lo dicho por él.
Estos falsos testigos fueron John Jairo Hernández, alias Daniel Centella y Guillermo Hoyos Gutiérrez.
Nadie le responde. Nunca entendió Mejía cómo se le daba crédito a Guzmán cuando este jamás estuvo presente ni antes, ni durante, ni
después de los supuestos hechos denunciados por él.
Desde el primer día de este escándalo, Mejía buscó hablar con el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos. Tardó diez meses en ser recibido por él. Santos aceptó que podía haber ocurrido un error con la información que se le había suministrado y le ofreció, una vez regresara de un viaje a los Estados Unidos, aclarar la situación.
Mejía intentó también entrevistarse con el viceministro Sergio Jaramillo, pero este jamás lo recibió. Quien le dio pistas para saber por qué había sido acusado fue el otro viceministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón.
“Mi coronel –no tuvo reparo en decírselo–, su cabeza fue negociada. Se requería aliviar la presión internacional por el tema de los derechos humanos”.
“A partir de aquel día –escribe Mejía en su libro–, comprendí que era víctima de una absurda pero poderosa componenda”.
Lo peor para él no tardó en llegar. Quedó detenido mientras se adelantaba un juicio en su contra.
La condena. Finalmente, seis años después, el juez Alejandro Díez Pedraza lo condenó a veinte años de prisión y a pagar una multa de siete millones de dólares.
“Este hombre –escribe Mejía Gutiérrez–, sin conocer una hoja del voluminoso expediente construido con más de cien mil folios, descargó contra mí y mis subalternos esta atroz sentencia”.
De nada sirvió que lugartenientes de ‘Jorge 40’, en vez de presentar a Mejía como amigo de su jefe, declararan bajo juramento que éste había dado la orden de asesinarlo.
Y lo que es aún más desconcertante: dos hechos que dejan sin piso los cargos contra Mejía Gutiérrez no han sido tomados en cuenta por la justicia.
El primero, cuando el fiscal Iguarán, en su momento, calificó al sargento Guzmán de falso testigo.
El segundo y más reciente corre por cuenta del fiscal Eduardo Montealegre, quien hizo el mismo señalamiento a John Jairo Hernández, alias Centella, y a Hoyos Gutiérrez, los otros dos testigos que sirvieron de base para condenar a Mejía.
De esta manera, el héroe convertido en villano ha sufrido una pesadilla que lleva más de 2.600 días. Hoy, con la cabeza blanca de canas por todo lo que ha padecido, Mejía recuerda la frase de su padre cuando supo su decisión de ser militar:
“Hijo, esa profesión que estás escogiendo para tu vida solo te brindará cicatrices y medallas”.
Y así fue.
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