MUCHOS TANQUES, POCO PENSAMIENTO
Los “think tank” dicen que su influencia es notoria y creciente. Pero eso no se ve. Las ideas predominantes en América Latina son las socialistas, no las de libre mercado
Muchos tanques, poco pensamiento
Los “think tank” dicen que su influencia es notoria y creciente. Pero eso no se ve. Las ideas predominantes en América Latina son las socialistas, no las de libre mercado
Por Alberto Mansueti
Noviembre 29 de 2014
Cuando careces de conocimientos en alguna materia, aprender no es tan difícil. Para aprender Química, por ejemplo, basta dedicar tiempo y algo de esfuerzo a estudiar. Tienes la mente en blanco, por tanto nada hay que “desaprender”. Pero si quieres aprender Economía, por ejemplo, o Ciencias Políticas, eso es más difícil, porque para aprender, tienes que desaprender un cúmulo de conocimientos falsos que hay en tu cabeza; y es en paralelo: las dos tareas a la vez. Es complicado.
Y peor si has estudiado estas materias en una Universidad, por años, incluso tal vez hasta en Posgrado, asimilando contenidos que creíste verdaderos e indiscutibles, más allá de toda duda. Pero si no has pasado por el aula universitaria, entonces tienes muy poco que desaprender, apenas lo que has oído por ahí, de la gente o de los medios; y aprender ya no se vuelve tan desgastante.
Para aprender liberalismo, en cada país hay uno o varios “tanques de pensamiento”, dedicados a “difundir las ideas de la libertad”, como ellos les llaman. No parecen tener mucho éxito, a juzgar por la hegemonía de las izquierdas. ¿Por qué fracasan los tanques de pensamientos liberales?
Porque van a lo difícil en lugar de lo fácil. En vez de dirigirse al público general, que tiene menos que desaprender, se enfocan en un público universitario, creyendo que así van a tener mayor influencia. Pero resulta que los universitarios tienen mucho más que desaprender. Y hay otro factor que hace muy duro el desaprender: la natural vanidad, o sea, la falta de humildad. Para colmo, muchos universitarios tienen una “carrera” hecha en el estatismo, o esperan hacerla. Es una inversión considerable, de tiempo, energía, dedicación, y dinero. No es para tirar por la borda.
Si los “tanques” fuesen partidos políticos, tendrían que buscar votos en el público en general, y en este se enfocarían. Sería mucho más fácil explicar las reformas liberales, sin estar constantemente atajando un sinnúmero de objeciones, muchas de ellas sin sentido, basadas en conocimientos falsos. Son más de 200 los “tanques de pensamiento” latinoamericanos, supuestos a impulsar “las ideas de la libertad”, como ellos llaman a las de libre mercado. Unos 70 de ellos cuentan con sumas considerables, según publica en sus informes la Fundación Atlas, encargada de sostenerlos.
Dicen que su influencia es notoria y creciente. Pero eso no se ve. Las ideas predominantes en América Latina son las socialistas, no las de libre mercado. Quizá no las del tipo soviético, sino las del “Socialismo del Siglo XXI”, que comparten casi todos los partidos. No hay partidos liberales de verdad; predomina el estatismo. Porque las ideas liberales son ideas políticas, y con sobrada razón, la gente espera que los promotores de ideas políticas sean candidatos, y que desde sus partidos políticos, se postulen y compitan en las elecciones, explicando y mostrando cómo van a aplicarse esas ideas en la práctica. No se supone que sólo prediquen desde lo alto de unas académicas e inaccesibles torres de marfil, invisibles para la gente del común.
Los “tanques” invitan a muchas personas, en su mayor parte jóvenes estudiantes, y les dan información sumaria sobre liberalismo. Lo cual está muy bien, pero no tienen respuesta clara a las tres preguntas que todo el mundo hace cuando se asoma por vez primera al tema: “¿Cómo sería un país liberal? ¿Y cómo se llega a ese punto? ¿Y por dónde empezamos?” Y menos respuesta para la pregunta más directa: “¿y cuál es el partido o grupo político que va a llevar estas hermosas ideas a la práctica?” No hay respuesta.
La gente se aleja pensando: “Algo no debe estar bien con esta clase de ideas políticas cuando ni sus defensores se atreven a largarse al ruedo para llevarlas a la práctica.” En especial pasa con gente que tiene mentalidad de “porrista”, como mucha que se encuentra a montones en las Universidades.
Uno de los mejores ensayos breves del economista “austro-cristiano” Gary North se titula “Discípulos, Seguidores y Porristas” (2004), y se basa en “La misión de Isaías” (1936), un viejo escrito del libertario cristiano Albert Jay Nock sobre el tema bíblico del “Remanente”, que en lenguaje sociológico significa: la minoría selecta. En los movimientos religiosos y políticos, Gary North describe tres tipos de adherentes: (1) el discípulo, es un convertido tempranero, que abandona su compromiso con el statu quo para seguir a un maestro, con quien hace una relación personal; (2) el seguidor, sin contacto directo con el maestro, pero atraído por sus enseñanzas, que aún dentro del statu quo, empieza a “ver el mundo a través de sus lentes”, y no por llamar la atención sobre sí mismo; (3) un porrista (cheer-leader), que sí busca atención: lo que quiere es “ser visto en el lado ganador” y nada más.
Los porristas no quieren estar del lado de la verdad; y tan pronto advierten que su equipo no gana, desertan. Y los “tanques” nos han hecho un “liberalismo para porristas”: a cada tanto dicen que en tal o cual país, tal o cual Gobierno aplica “medidas liberales”. Ese no es un mensaje para discípulos ni para seguidores; ¡es para porristas! Y tan pronto llega el fracaso del tal Gobierno, de los tanques nos llegan unas “aclaraciones” que no aclaran la verdad sino que la oscurecen.
Si algún día existiera un Partido Liberal de verdad, debería reclutar no sólo “porristas”, sino discípulos y seguidores. ¿Cómo? Lo explico en mi folleto “De la Revolución a la ‘Devolución’” que se baja de Internet. ¡Saludos!
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