PORTUGAL ¿FINAL DEL SUEÑO EUROPEO?

¿Nos merecíamos esta suerte los pueblos del sur de Europa? Desgraciadamente nuestro mal es económico, pero también político. Hemos estado dirigidos por una casta política fría, despótica, incapaz, derrochadora, absolutamente corrupta y, lo que es casi peor que todo lo anterior, ignorante e inculta

Portugal, ¿final del sueño europeo?

Ricardo Angoso
Ricardo Angoso

Por Ricardo Angosto

Julio 25 de 2013

Los portugueses pensaban hasta ahora que bastaba con ser buenos europeos, aceptar religiosamente lo que les imponían desde Bruselas, pagar sus impuestos, obedecer las Leyes, asumir con pagana religiosidad los recortes y el adelgazamiento del Estado y, en fin, cumplir con los mandados -no mandamientos, que son otra cosa- que les imponían los dioses del mercado y la Troika. ¿Y qué es la Troika? Esa santa divinidad, a la que nadie ya la discute sus aberrantes directrices de carácter económico que nos llevan de cabeza al infierno, conformada por el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y la cada vez más agónica y debilitada Unión Europea (UE).

Han tenido que pasar todos los acontecimientos de los últimos años, sobre todo desde que la crisis pasó de ser un fenómeno pasajero a una enfermedad endémica definitivamente instalada en nuestras vidas, para que los portugueses descubrieran la cruda verdad: Europa era un sueño, una quimera irrealizable, pero no un puerto de destino capaz de generar seguridad, bienestar y prosperidad. Más bien lo contrario, ¿será así?

Abrazar ese sueño, que ahora aparece como una pesadilla plagada de “zombies”, depredadores y financieros ávidos de negocios a costa del mal ajeno, ha llevado a este país a una de las tasas de desempleo más altas de la historia -llegará a fines de año al 20%, seguro-, a brutales recortes sociales en todos los órdenes, pero especialmente en educación, salud e infraestructuras, donde más le duele a un país, y a un sinfín de privaciones en todos los ámbitos que, con toda seguridad, acabarán machacando a los de siempre: a los más pobres.

¿Acabar con el estado de bienestar? Parece una estrategia para acabar de una vez por todas con el maltrecho Estado de bienestar

António de Oliveira Salazar
António de Oliveira Salazar

portugués y enterrarlo para siempre bajo las tablas de la Ley del mercado y del capital. Algunos habitantes del país vecino, los más mayores, incluso tienen nostalgia de los plácidos años del dictador António de Oliveira Salazar, quien gobernará Portugal entre 1926 y 1974. 

Y otros, quizás los más, sienten que los logros sociales que alcanzó el país tras la Revolución de los Claveles de aquel lejano 24 de abril de 1974, cuando los militares derribaron a la larga dictadura y dieron paso a la experiencia democrática, se están poniendo en entredicho y sacrificando en aras de ininteligibles exigencias de una burocracia que no entiende más allá de los fríos números y los grises presupuestos.

Quizá esta suerte de Apocalipsis colectivo que está viviendo el país es parte de una pesadilla anterior, de una suerte de catarsis colectiva necesaria pero dolorosa por la que había que pasar para realmente conocer cuál es la identidad de este maltratado pueblo. ¿Qué son como pueblo los portugueses, qué quieren en definitiva, cuáles son sus anhelos? Ha tenido que golpear alguien desde fuera, ayudado por sus agentes internos, para reencontrarse con la realidad desnuda, desgarradora, del drama humano, con sus secuelas sociales, que significa una crisis económica de tal magnitud. Para reencontrase consigo mismos y marchar juntos contra los grandes poderes que conspiran con ellos.

Los “caprichos” de la burocracia europea. Mientras esta burocracia europea, que ni siquiera paga impuestos y llega a ganar a veces hasta una veintena de veces más que el salario mínimo de un asalariado portugués, decide desde sus cómodos despachos medidas que afectan a los más débiles sin inmutarse siquiera acerca del alcance de las mismas, la gente se muere literalmente de hambre. Ya son visibles en las calles de las grandes ciudades portuguesas copiosas colas de ancianos y jóvenes, hombres y mujeres, que no tienen más remedio que acudir al último recurso que les queda: el auxilio social de la iglesia o de las escasas instituciones que ayudan a estos náufragos del siglo XXI, seres humanos condenados al anonimato  y a la vergüenza social de no ser capaces de vivir dignamente por obra y gracia de un sistema injusto. Estigmatizados por su pobreza, nos les queda otro recurso que ser los primeros parias del nuevo orden europeo.

¿Nos merecíamos esta suerte los pueblos del sur de Europa? Desgraciadamente nuestro mal es económico, pero también político. Hemos estado, y estamos, dirigidos por una casta política -no merece otro nombre- fría, despótica, incapaz, derrochadora, absolutamente corrupta y, lo que es casi peor que todo lo anterior, ignorante e inculta. La falta de liderazgo en nuestros países, pero especialmente en las naciones donde más golpea la crisis, como Portugal, ha provocado la actual metástasis, la contaminación de todo el cuerpo enfermo sin que ahora la medicina parezca ser capaz de acabar con la plaga. No hay liderazgo y el que parece gobernarnos ahora, tristemente, no sirve para nada de nada, ni siquiera para gestionar el caos y el desbarajuste que padecemos.

Desesperanza y crisis en Portugal
Desesperanza y crisis en Portugal

Resulta lamentable que, tanto en Portugal como en nuestro país, los primeros y grandes recortes hayan sido en asuntos fundamentales, como en la salud y en la educación, como si los médicos y los profesores fueran los culpables de la crisis.  Se destinan cantidades ingentes para salvar a nuestros bancos, al tiempo que se castiga a nuestros jubilados con las tasas farmacéuticas. Mientras se conoce con estupor (y exactitud también) cómo nuestros políticos despilfarran nuestro dinero, cuando no lo utilizan en beneficio propio, vamos descubriendo cómo sobre las ruinas del Estado del bienestar va creciendo la miseria, la pobreza y la exclusión social. Se sacrifican servicios fundamentales de la sociedad en eras de preservar los ingentes (y costosos) beneficios de una clase política que está de espaldas a la sociedad; la calle va por un lado, como se está viendo en numerosas ciudades de Europa, mientras nuestros representantes hablan otro idioma, ¿será que no se enteran de lo que está pasando?

El problema radica en que en este anunciado choque de trenes entre la opinión pública mayoritaria y el mundo político, tal como está ocurriendo en Portugal, pero también en menor medida en España y Grecia, las consecuencias pueden ser brutales. Ya hemos visto como en Grecia incluso los nazis han llegado al parlamento y la violencia en su estado más primitivo, contra los más débiles: los inmigrantes, se ha instalado en las calles de Atenas. Si el discurso antisistema sigue calando en nuestras sociedades, sin que apenas se vea capaz de reacción por nuestra clase política, el futuro puede ser terrible. ¿Será capaz Europa de dar respuestas a todos estos desafíos? Visto lo visto, me temo lo peor.  No se ven indicios de cambio ni esperanza en el corto plazo. El tiempo, no obstante, nos dará la respuesta.

rangoso@iniciativaradical.org

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