¿QUE VIENE DESPUÉS DE CANO?
No cabe duda de que la caída de Cano es un paso fundamental en la lucha contra el terrorismo y que el futuro será otro. Las Farc comprueban una vez más que sus comandantes caerán y ahora tienen la certeza de que ello ocurrirá más temprano que tarde
¿Qué viene después de ‘Cano’?
Por Rafael Nieto Loaiza
La muerte de Cano es el máximo éxito “en la estrategia de puño de hierro con guante de seda que [se] puso en marcha con Uribe. Por un lado, presión militar constante. Por otro, mano tendida para los guerrilleros que dejen las armas. La combinación ha sido letal para las FARC”, dice El País de Madrid, no ciertamente un periódico de derecha.
Es el mejor resumen que he leído sobre la caída del Comandante de las Farc, ahora que las envidias y mezquindades están a la orden del día y tanto cínico de primera y político de segunda intenta aprovechar la oportunidad para demeritar al ex Presidente y hacer puntos con el Mandatario actual. Nada de esto hubiera ocurrido sin la visión estratégica, la decisión política y la férrea voluntad de Uribe de derrotar el terrorismo y la finura en el diseño y ejecución del actual Jefe de Estado. La muerte de Cano es resultado de la política de seguridad democrática.
Y como al César lo que es del César, hay que empezar por reconocerle el triunfo al Presidente y a Juan Carlos Pinzón, su ministro de Defensa, a quien tantos ya empezaban a criticar. Y a los hombres y mujeres de las Fuerzas Militares y la Policía, de los generales Naranjo, Navas, Pinilla y Mantilla hacia abajo, que diseñaron y ejecutaron el bombardeo y rastrillo que dieron como resultado la baja de Cano. Aunque la operación contra el jefe de las Farc empezó hace años, como con justicia lo reconoció el Ministro, es inevitable que los méritos se los lleven quienes la adelantaron hoy.
No cabe duda de que la caída de Cano es un paso fundamental en la lucha contra el terrorismo y que el futuro será otro. Las Farc comprueban una vez más que sus comandantes caerán y ahora tienen la certeza de que ello ocurrirá más temprano que tarde. Por lo mismo, es posible que el nuevo jefe viva fuera del territorio nacional. Aquí no hay madriguera segura. No lo fueron la selva impenetrable del Caguán, el gélido páramo de las Hermosas o el tupido bosque caucano. De manera que el elegido estará entre Iván Márquez o Timochenko, los dos refugiados en Venezuela.
La consecuencia inmediata será una dificultad aun mayor en las comunicaciones, el comando y el control de las Farc, resultado de la distancia y de la desarticulación del grupo terrorista. Y un problema político de difícil resolución para el Presidente. Una cosa es tener al “mejor amigo” haciéndose el de la vista gorda frente a unos guerrilleros y otra muy distinta que proteja al máximo comandante de la organización. Mirar para otro lado no será una opción.
La desmoralización aumentará y con ella debería crecer también el número de desmovilizados, estancado desde hace meses. Para aprovechar la oportunidad es fundamental resolver de manera inmediata los múltiples problemas que vienen presentándose, por cuenta de decisiones de las cortes, con los mecanismos de solución jurídica para quienes dejen las armas. La incertidumbre frena a quienes quieren desmovilizarse.
También se acelerará la “bandolerización” del grupo. Perdida la perspectiva de la toma del poder y debilitado el liderazgo político, la tentación de dedicarse sólo al narcotráfico está a la mano.
¿Y la paz? No está a la vuelta de la esquina. Pero el golpe debería mostrarle al Presidente la inconveniencia de la reforma constitucional que está promoviendo. Asegurar constitucionalmente la impunidad de los crímenes de lesa humanidad y de guerra, como busca la reforma, en nada ayuda a ponerle fin al conflicto.
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