¿QUIÉN DIJO YO?
Reza el estatuto civil en su artículo 113 que El matrimonio es un contrato solemne por el cual un hombre y una mujer se unen con el fin de vivir juntos, de procrear y de auxiliarse mutuamente
¿Quién dijo yo?
Por Federico Arellano
Espero que varios. Este acertado dicho, me atrajo para estas líneas semanales. Claro está, hay que leerlo bien. Me refiero a su lectura óptica-conceptual y realista.
Siguiendo la línea de mis últimos escritos y viendo los titulares de los medios en donde se ve que el Estado apalanca sistemáticamente los antivalores y que los medios se interesan más por eso que por la verdad; adicionalmente, las turbinas reducidas en su potencia y disminuidas en el andar de los buenos se ven cada vez más cercanas a la tierra que al vuelo de la verdad, debo manifestar que tan grande es la mentira, como mi inconformidad.
Dice la publicación de esta quincena Ámbito Jurídico, a la que están suscritas la mayoría de oficinas de abogados y juristas de bien, entre los cuales me incluyo, en primera página que la Ley de Víctimas pasa “prueba de fuego” en la Corte. Más adentro en la página 7 se dice que la Corte Inconstitucional amplía derechos sucesorales a parejas del mismo sexo.
Destacable para efectos de esta inconformidad decir que esa corporación guardiana de la Carta Política y de los derechos fundamentales, basados en la moral cristiana y las buenas costumbres sociales, hoy pretende distorsionar los valores derivados del derecho natural. Es así como en 20 años de existencia, ese estamento garante de las políticas humanitarias, ha demostrado su postura desgraciada a favor de los vínculos homosexuales. Como lo expresé en mi columna pasada, aunque algunos se rasguen las vestiduras y hasta la piel, eso NO y NO es demostración de Democracia. Es casi que lo contrario; es usar ese legítimo concepto estatal, valiéndose de él, para obtener resultados en contra del derecho propiamente dicho. ¿Cómo digerir que aquella Corte reitere en su jurisprudencia que las uniones homosexuales conforman una familia? ¿No son acaso los primeros artículos de la Constitución Política y el Código Civil, lo suficientemente claros al definir el concepto “familia”? Además está concebido como el núcleo fundamental de la sociedad. Para evidenciar eso, que deviene por mandato popular en el caso del Legislativo ¿es acaso ese poder aliado de su corte infame el facultado para retorcer la realidad natural bajo la falsa premisa de los Derechos Humanos y la Democracia?
Reza el estatuto civil en su artículo 113 que El matrimonio es un contrato solemne por el cual un hombre y una mujer
se unen con el fin de vivir juntos, de procrear y de auxiliarse mutuamente. De esta lectura, que no necesita mayor interpretación ni análisis profundo, se logra extraer que definitivamente la familia está integrada por seres heterosexuales y esto claramente no es obra del legislador, es obra de El Creador. Sin importarles esto a los menospreciados congresistas y magistrados, siguen “legislando” en contra del Estado de Derecho. Gran legado nos dejó el expresidente Juan Carlos Henao, que sin duda su tocayo el futbolista, ha hecho más méritos para ocupar esa dignidad que aquel abogado del diablo, con la puerta abierta para que los niños crezcan en la cotidianidad de una relación homosexual y degeneradora del ser, levantándose y conviviendo en esa adversidad.
¿Derechos Humanos? ¿Democracia? ¿Valores? ¿Estado de Derecho? ¿Gobierno? No. Entender así la democracia participativa y pluralista, es exactamente igual que cuando la gente piensa que una mujer sexy es puta. No. No es así. Es más, se valen de lo atractivo del concepto democracia para desconfigurarlo y encontrar una falsa legitimidad (aunque suena ilógico), para lavar cerebros de idiotas útiles y fascinar a inquietos desprevenidos e ir congregando adeptos.
Para muchos el discurso puede sonar trillado y sobre todo para los que impulsan los antivalores. Ya veo venir el reclamo airado de algún mamerto señalándome de retrogrado, de carpetovetónico y obviamente, de antiprogresista. Pero resulta que eso que promueven no es ni avanzado, ni mucho menos progresista. Es directamente transgresor y ofensivo de los DDHH, de la naturaleza y la esencia humana.
Quiero saber quién dijo yo estoy dispuesto a que mis hijos y mi descendencia nazca y se cultive en una sociedad de moda de antivalores. Que crean que lo malo es bueno y que lo bonito es feo, que sigan la narcocultura y las tendencias degeneradas y aberradas de los homosexuales. Que en vez de jugar con juguetes didácticos físicos y electrónicos, jueguen a querer ser un pichón de traqueto para andar en un Hummer blindado con reguetón a todo volumen, pensando en levantar prostitutas y consumir alucinógenos. ¿No será mejor que ellos se desarrollen en una sociedad recta y con valores que propendan por la unidad familiar, el ahorro y la proyección de la sociedad de sus futuros hijos?
Si ser defensor de Derechos Humanos y procurar el respeto y la atención del Derecho Natural del cual provenimos por gracia Divina y estimar que se están haciendo mal las cosas, tanto en lo central como en lo local, es ser mojigato y santurrón de lo que me han tachado en la última semana, me declaro orgullosa y abiertamente, el mejor y más destacado de los mojigatos y santurrones. ¿O quién se le mide a vivir como nos lo proponen? Hoy se cumple un mes más de impunidad de uno de los crímenes más sangrientos del narcoterrorismo y ni a esto, ni a aquello que ya dije, me le mido más.
¿Quién dijo yo? ¿Quién que no oigo? Abrazo cálido. Seguimos trabajando.#nomasmentiras.
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