¿QUIÉN MATÓ A GAITÁN?
Potes lo reconoció y le hizo una confesión: Por el aprecio que le tengo y para descanso de mi alma lo mandé llamar, yo estoy pudriéndome en vida, estoy pagando mi pecado, por el mal tan grande que le hice al país: yo maté a Gaitán
¿Quién mató a Gaitán?
Por Luis Arturo Mera Castro
Las raras coincidencias de la vida hacen concurrir hechos y personas de manera incomprensible, así sucedió por el azar o porque tal vez Bogotá era una pequeña ciudad a donde todo quedaba cerca y la gente se saludaba en las calles, sombrero en mano de una acera a la otra, pocas veces sucedía nada fuera de de lo común, hasta la ocurrencia de lo más espantoso y estremecedor que pudo haberle ocurrido al país: el Bogotazo. Nos encontramos a 64 años del 9 de Abril de 1948 fecha de la muerte de Gaitán, insuceso del que se ha escrito y se escribirá, se hablará, se especulará per sécula seculorum en cada aniversario, sin que se llegue a una conclusión definitiva. La siguiente es mi versión.
José García(*) haciendo primaria en San Bartolomé colegio en el que el Padre Luis Emilio Arango le había conseguido una beca; en sus ratos libres iba a donde Eliécer Gaitán y su esposa Manuela Ayala, padres de Jorge Eliecer, quienes tenían una librería en la Calle 9 No 5-13 y José les hacia mandados para ganarse unos centavos, entre otras cosas porque vivía en la Candelaria, cerca a la casa de don Eliécer en la Carrera 9ª con Calle 3ª donde además había nacido su hijo Jorge Eliécer.
El 28 de Marzo de 1948 había muerto el Padre de José García, pocos días antes del Bogotazo, por ello recuerda con claridad meridiana, lo que su tío político Celio Quintero Agudo, quien residía en el Barrio Eduardo Santos le relató. El tío Celio tenía un empleado joven de buena presencia y buen comportamiento que vestía más de oficinista que de obrero cuyo nombre era Juan Roa Sierra. A decir verdad, era un joven tranquilo de buen genio a quien nunca se le oyó decir o hacer nada que pudiera haber causado prevención. Entre las 12 y 12:30 del día viernes 9 de Abril almorzaba cuando Celio le ordenó que fuera al centro, a la ferretería Vergara y le comprara una lima que requería urgentemente para efectos de la construcción que adelantaba. La versión más factible parece ser que Roa se fue a pie a la calle 1ª para tomar el tranvía; se bajó en la Carrera 7ª entre calles 12 y 13 frente al Teatro Real, de allí supuestamente caminó hacia la Avenida Jiménez, cuando ensordecieron sus oídos el estruendo del estallido de unos tiros que le pasaron muy cerca de donde se encontraba, entró en pánico y corrió hacia la droguería Granada a guarecerse; un lustrabotas gritó secundado seguramente por los terroristas que planearon el asesinato que quien había disparado había corrido a esconderse en la droguería de donde lo sacaron y fue linchado sin fórmula de juicio, como el país lo sabe. Prácticamente muerto, del Café Gato Negro una apiadada empleada le alcanzó un vaso de agua que nunca pasó la garganta de Roa. Quien lo identificó fue el periodista Felipe González Toledo presente en la escena, al sacar de su bolsillo la cédula de ciudadanía.
José García ese día estaba en el Colegio Granada de visita, ubicado abajo de la Plaza Caro en la Calle 19 con la 8ª. El colegio optó por encerrar a los alumnos por el peligro existente y allí quedó José pero su mamá llegó por él, lo rescató y caminaron por la 7ª hasta la calle 17 donde quedaba el almacén Tía, vieron que estaban quemando dos tranvías: una Lorencita que era cerrada y uno abierto; todo ardía en llamas y ya había muchos muertos en las calles. Al no poder avanzar regresaron a la 18 por la casa de Doña Olga Dávila de López segunda esposa del Presidente López Pumarejo, en la que actualmente hay un restaurante, caminaron hasta el Acueducto en la Carrera 5 con Calle 16, hoy la Procuraduría y de allí a la 4ª con Jiménez al Espectador, frente al Hotel Continental para tomar rumbo a la Plaza de la Concordia y al pasar, vieron como se incendiaba el convento de las Hermanas Clarisas a donde hoy está la Biblioteca Luis Angel Arango e incendiado también a diagonal, el Palacio Arzobispal de donde salían los curas y las monjas con los hábitos incendiados; la gente sacaba barriles de vino de consagrar y los echaba a rodar por la calle, se decía que los curas estaban echando bala, así fueron subiendo hasta la 2ª con Calle 11 donde en llamas también se encontraba el Colegio de La Salle, siguieron tratando de rodear las tumultuosas calles aledañas a la Clínica Central en la Calle 12 entre 4ª y 5ª. Donde los doctores Pedro Eliseo Cruz Hernando Guerrero y Trever Orozco atendieron y declararon muerto a Gaitán. Evadiendo todo tipo de peligros por fin llegaron a su casa. Cuenta José que el infausto día a pesar de que llovía torrencialmente no se acabaron los incendios que duraron tres días seguidos.
Los asaltantes robaron todas las joyerías de la Carrera 6ª; las ferreterías de la Calle 11 abajo de la Carrera 6ª a donde el Palacio de Justicia y el almacén Mazuera ardían también en llamas. En la Carrera 8ª con Calle 11 se vendía todo tipo de armamento en forma libre sin restricción, el que sirvió para armar al populacho y no se salvaron del saqueo ni siquiera los graneros ni la Plaza de mercado situados en la Calle 10 con Carrera 10.Los muertos eran tantos que fueron arrumados en las galerías de todo el Cementerio Central unos encima de otros de a cinco en un dantesco hacinamiento.
La reputada Scotland Yard a solicitud del gobierno vino a Colombia, adelantó la investigación para esclarecer y encontrar los móviles, los asesinos intelectuales y materiales. La Scotland Yard 17 años más tarde dio por terminada la investigación descartando a Roa Sierra, quien fuera exhumado unas tres veces de la tumba No 24 del Cementerio Central donde supuestamente al fin debían descansar los restos; de allí desaparecieron para dar albergue a otro trashumante ser. De todas formas nunca se supo el resultado de esta investigación. Entendemos que Estados Unidos tiene documentos importantes clasificados como secretos a la fecha.
Años más tarde del infausto suceso, un tío de José García le hizo un relato sorprendente; le contó que años ha, un señor de nombre Pablo Emilio Potes que trabajaba en la circulación, le había pedido fuera su compadre. Su vida había pasado de motociclista oficial a guardaespaldas y por último, se matriculó en el hampa incluyendo asalto a bancos. Este personaje se volvió millonario de un día para otro; pasado el 9 de Abril, compró carros y casi una manzana de casas en la Calle 64 y 63A con Carrera 16.
El tiempo pasó y cuando el tío tenía a Potes en el baúl de los recuerdos, alguien le dijo: su compadre Potes se encuentra en muy malas condiciones muy enfermo, en artículo mortis, prácticamente indigente, vive en una vetusta y desvencijada casa de las que eran suyas en la 63 A y quiere verlo. Apiadándose de él fue a visitarlo. Se encontró con que una samaritana vecina, le alcanzaba comida por una rendija con un palo porque el olor era nauseabundo. Potes lo reconoció y le hizo una confesión: Por el aprecio que le tengo y para descanso de mi alma lo mandé llamar, yo estoy pudriéndome en vida, estoy pagando mi pecado, por el mal tan grande que le hice al país: yo maté a Gaitán.
Nunca que sepamos se tenía conocimiento en Colombia de esta versión. Potes un individuo al borde de la muerte seguramente no tenía por qué mentir al hacer esta confesión.
Colofón. Lo anteriormente relatado merece para mí, alta confiabilidad por la fuente, salvo los detalles presumibles de Roa Sierra al pasar por el sitio en el que fue muerto Gaitán. Fui al cementerio y visité las tumbas en las que varias veces le cambiaron el sitio de la sepultura a Roa, visité la calle con mi alta fuente de credibilidad, a donde estaban situadas las casas que alguna vez compró Pablo Emilio Potes; sin enterarse que en una de ellas moriría pudriéndose en vida.
Créanlo o no.
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