REFLEXIONES PARA RETOMAR EL RUMBO
Agazapado en su condición de ministro trepó y trepó sin asumir ningún tipo de responsabilidad política. De haberse presentado irregularidades ¿por qué no las denunció?, ¿fue acaso cómplice de algún ilícito y se quedó callado?
Reflexiones para retomar el rumbo frente a la claudicación del Gobierno
Tildar al Uribismo de buitres, enemigos de la paz, guerreristas, aves de mal agüero, tiburones, mano negra, etcétera, es una señal equivoca llena de impotencia y locura
Por Juan Fernando Casas
Noviembre 10 de 2013
Cuanta vergüenza y escozor provocan los hechos noticiosos más recientes de nuestra convulsionada patria, deteriorada en buena medida por el señor Presidente de la República y por supuesto, gracias a los no muy bien reputados medios de comunicación nacional. Son muchos los hechos por señalar, ninguno de ellos es bueno, ninguno ofrece aliento ni comentario de apoyo. Que se tome como bandera política y de corrupción en la rama judicial el caso del magistrado Villarraga, si bien no es un asunto menor, tampoco resulta ser el caso más emblemático para someterlo al juicio de la opinión pública como la panacea en materia de depuración de la justicia. La corrupción en la justicia está en los más altos niveles del Estado, donde la politización de la misma, sumado a un tristemente célebre cartel de falsos testigos y otra suerte de triquiñuelas de la más baja condición para enlodar a gente honesta y privilegiar el delito en ciertos escenarios, son una abierta afrenta contra la institucionalidad y la democracia. Por cuenta del infortunado episodio del magistrado Villarraga se sigue estigmatizando a los miembros de la fuerza pública. El presunto falso positivo toma por sorpresa a más de uno, eso rasga vestiduras, como también lo hace la pretensión legítima por la recuperación del fuero militar. Por su parte, los crímenes de guerra de las FARC son apenas un capítulo de la lucha por la igualdad social, esto, a criterio de buena parte de la justicia ordinaria.
Tener vínculos o relaciones con militares es satanizado por ciertos militantes de la izquierda, entre ellos, jueces y magistrados, de los cuales es bien sabida su procedencia política, ideológica e incluso subversiva. Esto para la rama judicial no cuenta, como tampoco ha contado el inagotable prontuario de los funcionarios y exfuncionarios que tienen relaciones probadas con la narcoterrorista FARC. ¿En qué se pueden diferenciar las masacres de las autodefensas que hoy pagan condenas en los Estados Unidos frente a las que cometieron los asesinos de las FARC, que en la actualidad están en el remanso de la impunidad y la opulencia? ¿Por qué visitar a Santafé de Ralito se consideró un delito, pero visitar a La Habana es un acto parlamentario heroico y dignificante para el país? Lo que está permitiendo el presidente Santos no es otra cosa que la claudicación del Estado frente a sus enemigos históricos. Esto, además de vergonzoso y ruin, es peligroso en extremo.
Es peligroso porque estamos a merced de lo políticamente incorrecto, lejos del rumbo de la institucionalidad y de los consensos nacionales. La república no resiste un minuto más esta tragicomedia sin precedentes, donde los valores se vienen invirtiendo, donde el respeto por nuestras Fuerzas Militares y sus garantías en materia jurídica no pueden ser equiparables a las de los criminales cuya naturaleza es la del ilícito en sus más aberrantes proporciones. Colombia no puede someterse al escrutinio de la comunidad internacional como un país endeble que desprotege la integridad de su fuerza pública. Del orden y la seguridad dependen las acciones para retomar la dirección correcta y esquivar un tortuoso camino al socialismo del siglo XXI. Para lograrlo, urgen un nuevo presidente y un nuevo congreso.
Por otra parte, la reiterada ofensa y descalificación del presidente Santos a su otrora benefactor político y quien le tendió la mano en más de una ocasión, como aquella en la que lo pedían en extradición cuando se desempeñaba como Ministro de Defensa por el ataque al campamento de Raúl Reyes, raya en el desespero propio de un hombre desleal e incapaz de enfrentar sus equivocaciones sistemáticas. Tildar al Uribismo de buitres, enemigos de la paz, guerreristas, aves de mal agüero, tiburones, mano negra, etcétera, es una señal equivoca llena de impotencia y locura.
Otro síntoma de la debilidad de Santos son sus declaraciones recientes, donde se jacta que ninguno de sus funcionarios ha sido investigado ni señalado por actos de corrupción, como sí ocurrió en gobiernos anteriores. Ciertamente es una crítica a los gobiernos de los que él hizo parte. Agazapado en su condición de ministro trepó y trepó sin asumir ningún tipo de responsabilidad política. De haberse presentado irregularidades ¿por qué no las denunció?, ¿fue acaso cómplice de algún ilícito y se quedó callado?, ¿por qué cuando fue Ministro de la Defensa no asumió la responsabilidad de los presuntos falsos positivos? El presidente Santos no tiene autoridad moral, además de gavirista, pastranista y uribista, hoy gobierna con el samperismo. Sin embargo, se atreve a hablar de corrupción.
Nota: A propósito de la foto en la que los delincuentes Jesús Santrich e Iván Márquez aparecen como sibaritas en La Habana, se desataron reacciones de todo tipo, en su inmensa mayoría de repudio e indignación. Pese a ello, llaman la atención los trinos de Horacio Serpa y Armando Benedetti sobre el particular. Serpa dice que “no hay que ponerle tanta pimienta a la foto de los guerrilleros”. Quizás él considere que tampoco haya que ponerle tanta atención al narco escándalo del 8000 o al magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado. Ni que decir de Benedetti, quien en una declaración producto de la insensatez y la falta de cordura, afirma que “es mejor hablar de paz al lado del mar que en el monte”. De este parlamentario y sus aportes, ¿qué bueno podríamos decir?
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