SOBRE LA CARTA DE LCR AL CENTRO DEMOCRÁTICO

La propuesta de LCR, además de confusa, es imprudente y podría transformarse en una provocación divisionista

Sobre la carta de Luis Carlos Restrepo al Centro Democrático

La propuesta de LCR, además de confusa, es imprudente y podría transformarse en una provocación divisionista

Eduardo Mackenzie
Eduardo Mackenzie

Por Eduardo Mackenzie

27 de diciembre de 2014

Luis Carlos Restrepo no dice una sola palabra de las manifestaciones del 13 de diciembre de 2014 en varias ciudades de Colombia. La enorme significación política de esas manifestaciones contra las Farc, y contra la forma como Santos dirige su llamado “proceso de paz”, no aparece en el análisis de LCR. Ese defecto va acompañado de otro: no dice una palabra acerca de las recientes encuestas de opinión que confirman con creces lo que los manifestantes del 13 de diciembre dijeron en las calles y plazas del país.

La posición de LCR es, en principio, correcta sobre la Constituyente. Sobre eso no me extenderé. Estimo que la Constituyente no es el tema más urgente del momento. En cambio, la posición de LCR  sobre lo que debe ser la política a corto y mediano plazo del CD, sobre lo que ésta fuerza política debe hacer frente a Santos y frente al llamado “proceso de paz”, es mucho más prioritario.

LCR no ve el enorme trabajo de explicación y de crítica razonada del CD contra el llamado “proceso de paz” de Santos, crítica que, sobra decirlo, no es contra la paz, sino contra los medios que se ha dado Santos para lograrla: una negociación, panorámica y desbordable, sobre las instituciones sociales y políticas del país. Nada menos. LCR no ve que la actividad del CD de crítica a ese enfoque de Santos ya ha producido resultados. La opinión pública, gracias a la actividad incansable de los jefes y de las bases del CD, ve con claridad lo que está sucediendo en La Habana.

La ciudadanía es objeto de una intensa política de intoxicación y desinformación permanente sobre el llamado” proceso de paz”. Especialistas en control psicológico de población, y técnicos en marketing político,  están actuando bajo la dirección del gobierno. La prensa más penetrada por la ideología de izquierda y más corrompida por el dinero del notablato santista, trabaja en la misma dirección. La Fiscalía, además, persiste en crear un clima de autocensura, sospecha y amenazas contra los críticos del proceso de paz. Ante tales políticas antidemocráticas, la ciudadanía habría podido caer en una dinámica de sumisión psicológica. No lo ha hecho. Buena parte de la opinión se muestra lúcida sobre lo que está pasando en la mesas de La Habana, se resiste a apoyar eso y lo dice de varias maneras.

Lo demuestran las manifestaciones del 13 de diciembre y las encuestas de opinión. La opinión no ha sido pervertida gracias en buena parte a que el CD está ya y desde el comienzo en el debate, aportando ideas claras y distintas sobre la política de Santos, de las Farc y del entorno internacional que sostienen ese falso proceso de paz. LCR parece no ver eso.

Luis Carlos Restrepo no dice una sola palabra de las manifestaciones de los colombianos en contra del proceso de La Habana (Foto Periodismo Sin fronteras)
Luis Carlos Restrepo no dice una sola palabra de las manifestaciones de los colombianos en contra del proceso de La Habana (Foto Periodismo Sin fronteras)

La posición de LCR es incorrecta cuando pide al CD “entrar al debate público como interlocutores válidos”. El CD ya es un interlocutor válido. El CD está ya inmerso en el debate público, y desde el comienzo, y con una posición acertada e independiente.

Lo que busca LCR no es que entremos “al debate”. Su objetivo es otro. Tras ese preámbulo, LCR va al centro de su propuesta real: le pide al CD “entrar en conversaciones con el gobierno sobre el tema” de la paz. LCR repite, con otras palabras, lo que pedía el  señor Álvaro Leyva Durán, el 9 de noviembre de 2014. Al pedir al CD entrar “en conversaciones” con Santos, LCR cede a una presión difusa que viene del Palacio de Nariño y que pretende  tres cosas: 1.- que cese la eficaz agitación y propaganda del CD contra el proceso de paz de Santos; 2.-aislar al ex presidente y senador Álvaro Uribe y mostrarlo como alguien intransigente y 3.- dividir y desorganizar al CD, sobre todo desbaratar su trabajo parlamentario y su trabajo de movilización de la opinión pública.

La línea de Santos de invitar al CD a “subirse al tren”, como él dice de manera tan vulgar, para que “entre todos podamos negociar este proceso de paz”,  es un pedido disimulado de ayuda a la oposición uribista. Santos está utilizando la técnica de la falsa inclusión: trata de hacerle creer a las bases del CD que su partido puede ser un socio activo en esa negociación. Nada más falso. Santos no compartirá con nadie la conducción de ese proceso. Las Farc no aceptarían jamás esa inclusión. Quién miente y quien está sufriendo un desgaste ante la opinión pública por cuenta del irracional “proceso de paz” es Santos, no el CD ni el ex presidente Uribe.

Esos llamados hipócritas de Santos se hacen más insistentes desde las manifestaciones del 13 de diciembre de 2014. Es una forma histérica de pedir auxilio a un partido de oposición. Es un intento para tratar de manipular a un adversario político. Santos sabe que con la opinión volcada contra la farsa de La Habana ni él ni las Farc podrán imponer el siniestro rediseño de las instituciones. Sabe que la única salida es atraer a su campo al CD o a una fracción del CD.

La propuesta de LCR, además de confusa, es imprudente y podría transformarse en una provocación divisionista. De hecho la prensa santista y el mismo Santos está tratando de explotar en ese sentido la carta de LCR.

¿Qué es exactamente “entrar en conversaciones con el gobierno” de Santos?  LCR no ahonda sobre ese punto, a pesar

Luis Carlos Restrepo
Luis Carlos Restrepo

de que es el centra de su carta. No es difícil imaginar que Santos exigirá como condición previa a esa “entrada en diálogo del CE” –diálogo que tendrá que comenzar, desde luego y sobre todo, con lo de las  andanzas secretas de Santos en La Habana–, entrar en una dinámica de compromisos. Eso plantea un problema serio.

Buscar o aceptar compromisos con el gobierno de Santos en materia de paz no es la línea del CD. La línea del CD no es ayudar a Santos a salir del pantano en que se metió con las Farc y con las negociaciones secretas en Cuba. La línea del CD es guiar al país, a Colombia, a su opinión pública,  alertarla, informarla y movilizarla para evitar el éxito del plan Santos-Farc: la entrega de las instituciones del país y de los principios que han hecho a Colombia.

Ingresar en una dinámica de compromisos con Santos sobre lo que se ha hecho en la mesa de La Habana y sobre lo que falta examinar en esa mesa y sobre el epílogo a ese triste y ensangrentado “proceso de paz” sería desertar el combate del CD.  Más que un error sería una traición. La posición del CD como fuerza política-social, parlamentaria, electoral y de opinión debe seguir siendo independiente y soberana. Ella debe decir y reiterar a la ciudadanía, y al mismo Santos, qué es y qué no es un proceso de paz. El CD no debe entrar en compromisos dudosos con un gobierno en crisis que no merece la confianza de los colombianos. El CD debe seguir también en su línea central: ninguna confianza a las Farc.

Tumultuosa estuvo la marcha en varias ciudades. Acá, Bogotá. (Foto Periodismo Sin Fronteras)
Tumultuosa estuvo la marcha en varias ciudades. Acá, Bogotá. (Foto Periodismo Sin Fronteras)

La línea del CD es correcta y hay que insistir en ello: no estamos ante un verdadero proceso de paz. Estamos ante un proceso de guerra (que dispone de un capítulo de persuasión política, y de un capítulo militar de desorganización y paralización de las Fuerzas Militares), que busca lograr concesiones exorbitantes del Estado a la subversión comunista; que tiene como horizonte el abandono del sistema liberal-democrático y la adopción, a espaldas del pueblo, de un sistema político antiliberal y autoritario.

Hay que luchar contra la inversión que tratan de hacer los partidarios de las negociaciones en La Habana: no se puede decir que porque hubo 851 atentados, 734 uniformados heridos, 661 uniformados muertos, 328 civiles heridos, 105 civiles asesinados y 71 secuestrados hay un proceso de paz. Debemos decir:  hubo 851 atentados, 734 uniformados heridos, 661 uniformados muertos, 328 civiles heridos, 105 civiles asesinados y 71 secuestrados  pues hay una ofensiva de violencia que busca el poder y que ha sido llamada proceso de paz. Los diálogos de La Habana no son sino un medio para confirmar los frutos de esa violencia en una mesa de negociaciones y cambiar el perfil del país.

El CD debe continuar su combate político y abrir otros frentes de lucha. Es, por ejemplo, importante no solo criticar sino exigir el abandono definitivo del documento sobre la “reforma agraria integral”, el más peligroso de los tres firmados en junio de 2014 por Santos. Es  necesario abrir una campaña de discusión en torno a los tres documentos firmados por las Farc y por Santos en junio de 2014. El citado, titulado “Hacia un Nuevo Campo Colombiano: Reforma Rural Integral”; el intitulado “Participación política: apertura democrática para construir la paz”,  y el tercero cuyo título es  “Solución al problema de las drogas ilícitas”. Los tres acuerdos pueden ser comparados a tres praderas muy verdes y floridas pero que han sido sembradas de minas antipersona que no se ven en la superficie. No ha habido una verdadera discusión precisa sobre esos textos. No hay nada de eso en la prensa escrita y menos en los medios audiovisuales.

Por otra parte, el CD debe exigir que el Congreso entre formalmente, es decir,  de pleno derecho, no de hecho y en desorden como hasta ahora, en la temática de la mesa de conversaciones de La Habana.

Así mismo, el Congreso de la República debe entrar muy formalmente en la cuestión de las víctimas (del llamado conflicto). Hasta hoy ese capítulo tan fundamental ha quedado en manos de dos particulares, que no han sido elegidos por nadie. Las chocantes manipulaciones sufridas por las víctimas llevadas a Cuba (filmadas desfilando ante el himno de las Farc, abrazos a los terroristas, etc.)  ha sido escandalosas y eso se debe a que esos dos individuos no representan sino a ellos mismos y no deben presentarle cuentas a nadie. Eso no puede continuar.

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