SOBRE LA LEYENDA DE MARQUETALIA
Las Farc no “se engendraron” en Marquetalia. Esa organización, como estructura militar con una orientación ofensiva bien precisa, ya existía en esa fecha, aunque sin nombre, bajo el control del Partido Comunista, el ojo de Moscú en Colombia
SOBRE LA LEYENDA DE MARQUETALIA
Por Eduardo Mackenzie
Casi todos los años, hacia mediados de mayo, la prensa de Bogotá repite de manera rutinaria los gazapos de siempre sobre Marquetalia: que allí fue donde “nacieron” las Farc, que allí “50 campesinos se alzaron contra el gobierno de Guillermo León Valencia”, que allí fue “derrotado” el Ejército, que allí surgió la guerrilla “más fuerte” de Latinoamérica, etc. Ese mito, fabricado por la propaganda mamerta, tiene la piel dura por una razón: porque los historiadores y los periodistas, quienes deberían ser serios y sentirse obligados a investigar para poder contar lo que allí ocurrió realmente, se contentan con tragar entero las imposturas fabricadas por gente que se burló siempre de la verdad.
Este 28 de mayo, en efecto, Jineth Bedoya Lima, célebre reportera de El Tiempo, fina conocedora del tema de las Farc y de las otras bandas ilegales del país, firmó un buen reportaje sobre los esfuerzos del Ejército colombiano para retirar las minas antipersonas con las que las Farc han sembrado la región de Marquetalia. Sin embargo, en ese texto interesante y bien intencionado volvieron a aparecer los curiosos clichés de marras: que hace 47 años Marquetalia era “una hacienda” y que allí “50 campesinos se alzaron contra el gobierno de Guillermo León Valencia”.
El embuchado fue rematado con el dudoso “testimonio” de un “viejo del pueblo” de Planadas quien le dio a la periodista, como si nada, y sin que ésta se percatara de la manipulación, dos datos adicionales mentirosos. El “viejo” afirma, por ejemplo, que “el 29 de diciembre de 1964 empezó la histórica operación Marquetalia” y que allí “el Ejército perdió la batalla y se engendraron (sic) las Farc”.
Falso. El Ejército no perdió allí ninguna batalla. Todo lo contrario: del 17 de mayo al 15 de junio de 1964 (nada que ver con diciembre), el Ejército desalojó, en brillante acción, las huestes atrincheradas de Isauro Yosa y “Tirofijo”, tras evitar la trampa que éstos, siguiendo el modelo indochino, habían preparado para masacrar la tropa. Tras los tropiezos iniciales, debidos más a la geografía que a otra cosa, los militares ingresaron a la tupida zona, pusieron fuera de combate a 35 guerrilleros, capturaron a otros 54, liberaron la población del yugo terrorista y se apoderaron de la documentación del grupo armado. Desde el primer empuje de los militares, el astuto “Tirofijo” huyó con una escolta de 48 guerrilleros, hacia un enclave secreto en la región de Guayabero. Los otros escaparon por un sendero hacia el enclave de Riochiquito, donde tratarán de hacerle frente al Ejército sin ningún éxito pues serán desalojados de allí en septiembre del mismo año.
Las Farc no “se engendraron” en Marquetalia. Esa organización, como estructura militar con una orientación ofensiva bien precisa, ya existía en esa fecha, aunque sin nombre, y estaba consolidando varios frentes en torno de un epicentro, bajo el control del Partido Comunista, el ojo de Moscú en Colombia. La proclamación de la tenebrosa sigla no había sido hecha, como pensaban hacerlo, pues el rápido asalto del Ejército no les dio tiempo.
Las Farc fueron una de las creaciones típicas de la URSS para llevar su Guerra Fría al continente. Pese a ello, y al apoyo material de Cuba, esa guerrilla no fue una de las más exitosas de Latinoamérica, como algunos predican, pues nunca lograron conquistar el poder (como sí lo hicieron dos guerrillas comunistas del continente). Ni siquiera fueron capaces de conquistar, de manera durable, un sólo kilómetro del suelo colombiano.
Planadas tampoco fue el lugar donde se formó la primera guerrilla comunista colombiana. Ese lugar fue Viotá, epicentro de la llamada “república independiente del Tequendama”, donde los vieiristas, con la ayuda de Victor J. Merchán, erigieron su primera escuela de guerrillas, en las barbas mismas de las autoridades, quienes no tenían claro qué tipo de adversario tenían en frente.
Marquetalia no era una “hacienda” con inocentes labriegos, como pretende la leyenda. Era una meseta, epicentro de una amplia región llamada Gaitania. El verdadero nombre de ese punto era El Támaro. Quien se inventó el apelativo de “Marquetalia” fue el guerrillero comunista Jacobo Prías Alape, alias “Charro Negro”, quien en 1955 le dio ese nombre para rendir homenaje al sindicalista Manuel Marulanda Vélez, el verdadero, no el que después transformó ese nombre en apodo para tratar de quitarse de encima el remoquete de “Tirofijo”. La etiqueta “Marquetalia” no tiene que ver con la trayectoria de Pedro Antonio Marín. Este, en enero de 1960, tras la muerte de “Charro Negro”, adoptó el nombre de “Manuel Marulanda Vélez” .
La región de Gaitanía tenía otro nombre pero fue bautizada así por Fermín Charry Rincón, un activista y guerrillero comunista. En 1949, él se apoderó de ese paraje de difícil acceso para crear la “república independiente de Gaitania”. Ese lugar dispone de corredores naturales hacia Caquetá y Cundinamarca y limita con cuatro departamentos (Huila, Tolima, Valle del Cauca y Cauca).
Por su carácter estratégico, aislado e inhóspito, esa región se convirtió en zona de repliegue de bandoleros. Isauro Yosa, “Charro Negro” (el jefe de Tirofijo) y Ciro Trujillo, derrotados en otros departamentos, se ocultaron y refugiaron allá, sobre todo desde 1959. Meses después, esas bandas se dieron a la tarea de reforzar sus instalaciones: cavaron túneles y trincheras y erigieron un bastión que pensaban sería inexpugnable, desde donde lanzaron sus “comisiones”, es decir sus bárbaras expediciones contra los campesinos y los notables de la región para ponerlos bajo sus órdenes. A ese lugar fueron a dar las huestes errantes de cuatro enclaves armados: Planadas, Rionegro, La Herrera y Miraflores. Por eso, desde 1962, el Ejército había llegado a la amplia región de Gaitania para pacificarla.
Las primeras repúblicas independientes, unas liberales y otras comunistas, aparecieron durante el gobierno de Laureano Gómez y se extendieron desde entonces, hasta que Jules Dubois, un periodista norteamericano, dio cuenta del fenómeno en el Chicago Tribune, el 20 de noviembre de 1961. Fue a raíz de eso que Álvaro Gómez Hurtado, diez días más tarde, expuso la cuestión ante el Senado colombiano. En ese momento ya había once “repúblicas independientes”.
La táctica de los comunistas en esos enclaves fue muy hábil: permitir la coexistencia de grupos adversos para asimilarlos. Los campesinos liberales y conservadores podrían recibir protección de los comunistas bajo tres condiciones: respetar a sus protectores, no hacer proselitismo y asistir, obviamente, a reuniones de adoctrinamiento a cargo de expertos. De ese experimento salió una fauna política de nuevo tipo. En ciertas zonas apareció gente que se decía “liberal-comunista”, así como “conservador-comunista”, “católico-comunista” o “protestante-comunista”. El país ha olvidado eso.
Ello explica, sin embargo, la aparición de una alianza de las extremas (MRL, comunistas y hasta una fracción disidente laureanista) que se opuso al pacto del Frente Nacional de 1957 el cual abrió una salida constitucional al problema de quien sería el presidente de la República en 1962. Para los coaligados era impensable otra solución que no fuera de hecho o violenta. Empero, serán aislados y derrotados gracias a la popularidad del Frente Nacional y su sistema de alternancia y de paridad política.
Junio 07 de 2011
Comentarios