SUPEREMOS LOS TEMORES
Empresas y empresarios que hacen muy bien las cosas tienen que salir al exterior para crecer porque aquí ya no tienen posibilidades de expansión
SUPEREMOS LOS TEMORES
Por Saúl Hernández
Bien dijo un editorial de EL TIEMPO, la semana anterior, que “Colombia pierde el miedo”. No se refería a temas políticos o judiciales, sino a la osada adquisición de las operaciones de seguros, pensiones y fondos de inversión en Colombia, México, Chile, Perú y Uruguay, del grupo holandés ING, por parte de los ‘tigres’ de Suramericana (hoy Grupo Sura), por la friolera de 3.800 millones de dólares.
Ya otras empresas, principalmente antioqueñas, se habían volcado a hacer negocios en el extranjero. En el 2006, Bancolombia compró a Banagrícola, el mayor conglomerado financiero de El Salvador, por 900 millones de dólares. Por su parte, Argos se convirtió en uno de los mayores productores de cemento y concreto en EE. UU., donde su última movida fue adquirir las operaciones de la francesa Lafarge por 760 millones de dólares. Y Nutresa (antes Nacional de Chocolates) ha hecho lo propio saliendo de compras por todo el continente.
Y hay empresas del Estado que también han traspasado fronteras con éxito, como ISA, con grandes negocios en Perú, Chile y Brasil, principalmente; EPM, con importante presencia en Centroamérica, y hasta el Metro de Medellín, que asesora a la empresa del metro de Panamá, a la Alcaldía de Cuenca en temas de movilidad y le hace mantenimiento y reparación al tren urbano de Puerto Rico.
Todo eso pareciera compensar la venta de empresas colombianas como Coltabaco, Avianca y Bavaria. Sin embargo, esto no deja de tener sus paradojas. Según el Dane, el desempleo está cediendo, pero en Medellín sigue altísimo, en un 13 por ciento, mientras el subempleo está en el 41,6.
Entre tanto, las ganancias que nuestras multinacionales criollas obtienen en el exterior difícilmente podrían traerse al país sin ocasionar un grave efecto revaluacionista que agrave la enfermedad holandesa que ya padecemos. Es decir, empresas y empresarios que hacen muy bien las cosas tienen que salir al exterior para crecer porque aquí ya no tienen posibilidades de expansión, pero no pueden beneficiar al país con sus conquistas porque nuestro mercado es muy pequeño y no aguanta grandes inyecciones de capital.
De hecho, cerca del 70 por ciento de la inversión extranjera directa en Colombia está enfocada en minería y petróleo, lo cual genera poco empleo. Por eso, las cifras del Dane generan dudas. También porque a pesar de la grave ola invernal, que destruyó cosechas, ahogó semovientes e inhabilitó tierras que aún no se han recuperado, el Dane dice que el sector agrícola creció, y mucho.
A todas estas, vuelve el FMI a recordarnos lo costoso que es contratar a un trabajador en Colombia. Desde el punto de vista de un obrero raso, que recibe un sueldo mínimo de 535.600 pesos, más 63.600 de subsidio de transporte, es muy poco; pero desde el punto de vista del empleador, a quien le corresponde desembolsar cerca de 940.000 pesos mensuales, es muy alto, en buena parte por esas arandelas que son los llamados parafiscales.
Aquí seguimos creyendo que todo empresario es un potentado con ascensor de puertas doradas en la sala de la casa, pero la realidad es que las microempresas constituyen el 96 por ciento de nuestro universo empresarial y las grandes solo son el 0,1 por ciento. Y no se entiende por qué los empresarios deban sostener el ICBF o las cajas de compensación, donde se ven unos despilfarros dignos de Saludcoop.
Carga similar a la ampliación de la licencia remunerada de maternidad a 14 semanas, que ya está haciendo pensar a más de uno de estos ‘potentados’ en no contratar damas en edad fértil, para no terminar pagando por un goce ajeno.
En fin. Aquí hay personas que perdieron el miedo, y que con aspiraciones, visión y liderazgo le apuestan a la excelencia; el país les quedó chiquito. Otros le apuestan a ser mediocres, como los que sostenían que no se podía ni organizar un Mundial Sub-20. Juzguen ustedes.
Agosto 2 de 2011
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