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Hayek indicaba también que cuando se llegaba a cierto punto muy adelantado en este “camino a la servidumbre”, los desajustes y perturbaciones eran tales que las izquierdas terminaban imponiendo una feroz tiranía, a veces político-militar
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Hayek indicaba también que cuando se llegaba a cierto punto muy adelantado en este “camino a la servidumbre”, los desajustes y perturbaciones eran tales que las izquierdas terminaban imponiendo una feroz tiranía, a veces político-militar
Por Alberto Mansueti
Enero 11 de 2016
En América latina, en lo que va de este siglo, los pocos diques naturales que servían para “contener” al comunismo y a las izquierdas se rompieron. Por eso nuestros países se nos han inundado con el socialismo (“del Siglo XXI”) y sus pésimas secuelas, a saber:
Inflación, exceso de impuestos y falta de ahorros, reglamentos absurdos, desinversión, desempleo y decrecimiento con deuda crónica, crisis bruscas y recesiones largas, inactividad económica generalizada y desempleo involuntario, pobreza creciente, corrupción, inseguridad y crimen desbordado, injusticia en los tribunales, impunidad, ciudades colmadas y campos despoblados, etc. Padecemos toda clase de éxodos: de capitales, de empresas, de profesionales, de cerebros, de mano de obra. Y crónicas crisis políticas.
La clase media se había acostumbrado a no prestar atención a la política. Pero ahora, de repente se ve muy golpeada, y se asoma a la política. Opina en las redes sociales, pero poco entiende lo que realmente pasa. No está preparada para la emergencia. Porque no conoce lo que ha pasado en los últimos 100 a 120 años, en la región y el mundo. No sabe que tres grandes “olas” de calamidades socialistas se han sucedido, coincidentes más o menos con los tres tercios del siglo XX:
(1) En la primera ola, se abandonó el patrón oro, y se crearon los Bancos Centrales, con moneda de puro papel, sin respaldo metálico, y banca de reserva fraccionaria: créditos sin respaldo en depósitos. Así se generó el ciclo económico: una fase de auge ficticio con inflación, y luego otra fase de caída en bruscas crisis recesivas. La gente comenzó a empobrecerse. Las izquierdas dijeron “ayudar a los pobres” con sus primeras “medidas sociales”, por ej. leyes laborales, con lo cual la situación tendió a empeorar.
Con un agravante: el Estado descuidó sus tres funciones propias: seguridad, justicia, y obras públicas de infraestructura física; en estas tres materias comenzaron las falencias, y más adelante el deterioro fue completo, en las dos etapas siguientes.
(2) En la segunda ola el Estado vino a ofrecer masivamente la “educación y salud gratis”, para lo cual decretó más impuestos y alzas en los existentes, y se agravaron los problemas. Y mucho desmejoró la enseñanza, porque el Estado no enseña sino que adoctrina en el estatismo; así la gente más “educada” es la que menos posibilidades tiene de entender cabalmente las realidades.
(3) En la tercera ola el intervencionismo entró de lleno y a mansalva en todos los frentes de la economía, con sus reformas agrarias, sus “nacionalizaciones”, la fundación de toda clase de empresas estatales, con costosos impuestos y/o no menos onerosos préstamos para financiarlas, y con asfixiante reglamentarismo para las empresas no estatales. Llegan ahora hasta incalificables extremos, visibles para todos, y alguna gente comienza a reaccionar, y a ver lo que pasa. ¡Pero confunde el socialismo y el comunismo con lo que apenas es su clímax o punto cumbre!
Y los liberales ya no estamos ahí para decir: “Señoras y señores, todo eso es resultado del socialismo!” Friedrich Hayek lo señaló en su libro “Camino a la servidumbre”, de 1942. Las “recetas” del socialismo se nos han ido metiendo poco a poco, una por una, en forma gradual. Ahora en la plaza o espacio público y en la prensa las discusiones son casi siempre entre socialistas de distintos matices, colores e intensidades, y todas sus propuestas son de izquierda, unas peores que otras.
¿Qué hacer? A las tres olas de intervenciones comunistas corresponderían aproximadamente tres “generaciones” de reformas a favor del capitalismo, y en orden inverso. Es decir: la reacción comenzó por revertir sólo las intervenciones de la tercera y última ola. Eso fue en los ’90, con reformas de primera generación: ciertas privatizaciones y desregulaciones, siguiendo el Consenso de Washington.
Pero por lo general no se pasó de allí, y aun así las medidas fueron fragmentarias, parciales, tímidas y vacilantes. Muy poco o nada se hizo por reponer al Estado en sus funciones propias… Rara vez se avanzó hasta revertir p. ej. el socialismo en la educación, típico de la segunda ola. ¡Y ni hablar del socialismo monetario, financiero y bancario, propio de la primera ola! Esas dos debieron ser reformas liberales de segunda y de tercera generación. Pero jamás se acometieron en serio; es más: ¡ni se han mencionado! ¿Por qué? Entre otras razones, porque hay que derogar todas las leyes malas; y esa es función del Congreso.
La insuficiencia y cortedad de miras provocó un inmediato y masivo contraataque socialista, muy exitoso, ante cada pequeño intento de a lo menos comenzar cambiar el rumbo de un país. Hayek indicaba también que cuando se llegaba a cierto punto muy adelantado en este “camino a la servidumbre”, los desajustes y perturbaciones eran tales que las izquierdas terminaban imponiendo una feroz tiranía, a veces político-militar. Y el “pensamiento único”. Lo que hace imposible una salida a corto plazo.
Porque se requiere cierto tiempo para formar una corriente de opinión adversa, y un partido político que haga el camino de reversa, y por el canal democrático, pues ya no hay disponible el canal autoritario: los militares anticomunistas son una especie extinguida en el pasado siglo XX.
Seguiremos explorando estos temas, si Dios quiere. ¡Hasta la próxima!
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