ANTIPOLÍTICA Y NOMENKLATURA
La mala política es tan corriente, que genera ese sentimiento tan extendido, la anti-política
Antipolítica y nomenklatura
La mala política es tan corriente, que genera ese sentimiento tan extendido, la anti-política
Por Alberto Mansueti
Junio 6 de 2016
“El Carácter de las Naciones” se titula un excelente libro del Dr. Angelo Codevilla, Profesor Emérito de Relaciones Internacionales en la Universidad de Boston. Subtítulo: “Cómo la política puede hacer y deshacer la prosperidad, la familia, y la Civilización” (2009).
Las llamadas “Ciencias Sociales” se dividen en dos series de escuelas de pensamiento. La una parte de la premisa de J.-J. Rousseau: “El hombre nace bueno, y la sociedad lo corrompe.” La otra arranca de la premisa contraria: el hombre ya nace corrupto, pero la sociedad puede evitar sus más destructivas y brutales maldades, o darles rienda suelta, según cuáles sean las leyes e instituciones políticas y jurídicas, y el tipo de cultura que contribuyan a fomentar, o a socavar y destruir.
Las leyes y sistemas de Gobierno tienen efectos, malos o buenos, sobre los arreglos económicos y la productividad, el orden moral, la vida familiar, la seguridad y la defensa nacional, y el carácter de las personas, y por tanto “de las naciones” en su conjunto.
En EE.UU. y otros países, el sistema “estatista” de Gobierno, surge de las ideas roussonianas. Y sus resultados son muy negativos sobre las normas de hecho la gente sigue en su conducta, más allá de las declaradas. Se ha creado el ‘Gobierno Grande’, “y se ha enseñado y acostumbrado a la gente a buscar riqueza a través de sus conexiones con él, y así se ha atrofiado la iniciativa y la responsabilidad civil”, explica Codevilla.
Se ha degradado la moneda, se han restringido las libertades laborales y económicas, y se ha relativizado y debilitado el derecho de propiedad privada, con reglamentaciones caprichosas y abusivas, pervirtiendo las leyes y la justicia; y se han multiplicado y elevado los impuestos. Así se ha empobrecido sistemáticamente a las personas y a las familias, en ciudades y pueblos. Los gobiernos han sometido y esclavizado a las empresas privadas, han adoctrinado y embrutecido a la juventud, y han “cavado un abismo peligroso entre los que sirven en las fuerzas armadas, y quienes les envían al peligro”, nos describe el libro.
Y ahora se motoriza una batalla cultural (KulturKampf) contra la familia, la religión y la escuela independiente. Se somete a los medios de prensa, comunicación y entretenimiento, así como a muchas universidades e iglesias, y se les convierte en instrumentos de propaganda ideológica.
Todo esto se nos impuso a través y por medio de la política; de la mala política, perversa y destructiva. Nuestras conductas políticas, basadas en nuestras ideas políticas, buenas o malas, conscientes o no, tienen resultados profundos y permanentes, y van mucho más allá de quién ganó y quién perdió las elecciones.
La peor consecuencia de la mala política es haber suprimido la política con “P” mayúscula, e instalado en su lugar la “politiquería” (palabra ya aceptada por la RAE), o sea la política menuda, vacía de ideas y conceptos, anecdótica y mezquina, aldeana y chismosa. Es posible que a Ud. le resulte monótona y aburrida, absurda, insípida o repugnante, y en consecuencia la rechace. Vea, a muchos nos pasa igual, incluso a mí, que soy político. Pero eso que rechazamos no es la política; es la politiquería, y yo no soy politiquero, soy anti-politiquero.
La mala política es tan corriente, que genera ese sentimiento tan extendido, la anti-política. Pero le recuerdo el subtítulo del libro de Codevilla: “Cómo la política puede hacer y deshacer la prosperidad, la familia, y la Civilización”. Es la diferencia entre buena y mala política.
Cuando Ud. despotrica contra la política y contra “los políticos” en general, sin distinguir, está siendo injusto: nos descalifica a todos, a bulto. Y nos desacredita, e impide hacer nuestro trabajo, a quienes estamos empeñados en impedir la total destrucción de “la prosperidad, la familia, y la Civilización”, por medios políticos, que son los únicos que hay para lograrlo; ¡no hay otros!
Le propongo que, de hoy en adelante, en vez de embestir contra “los políticos” en general, lo hagamos contra la “clase política” estatista y socialista, prebendaria y parasitaria, enquistada en el poder, que nos domina y sojuzga (más que nos “gobierna”), por medio de la politiquería. Este sistema político, ha sido creado por ella a su imagen y semejanza, para satisfacer su inagotable afán de poder. Y, además, para vivir a todo lujo y sin trabajar, a nuestras costillas, han creado un sistema económico gemelo, el “capitalismo de amigotes” (Crony Capitalism). Esa clase tiene nombre: “Nomenklatura”, palabra rusa, de la Era Soviética.
Pero la integran no sólo políticos que postulan o ejercen cargos electivos, sino también varios cuerpos de burócratas, “asesores” y “expertos contratados”, entre ellos “científicos”, supuestos deportistas, artistas y empresarios, sindicalistas (sindicaleros), “gerentes públicos”, y una amplia fauna de diverso pelaje, y todos sus allegados, que cobran del Tesoro Fiscal, o de posiciones de privilegio concedidas a cambio de favores electorales. Y los “lobistas” (cabilderos) que son traficantes de favores, de todo género, hasta sexuales. Todos viven de “esa” política. El Dr. Codevilla les dedica otro libro: “La clase política: cómo ha pervertido a EE.UU. y qué podemos hacer al respecto” (2010).
¿Qué podemos hacer? ¡Quitarla de en medio! ¿Y cómo? A través de la buena política: creando una plataforma cívico-ideológica para poder armar grupos y partidos, que puedan fortalecerse y competir contra ellos, por el favor de la opinión pública decente, con base a buenas propuestas como las Cinco Reformas. ¡No hay otro remedio!
Piénselo.
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