ANGELINO GARZÓN SE EXTRALIMITÓ DURANTE SU VISITA A CUBA
Angelino Garzón no solo fue a decir a Cuba tonterías como aquello de que iba a participar en un “foro de empresarios”. ¿Puede el lector imaginar los “empresarios” que él pudo encontrar en la isla de los hermanos Castro? En Cuba no hay empresarios
ANGELINO GARZÓN SE EXTRALIMITÓ DURANTE SU VISITA A CUBA
Por Eduardo Mackenzie
16 de octubre de 2011
Angelino Garzón no solo fue a decir a Cuba tonterías como aquello de que iba a participar en un “foro de empresarios”. ¿Puede el lector imaginar los “empresarios” que él pudo encontrar en la isla de los hermanos Castro? En Cuba no hay empresarios. Hay empresas de Estado, controladas por una burocracia ávida y depredadora incapaz de crear riqueza y culpable de mantener a la población en la miseria más abyecta.
No solo fue a decir enormidades, que lindan con la ignominia, cuando dijo que Fidel Castro es un “amigo de la paz” en Colombia. Yo creía que las decenas de miles de colombianos asesinados, heridos, mutilados y secuestrados por las bandas criminales que Fidel Castro entrenó, financió, armó y protegió durante más de cuarenta años de lucha infame contra la democracia merecían, al menos, el respeto del Vicepresidente que los colombianos elegimos en 2010.
Angelino fue a Cuba a repetir las frases que los propagandistas de La Habana le quisieron poner en la boca.
Un ejemplo, quizás el más patético: cuando Angelino Garzón dice que “el gobierno de Estados Unidos debe poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero que desde hace más de 50 años mantiene sobre Cuba”, el Vicepresidente colombiano chapalea en la más grande demagogia. Angelino Garzón sabe perfectamente que Cuba nunca fue víctima de un “bloqueo económico, comercial y financiero”.
El castrismo se invento la fórmula del “bloqueo total” para no tener que darle explicaciones a nadie de por qué su economía, su sistema social, político y cultural era y sigue siendo inviable y la mayor calamidad del llamado mundo socialista.
Bloqueo quiere decir que un país no puede recibir nada del mercado mundial, y que no puede sacar nada hacia el mercado mundial. La Cuba de Castro nunca estuvo en esa situación. Cuba ha sufrido un embargo comercial ordenado por el gobierno norteamericano. Pero es un país que puede intercambiar comercialmente, exportar y recibir ayudas e inversiones de países y de empresas que hacen y no hacen parte del sistema empresarial norteamericano.
¿Angelino Garzón puede hablar de “bloqueo” cuando sabe que Venezuela envía petróleo a precios ridículos a Cuba todos los días y que decenas de empresas europeas tienen fuertes inversiones en Cuba? ¿Puede decirlo con sinceridad cuando sabe que Cuba exporta, como si fueran mercancías, cientos de médicos cubanos?
El mito del “bloqueo” a Cuba comenzó en 1960, cuando los Estados Unidos respondieron a las expropiaciones de las firmas norteamericanas en la isla ordenadas por Fidel Castro. Washington declaró un embargo a las exportaciones hacia Cuba, salvo las medicinas y los productos alimenticios. Los aliados de Cuba protestaron y el campo socialista, con la URSS a la cabeza, rápidamente entraron a un mercado que creyeron cautivo. No fue así pues varios países aliados de Estados Unidos, como Francia, Gran Bretaña y España, encontraron la forma para eludir el embargo. Y eso a pesar del refuerzo del mismo, decretado el 7 de febrero de 1962. Todo fue en vano. En 1967, Francia le vendió a Cuba mercancías por valor de 70 millones de dólares y le compró bienes por valor de 34 millones de dólares. (Ver Pierre Rigoulot, Coucher de soleil sur La Havane, Flammarion, Paris, 2007, página 84). Desde entonces, esos guarismos aumentaron, no sólo respecto de Francia sino de otros países occidentales, fuera de los negocios que había entre la isla y el Comecom. Cuba fue miembro del mercado común del bloque socialista desde julio de 1972. ¿Cuál bloqueo?
Finalmente, Washington no tomó represalias contra las empresas de sus aliados que comerciaban con Cuba pues comprendieron, como dijo Alec Douglas Home, primer ministro británico, en los años 60, que “un comunista con el estómago lleno vale más que un comunista hambriento”. Es cierto, en octubre de 1992, los Estados Unidos votaron la ley Torricelli, y después votaron la ley Helms-Burton, en febrero de 1996.
El resultado fue que ninguna de esas leyes fue aplicada. Los europeos protestaron pues eso violaba, a sus ojos, las leyes de la OMC.
En 1999, cuando la URSS abandonó a los cubanos, La Habana logró montar acuerdos con empresas de países capitalistas para obtener las divisas necesarias para alimentar a la población. En diez años, 578 “empresas mixtas” fueron autorizadas por Fidel Castro. De éstas, abiertas a inversionistas extranjeros pero controladas firmemente por el Estado castrista, quedaban en pie 342 en 2004, pues muchos inversionistas extranjeros se retiraron ante las torpezas y necedades de la burocracia socialista. (Le Monde, 28-29 de marzo de 2004).
Finalmente, en abril de 2000 comenzó en Estados Unidos un levantamiento parcial del embargo. Al final de ese año, hasta las empresas norteamericanas fueron autorizadas a exportar medicinas y alimentos a la isla. Eso explica por qué, desde ese año, el principal socio comercial de Cuba son los Estados Unidos. Y los franceses no se quedan lejos. Ni siquiera en 2003, tras el escandaloso encarcelamiento de 75 disidentes cubanos, esas relaciones y esas inversiones se enfriaron. ¿Cuál bloqueo?
Yo no creo que los asesores del Vicepresidente colombiano no conozcan esos hechos. No creo que la Cancillería colombiana no se haya enterado de eso desde entonces. ¿Por qué entonces Angelino Garzón se permite decir semejantes disparates en Cuba, como si él fuera, no un alto responsable de un país respetable y respetado como Colombia, sino el militante izquierdista más atrasado de Colombia?
El comprometedor viaje del Vicepresidente colombiano a Cuba es muy preocupante. No sólo significa un acercamiento brusco y absolutamente acrítico de un gobierno democrático a esa dictadura, una de las peores del mundo, sino que pone en una curiosa situación a sectores enteros de la industria colombiana. Los colombianos sabemos cuánto le ha costado a la economía venezolana la estrecha alianza entre el presidente Hugo Chávez y el régimen castrista. Miles de millones de dólares parten desde hace años de Venezuela a Cuba sin que eso sea retribuido por los cubanos. Hoy Cuba es un tonel sin fondo donde se pierde el ingreso y el bienestar de millones de venezolanos. Con su sistema absurdo y anacrónico Cuba seguirá siendo eso: un país que parasita a otros. ¿Le pasará ahora algo similar a la economía colombiana? ¿Entrará ésta en una fase en la que el poder central, alineado a intereses anti-liberales, impondrá a las empresas colombianas la obligación de “negociar” con Cuba, es decir a enviarle a los hermanos Castro, a precios viles, bienes y servicios colombianos?
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