ANGELINO Y SU “UNIDAD DENTRO DE LA DIFERENCIA”
El precio que habría que pagar para hacer la “gran coalición”, según la pérfida creencia de Angelino Garzón, sería que el nuevo gobierno tenga el compromiso de no tocar nada de los pactos Santos-Farc
Angelino y su “unidad dentro de la diferencia”
El precio que habría que pagar para hacer la “gran coalición”, según la pérfida creencia de Angelino Garzón, sería que el nuevo gobierno tenga el compromiso de no tocar nada de los pactos Santos-Farc
Por Eduardo Mackenzie
9 de mayo de 2017
Me preocupa mucho la intervención del hábil Angelino Garzón durante la 2ª Convención del Centro Democrático, el pasado sábado 6 de mayo, en Bogotá. Hablo del fondo del discurso del ex vicepresidente de Juan Manuel Santos, del mensaje subliminal que dejó en las mentes del auditorio. Hablo de su manera de ofrecer desde esa tribuna su propia candidatura presidencial, diciendo que no estaba allí para postularse y que no representa a ningún partido político, pero dejando en el imaginario de los 1 800 delegados la idea vaga de que él podría ser el providencial “candidato fuerte” capaz de dirigir una coalición heterogénea y potente que gane en mayo de 2018 la presidencia de la República, gracias a una receta mágica que él trata de vender bajo la etiqueta de “unidad dentro de la diferencia”.
La aparición de Angelino Garzón en ese evento del CD coincide con los llamados que hace el analista político John Mario González, quien pretende que el CD “aún no tiene” un “candidato fuerte”.
El no candidato Angelino Garzón fue muy aplaudido cuando dijo algo que todos compartimos: que el CD debe ganar las elecciones presidenciales y legislativas de 2018. Sin embargo, el problema de su planteamiento es que éste descansa sobre una política de alianzas muy vasta en la que caben todos, sobre todo, los sectores, grupúsculos y partidos que militaron por el Sí ante la perspectiva del plebiscito del 2 de octubre pasado y que militan hoy por lo que las Farc llaman “la implementación de los acuerdos” de La Habana, entre Santos y las Farc.
A eso se refiere Angelino Garzón cuando habla de “gran coalición”, la cual solo sería posible, según él, si hacemos “la unidad dentro de la diferencia” para alcanzar la “reconciliación”. Sin ese ingrediente incongruente de incluir a los del No y a los del Sí no desencantados, la palabra “diferencia” no tendría sentido ni justificación.
Muy distinta es la unidad que preconizan a justo título los precandidatos que hablaron ante la 2ª convención del CD. El ex procurador general Alejandro Ordoñez Maldonado habló de un “acuerdo sobre lo fundamental para derrocar al régimen” pues, explica él, con razón, “no basta ganar las elecciones de 2018” pues al país le han impuesto unas instituciones bárbaras por cuenta del “proceso de paz”. Rafael Nieto Loaiza propuso una “gran alianza republicana” con los del campo del No más “los del Sí que se han dado cuenta del error en que estaban”, y con el 85% de la opinión que ve que el gobierno de Santos “es un desastre”. Iván Duque no explicó su política de alianzas y enfatizó, en tono exclusivista, que “el candidato [debe ser] genuinamente uribista”.
En todo caso, en las acertadas concepciones de esos precandidatos no hay cabida para aquellos individuos, grupos, partidos y sectores que cogobiernan y que han colaborado con el gobierno de JM Santos.
Lo de Garzón es otra cosa. El no excluye de su “gran coalición” los que trabajan por el derrumbe de la institucionalidad colombiana. El pretende que con ellos se puede ir hacia un fenómeno de “reconciliación”. Angelino ya está trabajando en eso. Él contó que se propone realizar en Cali, el 26 de enero próximo, un coloquio intitulado “La unidad en la diferencia para una Colombia reconciliada y con futuro”. Ante la 2ª convención, Garzón le pidió al ex presidente Uribe ir a ese escenario y dictar allí una conferencia sobre la teoría garzoniana de la “unidad en la diferencia y la reconciliación en Colombia”. ¿Uribe aceptará jugar esa carta?
Muy hábil y muy audaz fue, pues, la aparición de Angelino Garzón en la 2ª convención del CD. Para mi es obvio que los sectores que representa Angelino comprenden que el triunfo electoral del CD en 2018 es inevitable y que ellos serán impotentes ante la determinación de los electores (salvo si ocurre algo extraordinario) y que en ese contexto ellos deben montarse a ese tren, aún si tienen que tragar sapos, para influir y, si es posible, determinar el rumbo que tome el nuevo equipo de gobierno.
Angelino Garzón fue un dirigente del Partido Comunista colombiano y es conocido por su pericia camaleónica. Escaló importantes posiciones oficiales de todo tipo:
ministro de Trabajo, gobernador departamental, embajador en Ginebra y vicepresidente de la República (durante el primer gobierno de JM Santos). Él ha sido, además, vicepresidente del partido Unión Patriótica (comunista), militante de la Alianza Democrática M-19 (castrista), y secretario general de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), federación sindical controlada por el PCC. Anticlerical notorio, en 2015 Angelino fue candidato a la Alcaldía de Cali con el aval del Partido de la U (santista). Pese a ello, el PCC no deja de acusar al sistema colombiano de “excluir” y “perseguir a los comunistas”. Angelino es un hombre inteligente y de buen humor. Es amigo de todo el mundo y muchos políticos quieren tenerlo al lado. Desde 1995, él afirma que no milita en ningún partido aunque no se sabe que haya renunciado al marxismo-leninismo.
¿Seriamos excesivamente suspicaces y de mala fe si decimos que el objetivo de Angelino, quien exagera en lo que hace a la cantidad de componentes de su “gran coalición” y quien reduce, al mismo tiempo, a muy poco la claridad sobre la orientación política central de esa “gran coalición”, no es otro que el de hacer que el CD llegue a la presidencia de la República en 2018 comprometido con un objetivo deformado y nefasto?
El precio que habría que pagar para hacer la “gran coalición”, la única que, según la pérfida creencia que envía Garzón, le permitiría al CD ganar la elección presidencial
en 2018, sería que el nuevo gobierno tenga el compromiso de no tocar nada de los pactos Santos-Farc y que se embarque, sin chistar, en la aplicación e “implementación” rigurosa de esos acuerdos.
Muchos habrán notado que Angelino Garzón habló de todo en su discurso ante la convención del CD. Hasta elogió el triunfo del No en el plebiscito, aunque él militaba por el Sí, y saludó la actividad de su hija Ángela Garzón, concejal de Bogotá del Centro Democrático, en favor del No. Lo que él sí evitó fue abordar el tema central de qué hacer ante los diabólicos y depredadores pactos Santos-Farc.
Esa “unidad dentro de la diferencia” tiene, en consecuencia, un solo objetivo: que el presidente elegido por la galaxia híbrida e indigesta que impulsa Angelino Garzón no rechace, ni revoque, ni modifique los acuerdos de La Habana, en aras de la “reconciliación” nacional. Cualquier otra posición, como la expuesta por los precandidatos, comenzó a ser calificada de “sectaria” por el propio Angelino. Fue la palabra que él empleó al final, al anunciar su acto del 26 de enero.
¿Quién rechace la “gran coalición” garzoniana será estigmatizado como “sectario” y como “enemigo de la paz” y “hostil a la reconciliación”? Que ni se les ocurra.
Hay que admitirlo, la postura de Angelino es de ruptura con el querer del Centro Democrático. El ex ministro Fernando Londoño Hoyos, presidente del CD, rechaza de plano, con razón, los acuerdos Farc-Santos y llama a hacerlos trizas. Alejandro Ordoñez y Rafael Nieto dicen lo mismo. Iván Duque habla de hacerle “correctivos”. Los discursos, plenos de excelentes ideas y fervor democrático, de María del Rosario Guerra, Paloma Valencia y Carlos Holmes Trujillo, van en la misma dirección y marcan una ruptura franca con los infames pactos cubanos. “Hay que volver a los valores de la patria”, dijo, en síntesis, María del Rosario Guerra. Hay que trazar un “nuevo rumbo para Colombia”, lanzó Paloma Valencia. “Hay que cambiar el acuerdo con el terrorismo porque es malo para Colombia”, subrayó Carlos Holmes Trujillo.
Todos ellos fustigaron y rechazaron el actual diseño constitucional erigido por Farc-Santos. El objetivo principal de un gobierno del CD en 2018 debe ser, entonces, derribar esa arquitectura y pactar la paz sin herir la justicia y el Estado de derecho, para que Colombia vuelva a ser libre y soberana.
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