CÓMO FUE LO DE 1989
Cómo fue lo de 1989
Tarea imposible derrotar al comunismo sin Programa, y sin partidos liberales de verdad, internacionales de verdad, con sus institutos de entrenamiento, y sus medios de comunicación
Por Alberto Mansueti
Mayo 9 de 2017
El año que viene 2018, el comunismo celebrará sus 20 años desde su entronización en Venezuela. Y en 2019, 60 años en el poder en Cuba.
¿Por qué? Misma respuesta para ambos casos: por ausencia de una oposición liberal inteligente y decidida, que no limite su crítica a los jefes de turno, sino que la extienda al sistema como tal; pero que tampoco se quede en la mera crítica al comunismo, sino que se atreva a la defensa del capitalismo, hoy prohibido, y las reformas para despenalizarlo. Pero eso lleva su tiempo: la “pomada milagrosa” de acción inmediata no existe para el comunismo.
La “Revolución de Terciopelo” en Praga, y el derribo (no la “caída”) del Muro de Berlín, ambos en 1989, no ocurrieron solos, ni de casualidad, o de la noche a la mañana. 1989 fue otro “año admirable” (Annus mirabilis), dijo la entonces Premier británica Margareth Thatcher. Pero desde fines de los ’70, en Europa Oriental y Rusia hubo una década, los 80s, de paciente trabajo en la construcción, educación, la organización y el desarrollo de una oposición liberal. Primer paso: entender qué es el comunismo: qué fines realmente persigue, y cómo opera. Sólo así es posible dar con el remedio efectivo.
Thatcher y Reagan ayudaron a los liberales en aquellos pueblos sometidos a comprender la real naturaleza de las cadenas opresivas, y la única forma eficaz de liberarse: un partido político sólido y de signo contrario al socialismo, capaz de predicar, de presionar y de accionar, no sólo en contra de circunstanciales y cambiantes jefes de las izquierdas, ni sólo en contra del sistema, sino más bien en pro del capitalismo liberal, y de las reformas.
Ambos habían contado con dos potentes herramientas políticas para llegar al poder: el Partido Conservador inglés en 1979, y el Republicano de EE.UU. en 1980; ambos partidos con programas de reformas radicales para sus respectivos candidatos, como plataformas electorales, muy atractivas para “la mayoría silenciosa”. En Europa Oriental y Rusia no los había. Entonces había que hacerlos, de abajo hacia arriba, y desde cero en adelante, ¡manos a la obra! Los dos grandes líderes de Occidente, y Juan Pablo II, enseñaron una primera lección a los checos, polacos, húngaros, rumanos, rusos, etc.: “You can’t beat something with nothing”. O sea: “No puedes derrotar algo con nada”.
Es decir: el comunismo se entronizó porque propuso la serie de medidas políticas, los 10 puntos del Manifiesto Comunista de 1848, desde reforma agraria (el primero), hasta la educación socializada (el décimo), pasando por el Banco Central (quinto), y todos los demás. Después de la II Guerra, y el caos consiguiente, sedujeron al público. Muchos ya habían sido “avanzados” por los social-demócratas tras la I Guerra, y luego, en los’30, por el nacional-socialismo, en los países ocupados. Los comunistas los completaron y afirmaron, con sus partidos, a nivel internacional, con sus Escuelas de Cuadros, y sus aparatos de prensa y propaganda.
Tarea imposible derrotar al comunismo sin Programa, y sin partidos liberales de verdad, internacionales de verdad, con sus institutos de entrenamiento, y sus medios de comunicación. Los “tanques de pensamiento” no bastan, porque la gente desconoce o desconfía de esas “ideas de la libertad” abstractas y académicas, sin impulsores bien articulados en la arena política partidista y electoral, como auto-confesando así que son “impracticables”: inaplicables en la práctica.
Los liberales locales de los ‘80 tomaron consejo. No dijeron “vamos a ver qué pasa”; ni “mi país es único y muy especial, así que no podemos copiar”. Dejaron de insistir con revueltas “de calle”, como habían hecho sin éxito en los ’50, ’60 y ’70, con altos precios en muertos, sangre y destrucción. No se encerraron en sus “tanques-de-pensamiento-puro”; ni confiaron en partidos social-demócratas. No creyeron en pomadas milagrosas “para ya mismo, porque lo urgente es salir del régimen primero, y después discutiremos y veremos qué cosas vamos a hacer … ”
Convinieron en ciertas reformas de fondo, desarrolladas por los pioneros, las cuales comenzaron a explicar y difundir entre la gente, desde sus células clandestinas. Mostrando todas las ventajas del capitalismo, y los caminos para cambiar de sistema. Así, paso a paso ganaron piso popular para sus propuestas, se coordinaron y crecieron, ganando fuerza y capacidad de presión, sin perder lucidez.
Algunos negociaron acuerdos con fuerzas no liberales, incluso comunistas, para hacer “gobiernos de transición”, sin retaliaciones ni venganzas judiciales contra los comunistas, los que podrían pasar a la oposición, una vez quitados del poder, mediante elecciones limpias. Pero los acordaron representando fuerzas propias, ganadas desde posiciones propias, y no desde vacíos ideológicos o programáticos.
Así acabó el comunismo estilo soviético en esa parte del mundo, entre 1989 y 1992, cuando cayó la U.R.S.S. Pero no “por su propio peso”, o porque “los comunistas no saben economía”, como repiten los despistados, sino porque no soportó semejante desafío, y sufrió un colapso mortal. A manos de la gente, instruida para reclamar no sólo elecciones libres y partidos autónomos como en Occidente; también neveras, lavadoras, automóviles, viviendas y sueldos como en Occidente. Para lo cual era necesario un sistema capitalista como en Occidente.
Claro, algunos profesores conservadores, como el inglés Roger Scruton, atravesaron secretamente la Cortina de Hierro en helicópteros, para enseñar, en aulas clandestinas, dos lecciones no de economía sino de Filosofía Política: sin Gobiernos fuertes pero limitados, y sin valores morales judeo-cristianos, la economía capitalista no se sostiene. Hubo el “fusionismo” liberal-conservador, no esos esnobismos hoy de moda, como el anarquismo, y el agresivo espíritu anti-cristiano, inasimilables para la gente de trabajo y de familia, y a menudo también de iglesia, que es la mayoría.
Se aprendieron otros dos refranes en inglés: “No pain, no gain”; y “No challenge, no change”. O sea: sin sacrificios (costosos), no hay ganancia; en otras palabras, el principio de Milton Friedman, “No hay almuerzo gratis”. O de Thomas Jefferson, “El precio de la libertad es la vigilancia permanente”. Y es con un partido que vigile, con los medios y recursos políticos a su alcance. Jefferson y Madison lo entendieron así en 1792, y fundaron el “Partido Demócrata-Republicano”: sabían que un Gobierno limitado no se queda limitado sin un partido que le señale sus límites y le ponga contención.
Y este otro: “sin desafíos, no hay cambios”. Estas enseñanzas seguimos en el Proyecto “La Gran Devolución” mediante las Cinco Reformas, como Ud. puede ver, si lo desea, en nuestra Web “Foro Liberal de América Latina”. Muchas gracias por su amable atención, y hasta la próxima.
Comentarios