EL FUTURO YA ESTÁ AQUÍ

La crisis provocada por el COVID-19 tendrá fatales consecuencias para todos, pero especialmente para los países más pobres y los sectores más desfavorecidos, agrandando las diferencias sociales y la brecha entre ricos y pobres

Ricardo Angoso

Por Ricardo Angoso
Mayo 6 de 2020
@ricardoangoso

El día después del COVID-19 ya está aquí y se puede decir que los augurios no son nada optimistas. El año 2020 se ha ido, literalmente hablando, y apenas queda tiempo que perder para ponernos manos a la obra, en tanto y cuanto entramos en el verano europeo y la escasa actividad económica caerá aún más. También los Estados Unidos, paralizados por un aumento exponencial de la pandemia, con más de unos 1,3 millones de afectados y más de 70.000 fallecidos, se encuentran casi confinados y paralizados, teniendo un escenario ante sí nada halagüeño con casi treinta millones de desempleados, una cifra récord desconocida desde el crac de 1929. Lo mismo ocurre en América Latina, donde se presiente en la nuca la llegada de una grave recesión ante la bajada de las commodities, la ausencia de un tejido productivo en el continente y un liderazgo bastante discutible ante la pandemia. Por no hablar, de Asia, absolutamente paralizada por el COVID-19 también pero menos afectada por una buena gestión de la crisis, y África, donde el azote del coronavirus está por llegar y, dada su precariedad sanitaria, es de temer lo que pueda suceder en ese continente.

Este año está perdido definitivamente, aunque algunos no lo crean, y las consecuencias del coronavirus ya son perceptibles en nuestra sociedad, pero también en nuestras maltrechas economías, que afrontarán una segura recesión y cuyos efectos secundarios de la crisis ya anunciada se traducirán en desigualdad, pobreza, desempleo y destrucción de miles de empresas. El daño socio-económico, en su verdadera y brutal dimensión, está por llegar y, seguramente, la crisis que se avecina será mayor que la del 2008, tal como nos pronostican todos los analistas y expertos, precisamente en un momento en que nos estábamos todavía lamiendo de las heridas de la pasada.

Iván Duque (Foto Presidencia de la República)

Hambre, desigualdades sociales y pobreza

Estos cambios sociales y económicos, junto con otras secuelas, tendrán su un impacto trágico me atrevería decir  en el Tercer Mundo y en los países más pobres con un aumento en la cantidad de personas en riesgo de morir de hambre en el planeta, tal como lo alerta el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas e informaba, en uno de sus editoriales, el diario El Tiempo de Bogotá: “Mientras que el año pasado tal cifra fue de 165 millones, es posible, según lo alertado por el PMA, que a finales de 2020 esta llegue a los 265 millones de seres humanos en situación crítica en materia de acceso a alimentación”.

Las desigualdades sociales, tal como revelan todas las crisis pasadas, aumentarán en todo el mundo y se harán latentes muy pronto, ya que la estrategia global de intentar parar la pandemia y evitar la propagación al coste de paralizar totalmente la economía tendrá un efecto inmediato en los países más pobres y en los sectores sociales más desfavorecidos de los mismos. 

Este aspecto “colateral” de la crisis lo alertaba con toda claridad en un artículo el director ejecutivo de Oxfam Internacional, Chema Vera, al que cito: “El Fondo Monetario Internacional ya ha advertido que el impacto económico de la pandemia será “muchísimo peor” que el de la crisis financiera global de 2008-09. De hecho, nuevos estudios realizados por Oxfam, el King’s College de Londres y la Universidad Nacional Australiana demuestran que la actual crisis podría empujar a cerca de quinientos millones de personas a la pobreza. Y, previamente, los investigadores del Imperial College de Londres advirtieron que el COVID-19 podría matar a cuarenta millones de personas si los gobiernos no tomaban medidas urgentes”.

Las desigualdades sociales, tal como revelan todas las crisis pasadas, aumentarán en todo el mundo y se harán latentes muy pronto, ya que la estrategia global de intentar parar la pandemia y evitar la propagación al coste de paralizar totalmente la economía tendrá un efecto inmediato en los países más pobres

En América Latina, por ejemplo, la Cepal estima que la recesión será brutal y mayor que en otras partes del mundo, tal como vaticinaba en un reciente artículo su Secretaria Ejecutiva, Alicia Bárcenas Ibarra, a la que reseño literalmente: “Los efectos consecuentes de crecimiento negativo y aumento del desempleo se traducen en incremento de la pobreza y pobreza extrema. Para 2020, de confirmarse los datos base, pasaríamos de los actuales 186 millones de pobres a 220 millones, y de los actuales 67,5 millones de latinoamericanos y caribeños que viven en condición de pobreza extrema a 90,8 millones”.

La recesión que está por venir

El analista Martin Wolf, del diario financiero más importante del mundo, Financial Times, asegura que estamos ante “una catástrofe de la que acaso no nos recuperemos realmente por décadas” y profetizaba recientemente, en una entrevista con el diario argentino La Nación, que “Millones de personas, miles de millones de personas, van a estar en la más desesperada situación social, económica y psicológica”.

El canal alemán DW, en una reciente nota publicada días atrás, aseguraba tajante:”La pandemia del coronavirus provocará “la peor caída económica desde la Gran Depresión” de 1929, estimó la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, este jueves (09.04.2020), quien además advirtió que países emergentes y pobres como los de Latinoamérica “corren un gran riesgo”. La jefa del FMI destacó que el mundo está confrontando una “crisis sin igual”, y aseguró que la “recuperación parcial” de la economía global no se producirá hasta 2021. Según el organismo con sede en Washington, 170 países de sus 189 miembros van a registrar una contracción de su ingreso per cápita este año. El pronóstico cambió desde hace tres meses, cuando el FMI proyectaba crecimiento en 160 naciones”.

“El Banco Mundial pronosticó que los efectos de la crisis global por la COVID-19 sumirán a Latinoamérica en una recesión, con una contracción del PIB de 4,6% en 2020, alimentada también por los magros resultados en años anteriores, las protestas en 2019 y la caída de los precios del crudo”, señalaba un artículo reciente del periódico económico bogotano Portafolio.

El empleo será, en todo el mundo, tal como ya está pasando en Europa y los Estados Unidos, la primera víctima colateral de la pandemia, tal como lo asegura con buenos argumentos el analista económico Ricardo Ávila: “No es descabellado afirmar, entonces, que el pronóstico hecho por la Organización Internacional del Trabajo, en el sentido de que se perderían 25 millones de plazas en el mundo debido a la emergencia sanitaria, puede quedarse corto. Todo dependerá del éxito de los programas de apoyo gubernamentales que buscan evitar el despido masivo de personal al darles una mano a las empresas y garantizarles un ingreso mínimo a los nuevos desocupados, para que la demanda de bienes y servicios no se desplome”. El problema reside en que un desplome aún mucho mayor que en la recesión del 2008, tal como se augura, los gobiernos se pueden ver desbordados porque estamos, como asegura la ya citada directora ejecutiva del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, ante “una crisis como ninguna otra”. Pero esa crisis ya se está haciendo presente en las calles porque, como decía una canción del grupo español Radio Futura, el futuro ya está aquí. 

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