EL GLORIOSO PARTIDO LIBERAL
La vocación de poder del Partido Liberal no sale del samperismo, su renovación está en manos de Serpa, Vivian Morales y Juan Fernando Cristo, su juventud en manos del ya desgastado apellido Galán
El “glorioso” partido liberal
El Partido Liberal no tiene ninguna autoridad moral para cuestionar al Uribismo, hoy representado en el Centro Democrático, cuyas listas al congreso están amparadas por todas las calidades de idoneidad, probidad, moralidad y transparencia
Noviembre 29 de 2013
El partido liberal se muestra airoso, arrogante e “impoluto” ante el proceso electoral que se avecina y que ya está en marcha por la carrera legislativa y presidencial de 2014. Hoy se identifican como la colectividad de las ideas que gobiernan y han profesado un mesianismo reverencial, clientelista y servil al presidente-candidato Juan Manuel Santos Calderón. Vale la pena detenerse para hacer un breve balance de la gestión parlamentaria de quienes se autoproclaman como socialdemócratas. La primera acción destacada de los del trapo rojo ha sido la insistencia permanente y reiterada por obtener una suficiente representación en el gabinete Santista, a cambio de una subordinación absoluta frente al poder ejecutivo para defender proyectos estériles y promover debates de control político agónicos y claudicantes ante las muchas prebendas gubernamentales.
El Partido Liberal no opera propiamente como una bancada programática seria y comprometida con su acervo ideológico, se comporta más bien como un grupo de áulicos que repiten sin cesar la doctrina impartida desde palacio. Más aun, no asume responsabilidades y se intenta adueñar de un discurso con presunto contenido social que se traduce en la en apetencias para su propia cauda. La ley de Restitución de Tierras o la Ley de Víctimas no evidencian ningún tipo de resultado visible en materia de reparación. Estas banderas liberales, además de ser las únicas en tres años y medio de ejercicio legislativo, se ensañan en reconocer una sola clase de víctimas y una sola clase de victimarios. Son aciertos que sólo existen en el papel y en sus toldas burocráticas.
Se recordará un episodio ruin e irresponsable, la desastrosa Reforma a la Justicia, un espectáculo circense de quinta categoría donde sus involucrados, todos liberales, se lavaron las manos en un acto espurio y detestable para la opinión pública nacional. Germán Vargas Lleras y Federico Rengifo, saliente y entrante ministro del interior, respectivamente, tuvieron alta cuota de responsabilidad en este entramado legislativo. Juan Carlos Esguerra, una de las tantas cuotas samperistas que han transitado por el gobierno Santos, el Partido Liberal y el propio Presidente de la República, entre otros, presentaron y posteriormente dieron sepultura a un proyecto de acto legislativo aberrante por los exagerados beneficios que concedía a los congresistas y la pobreza de su articulado, que no ofrecía solidez en su alcance normativo.
Simón Gaviria Muñoz, entonces presidente de la Cámara de Representantes y jefe único del Partido Liberal, concedió unas declaraciones que deslegitimaron por completo su idoneidad parlamentaria y representativa dentro del partido. Señaló con desparpajo y ligereza que no leyó el texto conciliatorio de la reforma a la justicia, algo insólito y vergonzoso. Esa pues ha sido la gran gestión. Otro de los deportes por excelencia de los liberales son el odio y la descalificación per se por sus contradictores políticos. Alguien se habrá preguntado ¿por qué las rencillas irreconciliables contra el expresidente Álvaro Uribe Vélez y el Centro Democrático? Ciertamente el asunto no es de ninguna manera ideológico o filosófico, se trata simplemente de una retaliación incendiaria y pugnaz por no haber tenido juego durante los ocho años de gobierno de Uribe. En ese entonces, Santos, como Ministro de Defensa y Fundador del Partido de Unidad Nacional era objeto de críticas, pasiones e insultos por parte de los liberales, sin embargo, una vez éste llega a la presidencia se congracian con el mandatario porque sencillamente los involucró en su coalición política. Desde entonces son aliados indeclinables del presidente. Todo lo anterior, con miras a precisar que el Partido Liberal no tiene ninguna autoridad moral para cuestionar al Uribismo, hoy representado en el Centro Democrático, cuyas listas al congreso están amparadas por todas las calidades de idoneidad, probidad, moralidad y transparencia.
Esto, para responderle a Horacio Serpa, quien dentro del marco del lanzamiento de su campaña la senado indicó que el Centro Democrático es
enemigo de la paz y que los colombianos deben escoger entre la paz de Santos o la guerra de Uribe. Nada más descabellado y absurdo señor Serpa, no es Uribe quien tiene antecedentes nefastos y oscuros, no es Uribe quien ha tenido vínculos con la guerrilla de las FARC, no es Uribe quien ha estado envuelto en escándalos de narcotráfico, no es Uribe quien ha sido un consumado samperista, no es Uribe el que recibo dineros manchados de mafia y sangre de los carteles de la droga para sus campañas presidenciales, no es Uribe quien ha sido señalado gravemente por el señor Wlliam Rodríguez Abadía o alias Rasguño de conductas criminales y delictivas. No es Uribe a quien han involucrado en el magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado.
Por otra parte, el discurso comunista de las FARC, inspirado en el Foro de Sao Pablo, adoctrina de forma sistemática a partidos que como el liberal, juegan con la semántica invertida. Para ellos la paz es la guerra, es el la llegada al poder, es la búsqueda de la impunidad, es la evasión de la justicia y la violación de los tratados internacionales con rango constitucional. Son traficantes de derechos humanos y juegan con la paz como un aliciente eminentemente electoral. Se alimentan de fallos de colectivos de abogados que abogan por verdaderos delincuentes y falsas víctimas. Ese es el discurso de la izquierda, camuflado en el ejecutivo, el congreso, los medios y la rama judicial. Nadie más peligroso como Serpa, miembro de la Internacional Socialista de la mano con Alfonso Gómez Méndez y otra serie de políticos inclinados por una paz convenida para masacrar a Colombia.
La vocación de poder del Partido Liberal no sale del samperismo, su renovación está en manos de Serpa, Vivian Morales y Juan Fernando Cristo, su juventud en manos del ya desgastado apellido Galán. Esa es la oferta política e ideológica de un partido sin autoridad moral para apropiarse de una gran gestión. Por otra parte, queda claro qué tipo de paz apoyan y qué clase de discurso promueven.
Nota: Santos hace política pese a que la ley se lo impida. Asistió a la Convención de la U y afirmó que lo hizo como militante del partido que fundó. ¿Eso no es hacer política y transgredir la Ley de Garantías Electorales? Ahora a los actos políticos los llama académicos. El Procurador Ordoñez, frente a la actuación de Santos señaló que el presidente aun no puede hacer proselitismo. ¡Garantías!
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