¿NEGOCIACIONES PARA LA GUERRA TOTAL?
Las Farc no van hacia la paz sino que lo de La Habana es un peldaño más hacia la guerra total. Esa guerra total no es sólo militar: requiere una toma previa e insidiosa de las instituciones, como el Congreso, la justicia, el poder ejecutivo, y las tierras laborables y la población urbana y rural
¿Negociaciones para la guerra total?
¿Cómo puede Sergio Jaramillo Caro seguir llamándose “comisionado para la paz” si no exige a los jefes de las Farc que desautoricen y repudien públicamente tales preparativos de terror, de magnicidio y de guerra total?
Por Eduardo Mackenzie
27 de noviembre de 2013
Para disipar la cortina de humo creada por los que quieren que esa amenaza sea olvidada por los colombianos, mientras los preparativos mortíferos continúan en las barbas de las autoridades, el ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón se vio en la obligación de reiterar, como ya lo había hecho el 12 de noviembre pasado, que los planes criminales de las Farc contra el ex presidente Álvaro Uribe siguen en pie.
Otra cosa es lo que había dicho el 15 de noviembre el presidente Juan Manuel Santos. En diálogo con Diana Vélez del canal Teleantioquia, el jefe de Estado aseguró, de manera absolutamente irresponsable, que el informe de inteligencia que mencionaba esos preparativos era “viejo” y que los proyectos de atentado de la cuadrilla Teófilo Forero contra el ex presidente Uribe “vienen desde que [él] era ministro de Defensa”, es decir desde un amplio periodo que va de 2006 o 2009.
Sin embargo, para el ministro Juan Carlos Pinzón la realidad de esa amenaza es tan grave y actual que no dudó en arriesgar ponerse en contravía de la línea adoptada por Santos. Según un diario de Medellín, el ministro fue muy claro: rechazó, este 25 de noviembre, la “confusión creada por unas palabras del presidente Juan Manuel Santos, interpretadas por sectores de la oposición como que estuviera restándole vigencia a las amenazas”.
No hubo interpretaciones abusivas de la oposición. Santos dijo a Teleantioquia eso y no dijo nada más. Se puede entender que para evitarse complicaciones, Pinzón haya tenido que agregar esta fórmula apaciguadora: “El presidente fue claro en decir que esas eran intenciones viejas pero que se habían encontrado planes nuevos y que por eso le había pedido al ministro de Defensa que informara, y a partir de allí se creó una confusión innecesaria”.
En su intercambio con Diana Vélez, el presidente Santos no habló, para nada, de “planes nuevos”. Los que duden de eso que examinen la entrevista:
Por otra parte, el ministro Pinzón, quizás para responder de manera anticipada a quienes están deslizando ya la idea de que en La Habana será “muy fácil” resolver la contradicción que hay entre “la paz” y la actividad narcotraficante de las Farc, mediante la aceptación de una enorme impostura, como sería firmar un papel donde se diga que las Farc, en realidad, nunca fueron narcotraficantes, el ministro de Defensa reiteró ayer: “No estamos acá para causar nada que no contribuya a ese esfuerzo por conseguir la paz, pero de lo que nadie duda en Colombia y todo el mundo sabe, y todos los días se encuentran evidencias, es de la participación de las Farc en toda la cadena del narcotráfico en la que mueven cientos de millones de dólares”. Juan Carlos Pinzón especificó acertadamente esto: “En toda la cadena del narcotráfico” para desmontar la falacia de que las Farc sólo cobran un “impuesto revolucionario” a los productores de coca y a los laboratorios clandestinos.
En todo caso, esos planes de atentados, las precisiones del ministro de Defensa, y la frase pronunciada por el ex presidente Uribe cuando supo que Santos trataba de deslegitimar la revelación hecha por Pinzón –“Si Santos busca ocultar delitos de las Farc, que no sea conmigo”–, plantean un serio problema.
¿Pueden continuar las conversaciones de La Habana en las actuales circunstancias? ¿Humberto de la Calle y sus asesores pueden discutir de paz con los mismos que están urdiendo planes para asesinar a un ex presidente de la República y otras personalidades de Colombia?
¿Cómo puede Sergio Jaramillo Caro seguir llamándose “comisionado para la paz” si no exige a los jefes de las Farc que desautoricen y repudien públicamente tales preparativos de terror, de magnicidio y de guerra total?
Pues eso es lo que está detrás de los preparativos de atentados contra Uribe. Ello prueba que las Farc no van hacia la paz sino que lo de La Habana es un peldaño más hacia la guerra total. Esa guerra total no es sólo militar: requiere una toma previa e insidiosa de las instituciones, como el Congreso, la justicia, el poder ejecutivo, y las tierras laborables y la población urbana y rural. Eso es lo que están logrando. Parcelas de poder ya están en esas manos. Los dos únicos puntos que Santos dice haber acatado con las Farc (la cuestión agraria y la participación política) reflejan eso y son los trámites necesarios para esa nueva forma de toma del poder.
Negociar sin exigir la abolición de esos planes terroristas equivale a acomodarse a esos planes. ¿Qué validez podrían tener unas negociaciones salidas de ese tipo de reuniones, impregnadas de traición y crimen? ¿Si esa es la actitud los negociadores de Santos, qué consecuencias judiciales recaerán sobre ellos, dentro y fuera de Colombia?
¿Y qué decir sobre la pasividad y la tolerancia de los negociadores de Santos ante los atentados discretos (pues silenciados por la Fiscalía y la prensa arrodillada) que está sufriendo el Procurador Alejandro Ordóñez?
Los colombianos no buscan únicamente la terminación del conflicto, punto que parece absoluto y excluyente para Sergio Jaramillo. Buscan que tras la terminación del conflicto la democracia siga en pié, que las libertades sean una realidad, que el país viva en un clima donde el mercado, la concordia y las relaciones con el mundo libre puedan prosperar. La Colombia que describen los dos puntos acordados hasta ahora en La Habana es la negación de eso: un país “en paz” (es decir con unas Farc impunes, armadas y en cese momentáneo de terror, pero dispuestas a atacar de nuevo en cualquier momento) con el agravante de que las Farc ocuparán, al mismo tiempo, posiciones en el Estado y dentro de la sociedad civil para hacer imposible la democracia, la libertad, el mercado y la prosperidad. Pues todo estará regimentado por ellas a través de sus falsos organismos “sociales”.
Colombia es un país ávido de libertad. No de libertad entre comillas. No de libertad tutelada por criminales. La actual operación de Santos en La Habana equivale a presentarles a los colombianos una capitulación en regla del Estado como un paso adicional hacia la libertad y la democracia. Tal actitud es una infamia, es una nueva traición.
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