¿ES EL PROCESO DE INTEGRACIÓN LATINOAMERICANA UNA QUIMERA?
Las cosas están cambiando en América Latina muy rápidamente y el reciente acercamiento entre Cuba y los Estados Unidos está provocando cambios en los elementos más recalcitrantes
¿Es el proceso de integración latinoamericana una quimera?
Las cosas están cambiando en América Latina muy rápidamente y el reciente acercamiento entre Cuba y los Estados Unidos está provocando cambios en los elementos más recalcitrantes, como le está pasando al régimen de Maduro frente a los Estados Unidos
Por Ricardo Angoso
Mayo 8 de 2015
Nunca en la historia de América Latina había habido tantos proyectos políticos y económicos en marcha de cara a lograr la tan ansiada y cacareada integración, pero también nunca había habido tanta división política e ideológica en el continente. Por un lado, se ha conformado una alianza claramente ideológica y política, como la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), que agoniza lenta pero irreversiblemente tras la muerte de su fundador, el presidente venezolano Hugo Chávez, y que seguramente será fagocitada por la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR).
Pero aparte de la ALBA, en la que se integraron Venezuela, Cuba, Ecuador, Nicaragua, Bolivia y una suerte de estados caribeños tan desconocidos como minúsculos, existen el Mercado Común del Sur (Mercosur), de carácter económico, la fracasada y casi ya finiquitada Comunidad Andina (CAN), la ya citada UNASUR, la Celac, la Organización de Estados Americanos (OEA), la Alianza del Pacífico, el Sistema de Integración Centroamericana (SICA) y un sinfín de iniciativas fallidas y poco representativas. De todas estas organizaciones o proyectos de integración, hay que destacar que quizá la UNASUR es el intento más serio de conformar un gran foro donde se den los debates en clave latinoamericana al margen de los Estados Unidos, México y sus aliados centroamericanos.
A nadie se le escapa que tanto UNASUR como otras iniciativas en marcha, como el Mercosur, lo que han tratado es de anular y difuminar el papel de la OEA, una entidad vista siempre como un instrumento supuestamente plegado a los intereses norteamericanos y poco sensible, argumentan los países en la órbita “bolivariana”, hacia sus intereses regionales. En la actualidad, UNASUR tiene una presidencia pro tempore, en manos del presidente ecuatoriano Rafael Correa, y una secretaría general que ostenta el controvertido mandatario colombiano Ernesto Samper.
Luego están las iniciativas más de índole económica que política, como son el Mercosur, al que pertenecen Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela, y la recién creada Alianza del Pacífico, que engloba a México, Perú, Chile y Colombia. Este nuevo bloque que mira hacia el Pacífico como un gran mercado tiene una cercanía mayor a los Estados Unidos y una orientación política más cercana a los intereses europeos y occidentales. Ambas alternativas muestran a las claras la división política continental, ya que Mercosur está integrada por gobiernos claramente de izquierdas y la inclusión de Venezuela en su momento le dio un sesgo claramente ideológico al bloque y, en lo que respecta la Alianza del Pacífico, son gobiernos más moderados de centro izquierda.
La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que agrupa a todos los estados latinoamericanos y es una suma de todas las iniciativas de integración que hay en el continente, desde México hasta Argentina pasando por el Caribe y Centroamérica, parece una idea más ambiciosa, pero sin embargo las ya citadas diferencias ideológicas y sobre todo estratégicas la ha restado fuelle y potencia en los últimos tiempos. Sigue sin haber una sola voz institucional que aglutine a todo el continente.
El final de la comunidad andina. Las que ya se pueden considerar como absolutamente fallidas y fracasadas son la CAN y el SICA, sobre todo porque una buena parte de sus socios -en la CAN Ecuador, más concretamente, y Nicaragua, en el SICA- no tienen vocación por estar en proyectos regionales en los que no se encuentran cómodos ideológicamente. Incluso una buena parte de los países más radicales del ALBA, como Bolivia, Ecuador y Venezuela, se han mostrado muy hostiles hacia la Alianza del Pacífico e incluso la han llegado a catalogarla como una instrumento del “imperio” -Estados Unidos- para dividir y hundir a UNASUR. Más lejos llegó el presidente de Bolivia, Evo Morales, quien llegó a calificar a los presidentes que lideraban esta alianza como “lacayos del Imperialismo”, sin que sus afrentas nunca fueran contestadas por los interesados.
Una vez examinadas estas iniciativas, en las que sigue liderando en toda ellas UNASUR ante el
ocaso de la OEA, se puede afirmar, sin ambages de duda, que la mayor parte de las mismas carece de instrumentos y competencias a la hora de vertebrar y articular el proyecto integrador que demanda el continente. La mayor parte de los países latinoamericanos sigue manejando su agenda exterior de una forma autónoma y sin vincularse a los criterios ideológicos que el conformado bloque “bolivariano” que fundara Hugo Chavez mantiene todavía en algunas cuestiones. Dentro del mismo, como se puede observar, mantienen una línea moderada y alejada del “antiimperialismo” retórico países como Brasil y Uruguay, mientras que en otros del mismo grupo (Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela) siguen más o menos fieles a la doctrina radical que dio origen a la ALBA. Chile, a pesar de tener un gobierno en manos de la izquierda, nunca estuvo en esas posiciones y mantiene una posición soberana que le ha llevado a firmar acuerdos con la Unión Europea y tener buenas relaciones con Washington.
Sin embargo, que nadie se engañe: las cosas están cambiando en América Latina muy rápidamente y el reciente acercamiento entre Cuba y los Estados Unidos está provocando cambios en los elementos más recalcitrantes, como le está pasando al régimen de Maduro frente a los Estados Unidos. La lucha contra el “imperio”, que está muy bien e incluso vende en las campañas electorales, no aporta nada de nada y menos en estos tiempos en que la fiesta de las comodities está llegando a su fin. América Latina, en general, compra más de lo que vende a los Estados Unidos y las remesas enviadas por los inmigrantes siguen teniendo un impacto muy significativo en las economías de estos países. Es decir, que si lo que se trataba es de construir alternativas de integración al margen de los Estados Unidos, tal como expresaron sus fundadores en sus orígenes, la realidad sobre el terreno va por otro lado. Una buena parte de las economías de la región dependen de las remesas, las compras de materias primas por parte de Estados Unidos y las inversiones norteamericanas. La geografía manda más que las ideologías al uso.
Para concluir, se puede decir que, en la práctica, nunca había habido más anhelos y deseos en pro de la integración continental, pero las diferencias ideológicas entre las distintas naciones del continente, -especialmente el ansia por manipular al resto por parte del grupo que lidera Venezuela-, le resta efectividad a ese movimiento y lleva a una buena parte de países (México, Brasil, Perú y Chile, principalmente) a buscar una política exterior autónoma aislada del conjunto y que no busca la confrontación con el gigante del norte. En cualquier caso, sigue habiendo mucha retórica, demasiadas voces en la escena, intereses divergentes y pocas ganas de generar consensos más amplios que sean capaces de concitar una sola voz continental en lo que respecta a los grandes desafíos que afectan al continente.
@ricardoangoso
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