Esta es la primera afirmación que se escucha en cualquier conversación en la que se trate el tema de la crisis social, económica y política que vive la región, y Colombia, que embarca a nuestra generación de milenials, y que embargará a las próximas generaciones proclives a lo que hoy se conoce como la doctrina de izquierda, que ni es doctrina, ni es nada, pero que está ahí presente en nuestras vidas gracias a las diferentes formas de lucha.
Este nuevo embate de la izquierda carnívora del siglo XXI se debe, en parte, a que nuestros gobernantes viven el poder real, pero nadie les cree porque perdieron su legitimidad, credibilidad y autoridad.
De hecho, en Latinoamérica, toda, la Democracia como sistema político atraviesa un momento difícil. No solo en Latinoamérica, a nivel general, mundial, el dogma existente que la Democracia es el mejor sistema de gobierno ha perdido vigencia.
La línea divisoria entre los buenos y los malos ya no es suficiente.
El sistema democrático, atraviesa una crisis profunda de legitimidad y credibilidad ante la opinión pública teniendo en cuenta que el Estado se ha olvidado que funciona y vive gracias a su Democracia para lo cual son elegidos sus gobernantes.
Para converse de dicha afirmación, basta con mirar el espectro político actual de Colombia basta con una mirada a los resultados electorales para el Congreso de la República y las consultas presidenciales.
Más aún, después de los resultados electorales al Congreso de la República período 2022-2026, donde el Pacto Histórico logró una victoria significativa en Senado de la República, más no en la Cámara de Representantes donde quedó en tercer lugar.
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