INFORME DE MEMORIA HISTÓRICA, UN CHORRO DE BABAS
Seis años. Miles de millones de pesos. Y un chorro de babas. Ese es el balance del informe sobre verdad histórica que esta semana entregó un grupo de académicos al país
Informe de memoria histórica, un chorro de babas
Por Francisco Santos Calderón
Agosto 3 de 2013
Seis años. Miles de millones de pesos. Y un chorro de babas. Ese es el balance del informe sobre verdad histórica que esta semana entregó un grupo de académicos al país.
Tuvo gran despliegue en los medios pero se pregunta uno, ¿cuántos de los que hablaron, escribieron u opinaron se lo leyeron? Si se lo hubieran leído habrían entregado a la ciudadanía una información más objetiva que señalara los vacíos, las generalizaciones y los sesgos en los que incurre. Claro, eso es esperar demasiado de una prensa y unos periodistas acostumbrados a tragar entero.
En una columna de tan solo 550 palabras es imposible señalar todos los problemas de este informe pero sí las principales falencias y vacíos de lo que se puede considerar una oportunidad perdida.
Empecemos por el sesgo. En una búsqueda de palabras, Estado aparece 50 veces por cada vez que aparece la palabra guerrilla. No es sólo un tema semántico, esta cifra muestra el gran defecto que tiene el informe: ideologización. Sólo así se explican vacíos imperdonables. El principal tiene que ver con la dimensión internacional de la violencia. La influencia de la Guerra Fría, el papel de Cuba y ahora el de Venezuela son tres omisiones que los investigadores tendrían que explicar.
Al pasar por encima de este tema, el informe no explica el papel del Partido Comunista Colombiano en la violencia. No tienen, además, los investigadores que explicar otra incomodidad ideológica: la combinación de las formas de lucha. De esta manera obvian hablar del secretariado alterno, de la infiltración de organizaciones sociales, políticas y académicas y quizás lo más relevante para explicar el hoy, la estructura ideológica totalitaria de las Farc que viene como guerrilla prosoviética en los años 60.
Otro elemento inexplicable por su ausencia es el del narcotráfico en todas sus dimensiones. Claro, eso genera otra incomodidad: explicar que la muerte de los militantes de la UP se debe en parte a retaliaciones por negocios torcidos de la Farc, del mono Jojoy, entonces comandante del frente 14, con narcos como Gonzalo Rodríguez Gacha o Leonidas Vargas.
Lo del paramilitarismo es otra inaceptable simplificación. Se les olvida que si bien el papá del paramilitarismo es el Estado por su ausencia en grandes regiones e incapacidad de proteger a los ciudadanos, la madre son las Farc con sus secuestros y su violencia rural. Cómo olvidar que el MAS (Muerte a Secuestradores), creado por los narcos ante el secuestro por el M-19 de Marta Nieves Ochoa, es el origen del paramilitarismo moderno.
Estos son sólo tres ejemplos de las falencias del informe. Para no hablar del lío metodológico en las cifras que no aguanta un análisis serio. Lo triste es que frente a semejante reto, el de la verdad histórica, se haya recurrido al panfleto, en que se simplifica la realidad y se mira desde un prisma ideológico.
Este informe es la versión de un sector de la sociedad sobre la violencia. Ese es su error.
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