¿QUIÉN ESCRIBE LA HISTORIA?

¿Quién escribe la Historia?

Por Miguel Posada Samper *

04 de agosto de 2013

Es un hecho desde que se escribió la primera línea de historia en el mundo que es difícil, o por lo menos inusual que el historiador deje atrás sus afinidades ideológicas para escribir lo que espera sea reconocido como la verdad de los hechos que estudia.  Basta ir a la historia de nuestra colonia, independencia y vida republicana de los siglos XIX e inicios del XX para darse cuenta de esto. ¿El historiador era español o republicano, era liberal o conservador? La historia se ve bien diferente según la filiación de quien se tome el trabajo de escribirla. Nunca o casi nunca encuentra uno un historiador que no tome partido. ¿Por los españoles o por los libertadores, por ejemplo? Para los españoles, nuestros libertadores eran unos traidores a la patria y bandoleros. ¿Partidario de Bolívar o de Santander? Depende de quién escriba, uno era el malo y el otro el bueno. ¿Liberal, de izquierda o conservador? Tendrá el historiador, así trate de ser objetivo, un sesgo. Uno de los pocos historiadores con un sesgo imperceptible en lo que se refiere a nuestra historia colonial y republicana es David Bushnell, quien como extranjero, no tenía los prejuicios inculcados desde la infancia.

Los comunistas descubrieron hace tiempo que es una tarea de la mayor importancia escribir la historia. Lo han hecho en todo el continente. El documento del Centro de Memoria Histórica, de la Universidad Nacional (apodada cariñosamente “la Nacho” por las FARC), recientemente publicado, no podía ser muy diferente a lo que hemos visto en Argentina, en Guatemala y en otros países. Fue pagado generosamente, dicho sea de paso, con los impuestos generados por el sistema que el comunismo desea destruir.

No es un documento tan burdo en su sesgo político de izquierda como algunos otros. Es mucho más sutil. Admite un buen número de atrocidades de la guerrilla para dar la impresión de imparcialidad y rigor académico. Pero el sesgo se da desde el inicio, es decir, desde la fecha que se tomó para empezar el estudio, el año 1958. La guerrilla de los “comunes”, nombre que servía para diferenciarla de la liberal, “los limpios”, es muy anterior a esa fecha. Las cifras, por otra parte, son evidentemente falseadas. El informe nos haría creer que las atrocidades de los llamados “paras”, un fenómeno muy posterior a los inicios de la confrontación con las guerrillas marxistas, superan a las guerrillas. Esto puede ser posible en algunos años durante los cuales operaron simultáneamente, pero es evidentemente falso para el periodo completo.

Basta ver los integrantes y directivos para saber que el sesgo era inevitable. Entre los expertos internacionales, llenos de títulos, están, por ejemplo, dos personas vinculadas a la ONG WOLA (Washington Office on Latin America), que forma parte de una red  de ONG abiertamente hostil a las Fuerzas Militares y miope frente a la subversión. Se trata de Virginia Bouvier y Adam Isacson. También está Daniel Pécaut, conocido izquierdista. El aguacero de doctorados y maestrías que ostentan los “expertos” no evita el sesgo.  Entre los colombianos ocurre cosa parecida. Hay, no podía faltar, un ex -guerrillero del ELN, León Valencia. Y a eso se suma un cura jesuita que fue director del CINEP, ONG de sesgo reconocido, y una investigadora que trabajó en la misma institución; se trata de Fernán Gonzalez S.J. y Maria Emma Wills.

El resultado son unas cifras de claramente falsas, en unos casos, y otras un poquito torcidas. En el caso de masacres, aquellas

atribuidas a las Fuerzas Militares son ostensiblemente falsas.

¿Qué importancia tiene este informe, y para qué le ha de servir a la izquierda, afecta a la subversión por afinidad ideológica? El ejemplo de su uso lo vemos en otros países. Primero se establece una especie de igualdad de culpas entre el Estado y la subversión. Ese Estado que no es monolítico, porque los poderes están debidamente separados, y que ha tenido una sucesión grande de responsables del ejecutivo, no se defenderá. No se contratará un contra estudio con una universidad seria. Eso le parecerá costoso al gobierno. Luego de un tiempo, las cifras que le son inconvenientes a la izquierda se irán dejando de lado. Las que se citarán, como el evangelio, serán las que le convienen. La impresión general que se construirá poco a poco, de que el gran culpable fue el Estado, y específicamente las Fuerzas Militares, servirá para la venganza contra todos aquellos oficiales y suboficiales que golpearon a la subversión armada. Los terroristas tendrán una especie de absolución. En el imaginario nacional e internacional serán vistos como unos pocos idealistas que sólo mataron unos pocos burgueses detestables, pintaron unas paredes y poco más. De pronto convencen a muchos de que fue el Ejército el que sembró de minas el país.

Si se llegara a firmar la paz con las FARC, hay que recordarlo, solo cambiaremos de fase en la confrontación entre la democracia y el comunismo. Y es en esa fase, la del post conflicto que el mencionado estudio tendrá su mayor utilización. Así ha sido en otros países y, podemos vaticinarlo, así será en Colombia. ¿Será que el gobierno se ocupa de contratar y contribuir a un estudio realmente veraz del conflicto? Lo dudamos.

*Director de la Ong Verdad Colombia, Bogotá.